(Con)viviendo con nacionalistas
El salto al abismo en Catalu?a marca un fin de etapa en Espa?a y en Europa
El sistem¨¢tico trato de favor a los nacionalismos regionales en Espa?a durante 40 a?os no ha evitado que esos patriotismos alumbraran el terrorismo y el independentismo, los dos mayores problemas para la estabilidad del pa¨ªs en ese periodo. Lo ocurrido ahora en Catalu?a marca el anunciado fin abrupto de esa etapa. A nivel nacional, porque el objetivo clave de la prevista nueva Constituci¨®n ser¨¢ que el nacionalismo deje de ser una amenaza para la convivencia. Y a nivel internacional, porque una asustada Europa exige a Espa?a una soluci¨®n estable para un problema que puede encender un dram¨¢tico contagio.
La injustamente vilipendiada transici¨®n espa?ola tuvo alg¨²n pecado de origen que no se suele mencionar porque es una prueba inicial de esa mano blanda con los nacionalismos. Consisti¨® en distinguir en la Constituci¨®n del 78 entre regiones y/o nacionalidades de segunda y de primera, como las dos que ten¨ªan derecho a la autonom¨ªa fiscal, adem¨¢s de Catalu?a, que la desech¨®.
El germen del agravio se ampli¨® despu¨¦s en direcci¨®n opuesta con el caf¨¦ para todos auton¨®mico, inadmisible para quienes exigen a diario el reconocimiento oficial del ¡°hecho diferencial¡±. Es decir, la plasmaci¨®n de que todos los ciudadanos son iguales ante la ley, pero algunos m¨¢s iguales que otros, entre los que destacan los inquisidores de ancestrales cuentas pendientes.
La historia de agravios no ha dejado de crecer. Gracias al peso electoral clave que han tenido en varias legislaturas, los presidentes Aznar y Rajoy han regalado a vascos y catalanes miles de millones de euros a cambio de su apoyo en el Parlamento. Solo por el del PNV a los Presupuestos de este a?o, Euskadi se ahorr¨® 1.400 millones del cupo y recibi¨® 4.000 millones para infraestructuras.
¡°El nacionalismo es la guerra¡±, proclam¨® el entonces presidente Hollande
Esta clase de generosos regalos no ha frenado a los nacionalistas radicales catalanes. Tampoco a los vascos, pese a que ahora los sentimientos y emociones en los que se basan los nacionalismos -no en leyes o derechos- est¨¦n adormecidos en esa comunidad gracias a la inteligencia y pragmatismo de sus actuales l¨ªderes.
La tramposa y diferida declaraci¨®n de independencia en Catalu?a cierra opciones de arreglo -nuevas concesiones- que hasta ahora eran suficientes para aliviar temporalmente el problema. Dar la autonom¨ªa fiscal a Catalu?a quiz¨¢s hubiera sido suficiente hace tres a?os, pero no ahora. La soluci¨®n ya no pasa por ¡°encajar¡± a Catalu?a en Espa?a, sino por encajar sin agravios y en dif¨ªcil armon¨ªa a los nacionalistas y a los no nacionalistas.
Es lo que exige Europa, donde los patriotismos exacerbados provocaron las peores matanzas de la humanidad. Hoy vuelven a primer plano y no es casual que el independentismo catal¨¢n haya recibido el t¨®xico apoyo de rancias extremas derechas como la eur¨®foba brit¨¢nica.
El exprimer ministro belga Guy Verhofstadt, l¨ªder de los liberales europeos entre los que se incluye PDeCAT, avisa de ¡°la locura¡± a la que puede arrastrar una Catalu?a independiente. ¡°Si continuamos as¨ª, habr¨¢ una Uni¨®n Europea de 75 Estados¡±. Tantos como denominaciones de origen de quesos y vinos, bromea Charlie Hebdo en el n¨²mero con portada insultante para los catalanes, ¡°m¨¢s tontos que los corsos¡±.
Bajo esa posici¨®n oficial europea de que la crisis catalana es un problema interno espa?ol, se esconde una estrecha vigilancia, una alerta permanente. Hace dos a?os, lo dejaron claro Fran?ois Hollande y Angela Merkel en una hist¨®rica comparecencia conjunta en la Euroc¨¢mara. ¡°El nacionalismo es la guerra¡±, proclam¨® el entonces presidente franc¨¦s y lo reitera ahora su sucesor Macron en referencia a Le Pen. ¡°No podemos volver a los nacionalismos. Necesitamos m¨¢s Europa, no menos¡±, agreg¨® la canciller.
Esa Europa se cre¨® para eliminar fronteras, no para crear nuevas. Para unir, no para separar. Unida en la diversidad, como se define, esa Europa fomenta la uni¨®n de Estados y ciudadanos, de comunidades con culturas y lenguas diferentes, no de pueblos con irredentas identidades excluyentes e insolidarias. Y menos de pueblos que buscan redefinirse sobre el desprecio y el odio al vecino. Esas t¨¦cnicas sacan a la luz lo peor de cada comunidad, de cada ciudadano. Espa?a lo est¨¢ comprobando estas semanas.
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