Mis recuerdos
Soledad Becerril, Miquel Roca Junyent, I?aki Anasagasti y Alfredo P¨¦rez Rubalcaba rememoran esos d¨ªas
Soledad Becerril
La vida parlamentaria espa?ola, que se inicia en junio de 1977, es el resultado del pacto pol¨ªtico y social que los espa?oles quisieron y supieron llevar a efecto. Las Cortes Generales fueron la sede desde la que se dise?¨® y levant¨® toda una arquitectura constitucional que nos equiparaba a las democracias m¨¢s avanzadas.
En el Parlamento se supo dialogar, negociar, transigir y acordar. Todos cedieron y entre todos se edific¨® algo que parec¨ªa imposible: construir un Estado social y democr¨¢tico de derecho.
En el suelo del claustro de la catedral de ?vila est¨¢ el modesto y sencillo enterramiento de quien fuera entonces presidente del Gobierno, Adolfo Su¨¢rez. Sobre la piedra, una inscripci¨®n dice as¨ª: ¡°La concordia fue posible¡±.
La sesi¨®n parlamentaria del d¨ªa 23 de febrero de 1981 fue interrumpida de forma violenta, con estr¨¦pito, pistolas y metralletas. El coronel Tejero pretendi¨® dar un golpe de Estado y, para ello, secuestrar el Congreso de los Diputados. Los all¨ª reunidos nos quedamos primero, at¨®nitos, y luego expectantes, tras saber algunas noticias del exterior, de c¨®mo podr¨ªa concluir aquel dram¨¢tico y grotesco espect¨¢culo. En mi despacho, como secretaria de la C¨¢mara, pude contemplar la imagen de un joven guardia civil que dorm¨ªa, con su fusil en el suelo.
Entre todos se edific¨® algo que parec¨ªa imposible: construir un Estado social y democr¨¢tico de derecho
La democracia pudo continuar su camino. Se derogaron leyes, se aprobaron nuevos c¨®digos y se alcanzaron pactos econ¨®micos y sociales. El rey don Juan Carlos y el presidente Adolfo Su¨¢rez jugaron papeles que resultaron imprescindibles en todo este trayecto. Otros muchos espa?oles contribuyeron.
Luego, la vida parlamentaria continu¨® con legislaturas m¨¢s calmadas o m¨¢s tensas, pero siempre con respeto a la democracia representativa y al principio de que las C¨¢maras son la representaci¨®n de la soberan¨ªa popular. Hoy, hay quienes creen que existen otros sistemas pol¨ªticos mejores, que apelan al caudillismo e ignoran la clave del sistema: la separaci¨®n de poderes. Esto supondr¨ªa retroceder a tiempos que mejor no repetir.
Miquel Roca Junyent
Diputado entre 1977 y 1995.
Primera sesi¨®n del Congreso de los Diputados despu¨¦s de las elecciones del 15 de junio de 1977. Estamos ocupando democr¨¢ticamente los esca?os que los procuradores franquistas hab¨ªan invadido despu¨¦s de la Guerra Civil, desahuciando a los ¨²ltimos diputados de la Rep¨²blica. Emoci¨®n, nervios, inseguridad. ?Ser¨¢ verdad lo que est¨¢ pasando?
Se procede a constituir la Mesa de Edad que deber¨¢ presidir inicialmente la sesi¨®n. Desde sus altos esca?os en la bancada del PCE descienden solemnemente, lentamente, Dolores Ibarruri, La Pasionaria, y Rafael Alberti, que la acompa?a en sus pasos vacilantes. La C¨¢mara guarda silencio, pero cuando ambos coinciden con el resto de los llamados a constituir aquella Mesa de Edad, alguno de ellos, vinculado a los or¨ªgenes del franquismo, y toman todos ellos posesi¨®n de sus sillas, todos los diputados prorrumpen en aplausos.
Hace 40 a?os; la memoria se diluye pero los sentimientos siguen siendo los mismos. Y, sobre todo, el compromiso
All¨ª est¨¢ la imagen m¨¢s fiel del fin de la dictadura; de su inutilidad, de su fracaso, de la imposibilidad de negarle por m¨¢s tiempo a la voluntad popular la soberan¨ªa de sus decisiones. Ha costado mucho llegar hasta aqu¨ª; muchos esfuerzos, mucha represi¨®n, mucha libertad perdida. Pero, al final, la guerra ha terminado de verdad. Ahora empieza la dif¨ªcil tarea de construir la libertad, de todos y para todos.
Hace 40 a?os; la memoria se diluye pero los sentimientos siguen siendo los mismos. Y, sobre todo, el compromiso. ¡°Aquello¡± val¨ªa la pena y, hoy, 40 a?os despu¨¦s sabemos que solo la fidelidad al mismo esp¨ªritu nos dar¨¢ fuerza para seguir construyendo futuro.
I?aki Anasagasti
Diputado entre 1986 y 2004 y senador desde 2004 hasta 2015.
En vez de un momento, recuerdo telegr¨¢ficamente estos seis:
El consejo de Xabier Arzalluz para calmar mis nervios de debutante como portavoz del PNV ante la investidura de Felipe Gonz¨¢lez de 1986. Me sugiri¨® que me imaginara a Fraga, Su¨¢rez, Gonz¨¢lez, Guerra¡ en calzoncillos. ¡°Son todos iguales¡±, me dijo.
La investidura de Aznar del a?o 2000 con mayor¨ªa absoluta. El portavoz socialista era Luis Mart¨ªnez Noval, a quien el candidato ningune¨®. Me eligi¨® entonces a m¨ª para masacrarme. Mirando a la televisi¨®n quiso unir PNV con violencia. Me sorprendi¨®. Un a?o despu¨¦s, me saqu¨¦ la espina.
Durante la guerra de Irak, Aznar no quer¨ªa ir al Congreso. Los portavoces de los grupos quisimos entonces entrevistarnos con el Rey como jefe de las Fuerzas Armadas. No nos recibi¨®. Baj¨¦ a la tribuna y pregunt¨¦: ¡°Adem¨¢s de para dar la mano, ?para qu¨¦ sirve el Rey?¡±. Me dijeron de todo pero fui el primero.
Carme Chac¨®n nos llev¨® a Mombasa (Kenia), saliendo a las seis de la ma?ana y volviendo a las nueve de la noche para conocer in situ la Operaci¨®n Atalanta. Quedamos para el arrastre
En 2005, el lehendakari Juan Jos¨¦ Ibarretxe fue con su plan al Congreso. Zapatero y Rajoy se pusieron de acuerdo y ni lo admitieron a tr¨¢mite. ¡±Si vivimos juntos tenemos que decidir juntos¡±, dijo Zapatero. ¡±Para vivir juntos tenemos que preguntar si queremos vivir juntos¡±. Un di¨¢logo de sordos memorable.
Sobre la negociaci¨®n de las transferencias se podr¨ªa escribir una enciclopedia. Recuerdo haber negociado con Alfredo P¨¦rez Rubalcaba la gesti¨®n de las aguas para la Comunidad vasca en hora y media a cuenta de una presidencia del PNV de la Comisi¨®n de Investigaci¨®n del caso Mariano Rubio. Al poco, Mariano Rajoy, en una comparecencia solicitada por este motivo, le puso a bajar de un burro a Rubalcaba por negociar de esa manera.
Y, en misiones militares, Carme Chac¨®n como ministra de Defensa nos llev¨® a Mombasa (Kenia) en un avi¨®n militar, saliendo de Torrej¨®n a las seis de la ma?ana y volviendo a las nueve de la noche para conocer in situ la Operaci¨®n Atalanta en el ?ndico. Quedamos para el arrastre.
Alfredo P¨¦rez Rubalcaba
Diputado entre 1993 y 2016.
Ten¨ªa 25 a?os. Daba clases de qu¨ªmica org¨¢nica mientras trabajaba en mi tesis doctoral. Y desde 1974 militaba en un peque?o partido, Convergencia Socialista, que pocos meses antes de las elecciones del 15 de junio de 1977 se hab¨ªa integrado en el PSOE.
En estos mismos d¨ªas hace ahora 40 a?os andaba de estreno: como para el resto de los espa?oles, era mi primera campa?a electoral. Conduc¨ªa los fines de semana junto a unos amigos una desvencijada camioneta ¡ªmarr¨®n, no lo olvidar¨¦ nunca¡ª, con una megafon¨ªa lamentable, a trav¨¦s de la cual nos dirig¨ªamos a los ciudadanos pidiendo el voto para la candidatura Senadores para la Democracia. Estaba integrada por Mariano Aguilar Navarro, del PSOE; Manuel Villar Arregui, de la Federaci¨®n de la Democracia Cristiana, y Joaqu¨ªn Satr¨²stegui, de la Alianza Liberal. Por la noche dejaba la camioneta y pegaba carteles. Despu¨¦s me estren¨¦ en las urnas con mi primera credencial de interventor, que luc¨ªa con una mezcla de orgullo e incredulidad.
Desmantelar el r¨¦gimen franquista se me antojaba una tarea de titanes, y no hab¨ªa d¨ªa en el que no pensara que todo pod¨ªa volver atr¨¢s
Porque la verdad es que no las ten¨ªa todas conmigo. Desmantelar el r¨¦gimen franquista se me antojaba una tarea de titanes, y no hab¨ªa d¨ªa en el que no pensara que todo pod¨ªa volver atr¨¢s, que en cualquier momento nuestro sue?o pod¨ªa acabar siendo una pesadilla. Pero, sobre todo, quer¨ªa vivir en una democracia. La experiencia de la clandestinidad me llevaba invariablemente a Churchill: ¡°La democracia es el sistema pol¨ªtico en el cual cuando alguien llama a la puerta de la calle a las seis de la ma?ana, se sabe que es el lechero¡±. Deseaba, entre otras muchas cosas, dejar de escudri?ar el BOE para conocer el nombre y el curr¨ªculo de los mandos militares.
Como tantos j¨®venes de izquierdas por aquellos d¨ªas, hab¨ªa coqueteado con partidos revolucionarios. Y me hab¨ªa convencido de que esa no era la v¨ªa. Que la igualdad y la libertad eran las dos caras de la misma moneda. Porque la igualdad sin libertad hab¨ªa conducido en muchos pa¨ªses a la dictadura. Y la libertad sin igualdad jam¨¢s acaba con la injusticia. Por eso me hice socialista democr¨¢tico. Y ah¨ª sigo.
Aunque en aquellos d¨ªas de junio de 1977 ni se me pasaba por la cabeza, despu¨¦s he pensado muchas veces lo distinta que habr¨ªa sido mi vida sin Franco. Porque la tarea de recuperar las libertades nos llev¨® a muchos a una actividad, la pol¨ªtica, muy alejada de la profesi¨®n que hab¨ªamos elegido. Es muy probable que quienes hoy tienen 40 a?os jam¨¢s se planteen esta cuesti¨®n, y es bueno que sea as¨ª. Lo que no conviene es que olviden que lo que se hizo, lo que entre todos hicimos, despu¨¦s de esa hist¨®rica jornada de 1977 fue un logro extraordinariamente dif¨ªcil. Un logro del que debemos sentirnos leg¨ªtimamente orgullosos.