Rev¨¦s para la exportaci¨®n del ¡®conflicto¡¯

Carles Puigdemont huy¨® a Bruselas para escapar de la Justicia y protegerse mientras sus colegas apechugaban con lo peor. Lo vendi¨® como operaci¨®n para exportar la causa indepe.

Su conversi¨®n en mero turista por B¨¦lgica, gracias a la retirada de la euroorden de detenci¨®n, es un rev¨¦s para esa internacionalizaci¨®n del conflicto. Acab¨® su ¨¦pica mientras Oriol Junqueras monopoliza la (dura) prima de marketing martirial.

Un rev¨¦s que acabar¨¢ tiznando de fiasco toda la operaci¨®n. Hab¨ªa conseguido dos logros limitados: el contagio a tierras irredentas, como C¨®rcega (recorrido escaso) y una notoria resonancia medi¨¢tica (sobre todo anglosajona) de su relato, tras el agasajo a corresponsales y enviados especiales.

Poco m¨¢s. Los denodados esfuerzos desplegados por la diplomacia alternativa del Diplocat generaron muchos eventos, pero acotados a ciertas aulas universitarias y parlamentarios situados en los m¨¢rgenes. El abuso del caso por Julian Assange y la estrategia antieuropea de Vladimir Putin los contrarrest¨®.

Ning¨²n poder ni instituci¨®n internacional flanquea al soberanismo desde que Artur Mas se aup¨® a la Generalitat (2010). Estigmatizados sus l¨ªderes, todo dignatario digno les rehuy¨®.

Les qued¨® la visita secreta del ultra lombardo Roberto Maroni al Palau o el t¨ªmido apoyo del partido xen¨®fobo flamenco. Por la boca muere el pez: Puigdemont, emblema de un partido que fue muy europe¨ªsta, reneg¨® de Europa: ese "club de pa¨ªses decadentes y obsolescentes", lenguaje propio de Farage, Le Pen o Wilders, irrectificable.

Recog¨ªan su siembra. Los secesionistas dilapidaron la palanca de influencia europea que da a las autonom¨ªas poder incorporarse a la delegaci¨®n espa?ola en los consejos de la UE; evitaron (¨²nica comunidad) que funcionarios catalanes se reciclasen en las instituciones europeas); dictaron altaneras lecciones de valores europeos (no lo es el nacionalismo exclusivista), a quienes por oficio los traducen en pol¨ªticas; y enga?aron en su ley del refer¨¦ndum, equiparando una independencia de Catalu?a con la secesi¨®n "remedial" de Kosovo, retorciendo el dictamen que sobre esta alumbr¨® el Tribunal de La Haya.

El desastre internacional del proc¨¦s tambi¨¦n lo es para los catalanes y su antigua envidiada imagen. La de los JJOO del 92; del europe¨ªsmo activo de sus anteriores presidentes; de la promoci¨®n de la eurorregi¨®n meditrr¨¢nea; del club de los "cuatro motores"; de la (interrumpida) promoci¨®n del catal¨¢n como idioma comunitario. Pasada la pantalla de los fuegos artificiales, habr¨¢ que volver a todo ello.