Humo, copas y ansia por cambiar
De edificio casi vac¨ªo en el que se jugaba a las cartas a epicentro pol¨ªtico en el que se aprendi¨® democracia sobre la marcha. As¨ª era el d¨ªa a d¨ªa en aquel Congreso
La solemne sede de la soberan¨ªa popular en la madrile?a Carrera de San Jer¨®nimo era una especie de solar desangelado antes de que, en 1977, se celebraran las primeras elecciones democr¨¢ticas tras 40 a?os de dictadura. B¨¢sicamente se jugaba a las cartas. Franco lo abr¨ªa una vez al trimestre y solo hab¨ªa una docena de ujieres, otros tantos administrativos y unos pocos letrados. Como apenas hab¨ªa nada que hacer, los empleados de la C¨¢mara baja estaban a media jornada. ¡°Yo trabaj¨¦ en un banco, en una empresa de seguridad, prepar¨¦ unas oposiciones a Correos, al Banco de Espa?a, a la Academia de Polic¨ªa¡¡±, recuerda Juan Luis Herr¨¢iz, jefe de mantenimiento del edificio hasta su jubilaci¨®n, el pasado mayo. ?l lleg¨® al Congreso en 1973. ¡°Muerto Franco, empez¨® a haber un poco m¨¢s de trabajo. Y lleg¨® un d¨ªa en que nos dijeron que ten¨ªamos que elegir¡±. La reci¨¦n llegada democracia los necesitaba ya a jornada completa.
Los que se quedaron arrimaron el hombro. Al letrado de Cortes Nicol¨¢s P¨¦rez-Serrano, 40 a?os despu¨¦s de que su padre, luego depurado por el franquismo, hubiera participado en la redacci¨®n de la Constituci¨®n de 1931, le toc¨® ¡°desde comprar cortinas hasta elegir tapices¡±, recuerda. ¡°Los diputados ven¨ªan muy despistados¡±, a?ade Herr¨¢iz. ¡°Tuvieron que aprender la democracia sobre la marcha¡±. La dictadura hab¨ªa sido eterna; la agon¨ªa de Franco, muy larga, y Espa?a ten¨ªa prisa por cambiar.
Eran j¨®venes. La edad predominante entre los 350 diputados y 248 senadores que iban a aprobar la Constituci¨®n estaba entre los 36 y los 45 a?os, y casi un 20% ten¨ªan menos de 35. Y eran de forma apabullante hombres. En aquellos esca?os a estrenar solo se sentaron 21 diputadas (y 6 senadoras). La periodista Soledad Gallego-D¨ªaz, que, junto a Bonifacio de la Cuadra, examin¨® el perfil de los constituyentes en Cr¨®nica secreta de la Constituci¨®n, recuerda que hab¨ªa muchas m¨¢s periodistas que pol¨ªticas en el Congreso. ¡°En eso, la sociedad iba por delante. Algunas diputadas eran veteranas especialistas, como la prestigiosa pedagoga Marta Mata. Pero a la hora de la verdad hablaban ellos. Ellas hac¨ªan los informes, les contaban lo necesario, y ellos sal¨ªan a defenderlo despu¨¦s¡±.
Al principio, los diputados no ten¨ªan despachos. El coraz¨®n del Congreso, donde se intercambiaba informaci¨®n y se cerraban negociaciones, era el bar. ¡°Ayud¨® mucho a lograr una mayor cohesi¨®n entre los diputados¡±, recuerda Gallego-D¨ªaz. Entonces estaba en la primera planta y era habitual servir alcohol. Los parlamentarios pasaban muchas horas all¨ª tratando de llegar a acuerdos entre cigarrillos, copas y puros. Una costumbre que tard¨® en desaparecer. ¡°Yo he llevado gin-tonics a una comisi¨®n¡±, dice Javier Guti¨¦rrez, actual ma?tre, que lleg¨® al Congreso hace 34 a?os.
El coraz¨®n del Congreso, donde los diputados se intercambiaban informaci¨®n y cerraban negociaciones, era el bar
No era extra?o que algunos pidieran prestado para el cubata o dijeran a alg¨²n periodista que les invitara a comer. Los diputados de izquierdas donaban gran parte de su sueldo al partido y viv¨ªan tan al d¨ªa que los de fuera sol¨ªan alquilarse apartamentos entre cuatro o cinco en barrios humildes de Madrid.
Hab¨ªa que sacar adelante un trabajo tit¨¢nico. ¡°Ten¨ªamos la responsabilidad de construir una democracia partiendo de la nada¡±, recuerda la socialista Mar¨ªa Izquierdo, una de las pocas mujeres con esca?o. ¡°Al principio no ten¨ªamos ni sueldo, que tuvo que fijarse m¨¢s adelante. Hubo que improvisar sobre la marcha. Trabaj¨¢bamos sin parar, de la ma?ana a la noche, y lo importante no era salir en la foto ni hacer ruedas de prensa, sino cubrir objetivos, peque?os y grandes¡±.
En el Congreso coincidieron socialistas con comunistas, con herederos de la dictadura, con democratacristianos, con liberales¡ Hab¨ªa que tener cintura. Izquierdo relata que las batallas se libraban con trabajo y mucha flexibilidad. Y recuerda una que gan¨® gracias al humor. Se estaban debatiendo unas ayudas para ¡°doncellas pobres¡±, mujeres de colegios y reformatorios que deb¨ªan ser v¨ªrgenes para recibirla. ¡°En esa sociedad tan mojigata, dije que esas chicas ya ten¨ªan bastante con ser pobres como para que adem¨¢s les exigi¨¦ramos ser v¨ªrgenes. A los diputados de la UCD les hizo gracia y aprobaron mi propuesta¡±.
¡°Entonces hab¨ªa ¨¢nimo de convencer al otro y tambi¨¦n de dejarse convencer¡±, opina Miguel Herrero y Rodr¨ªguez de Mi?¨®n, entonces diputado por UCD y uno de los padres de la Constituci¨®n. ¡°Hubo debates muy tensos, pero nada romp¨ªa el deseo de llegar a acuerdos¡±. ¡°Era la primera vez que se hablaba en libertad en el Parlamento despu¨¦s de muchos a?os y se respetaba al contrario¡±, recuerda Gallego-D¨ªaz. ¡°Antonio Hern¨¢ndez Gil, por ejemplo, presidente de las Cortes, un hombre extraordinariamente religioso, quit¨® el crucifijo porque consideraba que los creyentes no ten¨ªan por qu¨¦ hacer exhibici¨®n de su fe. Los abucheos en el hemiciclo, tan habituales ahora, empezaron mucho m¨¢s tarde¡±.
Y eso a pesar de que las heridas eran recientes. Algunos diputados se sentaron en las primeras Cortes democr¨¢ticas posfranquistas casi nada m¨¢s bajar del avi¨®n que les tra¨ªa de vuelta del exilio. Manuel Fraga se cruz¨® en el hemiciclo con el comunista Ram¨®n Tamames apenas unos meses despu¨¦s de enviarle a prisi¨®n como ministro del Interior. Ochenta de los parlamentarios que iban a aprobar la Constituci¨®n hab¨ªan estado en las c¨¢rceles de Franco y uno hab¨ªa sido condenado a muerte.
Ayudaba tambi¨¦n que muchos parlamentarios, de distintas tendencias pol¨ªticas, eran amigos. Cuatro de los siete ponentes constitucionales ¡ªGabriel Cisneros, Gregorio Peces-Barba, Jos¨¦ Pedro P¨¦rez-Llorca y Miguel Herrero y Rodr¨ªguez de Mi?¨®n¡ª, por ejemplo, se hab¨ªan conocido en la Facultad de Derecho. En 1970, el 87,7% de la poblaci¨®n no hab¨ªa pasado de la ense?anza primaria y los esca?os se ocupaban por gente que hab¨ªa coincidido en las mismas universidades. El 83,2% de los diputados y senadores ten¨ªan estudios superiores.
El Congreso ha cambiado mucho desde entonces. Se han hecho sucesivas ampliaciones hasta llegar a los casi 80.000 metros cuadrados que ocupa ahora el complejo, que incluye una guarder¨ªa, una comisar¨ªa de polic¨ªa, un servicio m¨¦dico, otro de correos, una biblioteca con unos 250.000 vol¨²menes y un restaurante que sirve cerca de 800 comidas al d¨ªa. Hoy trabajan en ¨¦l 1.500 personas.
Las leyes, que antes se trabajaban sobre todo en las Cortes, ¡°vienen ahora muy cocinadas¡± del poder Ejecutivo, afirma el letrado P¨¦rez-Serrano. Las mujeres ocupan el 39% de los esca?os y la media de edad es de 48 a?os y medio. La corrupci¨®n pol¨ªtica llena los peri¨®dicos y los informativos d¨ªa s¨ª y d¨ªa tambi¨¦n. Los diputados se escuchan poco los unos a los otros en el hemiciclo, hablan fundamentalmente para las televisiones y se aprecia en ocasiones un escaso respeto por el contrario. ¡°Antes hab¨ªa un debate real¡±, opina P¨¦rez-Serrano. ¡°Lo que escuchamos ahora parece m¨¢s bien una yuxtaposici¨®n de discursos inconexos¡±.
¡°Viendo intervenciones de ¨¦pocas anteriores, es cierto que se aprecia m¨¢s cari?o por el discurso, por la palabra¡±, reconoce el actual diputado ??igo Errej¨®n, de 33 a?os, de Podemos. ?l, profesor de ciencia pol¨ªtica, tuvo que aprender sobre la marcha, como los parlamentarios de 1977. ¡°Pero tambi¨¦n es verdad que hay algunos que se ganan a pulso que nadie les escuche. Si subes a cubrir el expediente, la gente no presta atenci¨®n. Si le pones pasi¨®n y convicci¨®n, te atienden. Creo que el debate parlamentario se est¨¢ revitalizando un poco. Se vuelve a discutir de cosas importantes¡±.
El 78,85% de la poblaci¨®n particip¨® en las elecciones de 1977, que sentaron en el hemiciclo a representantes de 13 formaciones distintas. En las ¨²ltimas, la participaci¨®n fue del 69,84% y hay cuatro partidos menos en el Congreso. Los diputados de entonces recuerdan un gran cari?o ciudadano. Ahora, los espa?oles advierten a sus representantes en cada bar¨®metro del CIS: su mayor preocupaci¨®n, por detr¨¢s del paro, la corrupci¨®n y los asuntos econ¨®micos, es ¡°la clase pol¨ªtica¡±. Sus se?or¨ªas, los encargados de aportar soluciones, se han convertido en un problema.