En la Rep¨²blica, en la guerra, en el franquismo y en la democracia
Robles Piquer fue un conservador pragm¨¢tico que aprendi¨® a dialogar en la democracia
Muri¨® ayer Carlos Robles Piquer (1927) y de ¨¦l puede decirse lo que ¨¦l mismo escribi¨® en EL PA?S sobre su cu?ado Manuel Fraga Iribarne cuando este falleci¨®, hace ahora seis a?os: sintetizar su larga vida, tan llena de las ventoleras sufridas por este viejo pa¨ªs, resulta imposible.
Como ¨¦l mismo resumi¨® en sus memorias, Robles Piquer habit¨® la Rep¨²blica, la guerra, el franquismo y la democracia. Todos esos periodos lo tuvieron al servicio de las distintas maneras del Estado, y en todos dej¨® huella. Y en ¨¦l tambi¨¦n quedaron esas huellas de tiempos tan contradictorios, de tanta guerra expl¨ªcita o rec¨®ndita. En el franquismo le toc¨® a Carlos Robles Piquer, bajo las directrices de su cu?ado, organizar la dif¨ªcil convivencia del r¨¦gimen con el universo de los escritores y de los editores, pues su departamento (la Direcci¨®n General de Informaci¨®n) vigilaba las publicaciones espa?olas. En las memorias de Carlos Barral, en los recuerdos de Juan Mars¨¦ o de Mario Vargas Llosa y, ¨²ltimamente, en las reci¨¦n aparecidas memorias editoriales de Javier Pradera, aquella figura de Robles Piquer se debate en el lado de all¨¢ de la mesa, discutidor, sobreponiendo la mirada del r¨¦gimen en las novedades literarias (que en muchos casos devoraba).
Lo que se deduce de esos encuentros y desencuentros es que siempre buscaron entre ellos, el editor y el funcionario, rendijas por las que, al fin, los retoques no acabaran con los libros. ?l asumi¨® ese trabajo en 1962; defenestrado Fraga por la potencia emergente, el Opus Dei, Robles Piquer dej¨® el Gobierno en 1967. Antes hab¨ªa sido presidente del Instituto de Cooperaci¨®n Iberoamericana, entre otros cargos y encargos.
Esa larga experiencia pol¨ªtica forj¨® en Carlos Robles Piquer a un conservador pragm¨¢tico, un funcionario de la dictadura que, en las postrimer¨ªas de ese R¨¦gimen, aprendi¨® a dialogar en democracia, y luego se dedic¨® a esta, a veces puntualizando el pasado que lo tuvo como protagonista, a veces expresando sus ideas, como diplom¨¢tico y como servidor del Estado, de por d¨®nde deb¨ªa ir la nueva ¨¦poca.
Nada m¨¢s morir Franco, Robles Piquer fue nombrado ministro de Educaci¨®n con Carlos Arias Navarro. A pesar de que aquel era un tiempo de titubeo, entre el franquismo que no se acababa y la dificultad de organizar un tiempo verdaderamente nuevo, Robles Piquer quiso saber qu¨¦ pensaban las nuevas generaciones de lo que deb¨ªa avecinarse. Y se junt¨® con estudiantes de la ¨¦poca, para preguntar y debatir sobre c¨®mo se deb¨ªa reconstruir la libertad universitaria. Adolfo Su¨¢rez, ya en la Transici¨®n, le confi¨® la Secretar¨ªa de Estado de Asuntos Exteriores y luego la Direcci¨®n General de Radiotelevisi¨®n Espa?ola. Fue, siempre en filas conservadoras, senador del Reino y parlamentario europeo.
En esta ¨²ltima ¨¦poca redact¨® aquellas memorias y escribi¨®, entre otros medios, en este peri¨®dico, de algunos de cuyos fundadores (Jes¨²s Polanco, Ricardo D¨ªez Hochleitner) fue compa?ero y amigo en cada una de las etapas que vivi¨® la generaci¨®n a la que ellos pertenecieron.
En uno de aquellos art¨ªculos, cuando en Espa?a los partidos debat¨ªan el porvenir de este pa¨ªs que se acercaba sin freno pero con reticencias a la democracia plena, defendi¨® una suerte de federalismo, en torno a la figura constitucional de las autonom¨ªas. La unidad de Espa?a era para ¨¦l intocable; pero ¡ªdec¨ªa en ese art¨ªculo¡ª las lenguas que componen la naci¨®n eran merecedoras del respeto que ¨¦l mismo hab¨ªa mantenido siempre por ellas, como le gustaba decir.
Era un hombre alto, rubicundo, de gafas con muchas dioptr¨ªas, lo que siempre le dio la apariencia de alguien m¨¢s mayor que la edad de su almanaque. Era muy educado en el trato, y ten¨ªa, ya en la vejez, cierto halo de melancol¨ªa, como si todas esas etapas de su vida lo hubieran encontrado a destiempo.
Entre los factores humanos que se combinaron en su biograf¨ªa estuvo la entra?able relaci¨®n que mantuvo con su hermano Eduardo, dibujante, arquitecto, republicano muerto en el exilio, en Venezuela. Su mujer era Elisa, hermana de Fraga Iribarne. Sus siete hijos siguieron caminos que se parecen al suyo, pues Robles Piquer estudi¨® Derecho, Filosof¨ªa y Letras, Ciencias Pol¨ªticas, y adem¨¢s fue diplom¨¢tico.
Cuando escribi¨® aquel epitafio de su cu?ado, dijo Robles Piquer que Fraga hab¨ªa vivido ¡°una etapa que no le debe poco, al conducir hacia la democracia a la gran mayor¨ªa del viejo y arraigado franquismo, menos residual de lo que parece¡±. Como suele suceder con lo que se escribe de otros, en lo que Carlos Robles escribi¨® de aquel hombre al que el Estado le cab¨ªa en la cabeza hab¨ªa mucho de lo que quiz¨¢ hubiera dicho de s¨ª mismo.
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