Los rastros perdidos del im¨¢n de Ripoll
Las huellas en la localidad marroqu¨ª en la que naci¨® el inspirador de los atentados son confusas
El rastro del presunto cerebro de los atentados de Barcelona conduce a una peque?a aldea monta?osa rodeada de cultivos de kif. La madre de Abdelbaki es Satty, el im¨¢n de Ripoll acusado de adoctrinar a una decena de adolescentes que cometieron el mayor atentado yihadista en Espa?a desde el 11-M, se resguarda de la mirada de los curiosos en una casa de dos plantas empotrada en una ladera, a un lado de una carretera de cabras. En la parte trasera, el ¨²nico de sus hijos que todav¨ªa vive con ella ha encendido una hoguera. Los pocos que quieren decir algo sobre su tristemente c¨¦lebre vecino creen que la familia est¨¢ echando al fuego los pocos recuerdos que tienen de alguien que naci¨® en este lugar remoto hace m¨¢s de 40 a?os.
En la puerta principal de la casa hay apostada una patrulla militar que obliga a dar media vuelta a todo el que ha subido hasta aqu¨ª. El ambiente en esta poblaci¨®n cuya cabecera municipal est¨¢ a unos 20 kil¨®metros cuesta abajo, Bab Taza, est¨¢ enrarecido desde que se hizo p¨²blico que las autoridades creen que Es Satty, muerto en una explosi¨®n en una casa de Alcanar (Tarragona) horas antes de los atentados, es el ide¨®logo y el reclutador de la c¨¦lula que sembr¨® el terror en Catalu?a. ¡°Se fue hace 10, 12 a?os, no s¨¦ con seguridad. No lo recuerdo de nada en particular, no se dedicaba a nada. Se volvi¨® a hablar de ¨¦l cuando lo detuvieron por droga pero eso no es nada raro por aqu¨ª¡±, explica Mohammed frente a un tenderete de cargadores de m¨®viles.
Las huellas del im¨¢n est¨¢n presentes en varias ciudades del norte de Marruecos como Tetu¨¢n, T¨¢nger y Rinc¨®n. Casado en Marruecos con una mujer a la que abandon¨® cuando emigr¨®, dej¨® seis hijos que apenas ten¨ªan contacto con ¨¦l. Algunos vecinos ¡ªque aseguran haberle visto por aqu¨ª cada par de a?os y lo describen como alguien callado y enigm¨¢tico y no especialmente religioso¡ª creen que desde esta zona, donde hay vendedores de cannabis hasta debajo de las piedras, ide¨® cruzar con 136 kilos de hach¨ªs de Ceuta a Algeciras, lo que le llevar¨ªa a prisi¨®n. Era el primer d¨ªa de 2010 y, si se hace caso a su documentaci¨®n oficial, ese d¨ªa celebraba su cumplea?os.
Uno de los hombres apostados en la vereda del pueblo dice haberlo conocido de ni?o. ?Jugaba con Es Satty? ¡°S¨ª, claro. Ya estaba entonces un poquito loco¡±, prosigue su relato con un espa?ol que aprendi¨® durante los tres a?os que asegura haber vivido en M¨¢laga. ?Lo reconoci¨® al verlo en el telediario? ¡°S¨ª, sin duda¡±, responde. ?Esta misma foto?, le pregunta este periodista mientras le ense?a la de otro de los yihadistas. ¡°S¨ª, claro, ese es mi amigo Abdelbaki¡±.
No, no lo es. Muchas de las pistas son igual de confusas. El im¨¢n dec¨ªa tener nueve hijos ¡ª?d¨®nde est¨¢n los tres que faltan, qui¨¦n es la madre?¡ª y en sus documentos se?alaba como su lugar de nacimiento Madchar, donde nadie dice haberlo visto nunca. Incluso su fecha de nacimiento suena escogida al azar, como la que eligen los funcionarios del registro cuando hacen el tr¨¢mite de unos padres analfabetos.
¡°Ese hombre no importa aqu¨ª. Lo hizo en Espa?a, es all¨ª donde viv¨ªa, no entiendo que se le quiera echar la culpa a Marruecos de lo que ha pasado¡±, dice el representante local de Tingayah, una especie de enlace con la alcald¨ªa. Su discurso es el que han esgrimido todas las autoridades marroqu¨ªes para blindar el acceso al entorno de este im¨¢n pr¨®ximo al salafismo, una corriente rigorista del islam que aboga por la instauraci¨®n de un orden isl¨¢mico. Ni en la mezquita de su municipio ni en las del resto de ciudades de alrededor dicen haber tenido ning¨²n contacto con ¨¦l. Abdelkabi es Satty es una sombra y si lo que queda de su recuerdo est¨¢ ardiendo en el patio trasero de su madre, solo queda buscar entre humo.
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