Alg¨²n d¨ªa todo esto tampoco ser¨¢ tuyo
Hubo un tiempo en que los dos grandes partidos espa?oles, el PP y el PSOE, se instalaron c¨®modamente en un turnismo natural que les permit¨ªa transitar con calma por el poder y la oposici¨®n
Hubo un tiempo en que los dos grandes partidos espa?oles, el PP y el PSOE, se instalaron c¨®modamente en un turnismo natural que les permit¨ªa transitar con calma por el poder y la oposici¨®n. O se estaba en el Gobierno, o se era la alternativa. A ambos les pill¨® por sorpresa la llegada de los b¨¢rbaros. Y los dos, por lo que parece, han calibrado mal su respuesta. Mariano Rajoy confi¨® en que la irrupci¨®n de Ciudadanos perder¨ªa fuelle con el tiempo, y dio por sentado que combinando a rega?adientes gestos de cesi¨®n con una condescendencia poco disimulada podr¨ªa asegurarse una muleta que reforzara su mayor¨ªa sin amenazarla. Ese deb¨ªa ser, seg¨²n su entender, el orden l¨®gico de las cosas. Catalu?a ha sido un jarro de agua fr¨ªa, no solo por el catastr¨®fico resultado del PP en esa comunidad aut¨®noma y el triunfo incontestable de los de Rivera, sino por la percepci¨®n de cambio de ciclo en la derecha espa?ola que han comenzado a reflejar las encuestas. El sondeo elaborado por Metroscopia para EL PA?S el 12 de enero situaba por primera vez a Ciudadanos como la fuerza m¨¢s votada y se?alaba la raz¨®n: una mayor¨ªa de votantes consideraba que ese partido era el que ten¨ªa el proyecto de futuro m¨¢s claro para Espa?a.
Metroscopia elaboraba un diagn¨®stico de similares consecuencias para el PSOE. El partido hegem¨®nico durante d¨¦cadas en el campo progresista no despertaba mucho entusiasmo entre los electores, y su principal objetivo, recuperar a todos aquellos que se pasaron a las filas de Podemos, no cuajaba. 1,7 millones de ciudadanos de izquierdas se mostraban desmovilizados, seg¨²n el sondeo. En tiempos de recuperaci¨®n econ¨®mica, a pesar de la desigualdad que ha provocado; en medio del embate secesionista catal¨¢n, que ha despertado un sentimiento espa?ol de agravio y dolor; ante un clima de des¨¢nimo y paralizaci¨®n del pa¨ªs, con una generaci¨®n llena de incertidumbre a la que no le dicen nada las respuestas viejas, la direcci¨®n socialista a¨²n apuesta por que los votantes pr¨®fugos vuelvan a la casa com¨²n, sin darles una raz¨®n para hacerlo.
Rajoy y S¨¢nchez comparten una misma necesidad de supervivencia y se aferran a la promesa de los pactos de Estado. El primero, para ningunear a Ciudadanos y pretender que todo sigue como siempre. El segundo, para intentar demostrar que hace una oposici¨®n ¨²til y responsable, pero sin que se note demasiado que se sit¨²a al lado del partido y del l¨ªder de cuya demonizaci¨®n se sirvi¨® para recuperar la secretar¨ªa general del partido. El poder, sin embargo, o se ejerce o se pierde. Y en su pretensi¨®n de pactar ellos dos solos una nueva financiaci¨®n auton¨®mica se han encontrado con unos l¨ªderes territoriales que s¨ª mandan en sus dominios y huelen la debilidad. Como en aquella vi?eta de la transici¨®n, uno imagina a Rajoy tomando por el hombro a S¨¢nchez ante un horizonte yermo mientras le susurra: ¡°Alg¨²n d¨ªa, hijo, todo esto tampoco ser¨¢ tuyo¡±.
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