Las nietas de los mineros devuelven la vida a la vieja galer¨ªa
Una explotaci¨®n abandonada del Maestrazgo convertida en museo muestra las condiciones en las que se extra¨ªa el hierro en el siglo pasado
Marta Bell¨¦s, de 24 a?os, entra casi a diario a trabajar en unas minas de la que su abuelo, de 82, prefiere no acordarse. ¡°Muchos antiguos mineros han subido a verla desde que se reabri¨®, pero ¨¦l no. Siempre habla del miedo que pas¨® dentro y de la suerte que tuvieron ¨¦l y mi bisabuelo de salir vivos con tantos desprendimientos¡±. A Marta, en cambio, siempre le atrajeron estos sinuosos caminos subterr¨¢neos, ahora museizados y reconvertidos en un interesant¨ªsimo parque minero en el que trabaja como gu¨ªa. ¡°Ya de ni?a me encantaba entrar con una linterna¡±, recuerda con cari?o.
Las minas Esperanza y Victoria, excavadas en una monta?a de la comarca del Alto Maestrazgo, en Castell¨®n, entre los t¨¦rminos de Culla y Torre d¡¯En Besora, fueron explotadas entre 1940 y 1960. Un centenar de mineros extrajo de ellas con medios m¨¢s bien rudimentarios ¨®xido de hierro destinado a los altos hornos del Puerto de Sagunto, donde era fundido y transformado en ra¨ªles, locomotoras o materiales de construcci¨®n. La falta de competitividad, debido en parte a unas carreteras muy deficientes y a la ausencia de ferrocarril, que hac¨ªa muy caro el transporte, llev¨® a las sider¨²rgicas a cancelar los pedidos. Les sal¨ªa m¨¢s rentable importar el hierro por mar desde los Pa¨ªses Bajos.
Medio siglo despu¨¦s, las galer¨ªas han sido reabiertas con fines tur¨ªsticos y educativos gracias a una iniciativa de ambos Ayuntamientos, que ha contado con subvenciones de otras instituciones, sobre todo de la UE. Muchos de los 10.000 visitantes anuales son escolares que aprenden c¨®mo se extra¨ªa el mineral y las condiciones en las que trabajaban los obreros. La plantilla del Parc Miner del Maestrat y el restaurante que le da servicio la forman principalmente mujeres j¨®venes de la zona. Dos son nietas de antiguos trabajadores.
No todos ellos guardan malos recuerdos. ¡°El trabajo era duro. Yo cog¨ªa la barrena y me pasaba ocho horas haciendo agujeros en la roca, envuelto en polvo. Pero tampoco hab¨ªa conocido nada mejor¡±, dice Eusebio Moliner, de 74 a?os. Hu¨¦rfano de padre, a los 10 tuvo que empezar a ganarse la vida como pastor. Trabaj¨® de sol a sol en una mas¨ªa hasta que con 14 o 15, no est¨¢ seguro, entr¨® en la mina. Primero como aguador y despu¨¦s barrenando y poniendo cartuchos de dinamita. ¡°Para m¨ª fue una mejora porque era un jornal fijo: todos los d¨ªas ganaba 40 o 50 pesetas. Cuando me sacaron de casa para ir a guardar ganado solo me daban de comer y algo de vestir¡±.
Las minas, cuyos propietarios eran de Madrid, llegaron a tener tres turnos que cubr¨ªan las 24 horas del d¨ªa de lunes a s¨¢bado. Iban y volv¨ªan a pie. Algunos viv¨ªan a dos horas de camino. ¡°Los que trabajaban de noche ven¨ªan gui¨¢ndose por las estrellas¡±, afirma Vicente Porcar, de 75 a?os, que no hab¨ªa cumplido 14 cuando sus padres lo llevaron a trabajar. Con el salario, que sub¨ªa a entregarles regularmente el jefe de polic¨ªa de Castell¨®n, se compr¨® su primer calzado de verdad. Hasta entonces usaba los zapatos que un vecino de Culla, que hab¨ªa perdido una pierna, hac¨ªa con piel y suela de neum¨¢tico.
Hoy no hay aqu¨ª nada semejante a la miseria que empuj¨® a aquellos hombres a unas minas poco mecanizadas, sin apenas medidas de seguridad ni direcci¨®n t¨¦cnica. Pero los pueblos del entorno, de una belleza natural ind¨®mita, siguen apag¨¢ndose. En 25 a?os, muchos han perdido la mitad de la poblaci¨®n. Culla tiene ahora 524 habitantes y Torre d¡¯En Besora solo 166. ¡°Casi todos son mayores. Si eres joven, lo normal es que te marches a estudiar y ya no vuelvas. Pr¨¢cticamente la ¨²nica alternativa que hay es el sector tur¨ªstico, y en eso el parque ayuda mucho¡±, dice Silvia Fabregat, de 30 a?os, que se gradu¨® como ingeniera t¨¦cnica agr¨ªcola y es ahora una de las cuatro gu¨ªas de la mina.
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