El paisaje roto de Ana Julia
La sospechosa de matar a Gabriel hunde a su antiguo barrio de Burgos en la desolaci¨®n por el asesinato del ni?o y la inquietud por la muerte de su primera hija
Todos los d¨ªas, cuando Ana Julia Quezada sal¨ªa de su portal en Burgos, ve¨ªa un r¨ªo azul con cascada, unas monta?as verdes de picos nevados y un cielo azul con unas pocas nubes blancas que se prolongaba hasta el infinito. Si se fijaba pod¨ªa ver en medio de ese paisaje alpino unas ventanas y un ventanuco de ba?o; es un mural que ocupa la fachada de la casa de enfrente del edificio n¨²mero 41 de la calle Casa de la Vega, en el barrio de Gamonal. Es el paisaje que observan los clientes de la cafeter¨ªa Casa de la Vega, situada al lado de ese portal. Ven lo que ve¨ªa Ana Julia, un espejismo.
A las tres de la tarde un hombre robusto de unos 60 a?os y de baja estatura, pelo cortado al cepillo, entra en esa cafeter¨ªa y pide un vino. En ese momento se escucha la sinton¨ªa del telediario y la clientela baja la voz. La camarera dice: ¡°?Ay!¡±. El hombre paga mientras dice: ¡°Toda la noche he llorado, toda la noche, ?me oyes?¡±. Siete plantas m¨¢s arriba, el 10 de marzo de 1996, un padre entr¨® de madrugada en la habitaci¨®n de sus dos ni?as, de cuatro y dos a?os, y encontr¨® una cama vac¨ªa; fue al cuarto de juegos, vio la ventana abierta de par en par y, en el patio de luces, el cuerpo de aquella ni?a, Ridelca, hija adoptiva suya, con un ciempi¨¦s azul de peluche con ella. La ni?a acababa de llegar de la Rep¨²blica Dominicana para vivir con su madre. Semanas antes se hab¨ªa desvanecido y fue ingresada en Urgencias; la familia dijo a la Polic¨ªa que su car¨¢cter era retra¨ªdo porque la ni?a de cuatro a?os ¡°parec¨ªa no haberse adaptado a la nueva situaci¨®n familiar¡±. La muerte fue calificada por la polic¨ªa de ¡°accidental¡±. La ni?a por tanto se levant¨® de cama, son¨¢mbula o no, fue a otra habitaci¨®n, se subi¨® a una mesita, abri¨® una ventana de doble hoja y se precipit¨® al vac¨ªo. El caso ha sido reabierto por la polic¨ªa. 22 a?os despu¨¦s, la madre que aquel d¨ªa no pudo declarar por estar bajo una fuerte excitaci¨®n nerviosa, Ana Julia Quezada, sale en el telediario como principal sospechosa de la muerte por estrangulamiento de Gabriel Cruz, el ¡®Pesca¨ªto¡¯, un ni?o de ocho a?os por el que lloran, a 800 kil¨®metros de distancia, los vecinos de Gamonal.
-Hemos venido a ver a los periodistas. Por la ni?a. Est¨¢bamos viendo Antena 3 en casa y dijo: "Pero si est¨¢n enfrente". Le hace ilusi¨®n -dice un se?or de mediana edad, bigote y gafas.
Su hija, una adolescente, mira la nube de c¨¢maras que se concentran en la calle. El padre la anima a pasar por detr¨¢s de las periodistas que hacen el directo, pero ella da dos pasos atr¨¢s: no quiere ir sola. "Pues yo contigo no voy que luego me reconoce todo el mundo, me reconocen en el trabajo, tambi¨¦n". Viven en la barriada de la Inmaculada, dividida en bloques de casas bajas, justo frente a Casa de la Vega, que est¨¢ llena de edificios altos en los que se pueden ver varias cabecitas asom¨¢ndose a las ventanas y las coladas infl¨¢ndose como banderas a causa del viento helado.
Es una calle con varios negocios cerrados. La carnicer¨ªa Felipe Gonz¨¢lez e hijos en la que trabaj¨® durante muchos a?os Ana Julia Quezada tiene la verja echada. El bar Santolaya, cerrado los lunes. Una tienda enorme de textiles con aspecto de llevar veinte a?os abandonada. El bar Susi, que se alquila o traspasa. Funcionan negocios como la Iglesia Evang¨¦lica Gran Rey, el asador El Horno o la panader¨ªa C¨¢mara, de donde salen dos vecinos con la barra bajo el brazo mientras uno le dice al otro: "S¨®lo salimos en televisi¨®n por mierdas". Tambi¨¦n est¨¢n abiertas la carnicer¨ªa C¨¦sar, Traverbur (Trabajos Verticales Burgaleses, que ilustra en la pared a un obrero trabajando con arn¨¦s) y Blasom, restauraci¨®n de escudos de piedra, tallas e im¨¢genes.
De Casa de la Vega queda la her¨¢ldica, la calle, el camino y el recuerdo de la verdadera Casa, hoy en ruinas, a la que vino hace cinco siglos Juana la Loca a llorar la muerte de su marido, Felipe el Hermoso. Fue aqu¨ª donde Juana decidi¨® iniciar uno de los viajes m¨¢s ins¨®litos de la historia de Espa?a: desenterrar el cuerpo del Hermoso para llevarlo de Burgos a Granada, guardando ella misma la llave del ata¨²d mientras ordenaba a una caravana disparatada pararse de vez en cuando para abrir la caja, admirar la belleza de su marido y besarle los pies antes de continuar el camino. Nunca sali¨® de Castilla, donde la tuvo su padre paseando el cad¨¢ver de noche durante ocho meses.
M¨¢s de 500 a?os despu¨¦s, el nombre de Casa de la Vega est¨¢ en los telediarios lleno de sombras, sospechas y cad¨¢veres. Tras la muerte de su hija, a Ana Julia Quezada y a su marido, Miguel ?ngel Redondo, les toc¨® un premio de la loter¨ªa y con ese dinero se aventuraron a comprar un piso. No se movieron mucho: del n¨²mero 41, donde estaban alquilados, al n¨²mero 33, donde ahora viven Redondo y la hija de ambos, Judith, que fue ingresada con un ataque de ansiedad tras saber que su madre hab¨ªa sido detenida con el cad¨¢ver de Gabriel en el maletero de su coche.
Por Judith, 24 a?os, se concentran a las 18.30 en la Plaza de Santiago una veintena de personas para darle su apoyo. Lo hacen tras un llamamiento espont¨¢neo a trav¨¦s de Facebook. All¨ª no parece haber ninguna amiga: o la conocen, o han o¨ªdo hablar de ella o han visto la cita en Facebook. Una chica que aparece con un cartelito se niega a ense?arlo. "Que hable la organizadora". Pero nadie dice organizar nada. Judith trabaja en el bar Antioqu¨ªa, a pocos metros de la plaza. Alrededor de las tres de la tarde su jefe escribe en Facebook para desmentir un bulo m¨¢s: que hab¨ªa sido despedida. "Estoy orgulloso de tenerla en plantilla y le mando fuerzas para seguir adelante con todo esto. Tambien pido a la gente que no tiene vida propia que se deje de cotilleos e invenciones". Dos horas despu¨¦s critica la concentraci¨®n: "Dejad el temita y no le d¨¦is m¨¢s bombo". Judith es la v¨ªctima preferente de los "dicen" que se instalan en cada suceso como pasaporte al bulo. Este periodista escucha varios, a cada cual m¨¢s disparatado. En la concentraci¨®n de apoyo a Judith, una adolescente asegura haber escuchado que a la hija de Ana Julia la han apedreado cuando iba por la calle. Son las 18.40 de la tarde, rompe a llover y el grupo se mete corriendo en unos soportales.
Despu¨¦s de su relaci¨®n con el padre de Judith, Miguel ?ngel Redondo, la siguiente relaci¨®n seria de Ana Julia Quezada fue con un hostelero viudo que falleci¨® en 2012. Los familiares del hombre dicen a El Correo de Burgos que ten¨ªan buena imagen de ella hasta que comprobaron a su muerte movimientos extra?os de cuentas y una denuncia de ¨¦l por robo de joyas en su piso. Una hija de este hombre, Jessica, llam¨® a Antena 3 para contar que Ana Julia era ¡°mala, muy mala, muy fr¨ªa y muy calculadora" y relat¨® varios casos de dejadez y abandono de la mujer respecto a su pareja enferma y veinte a?os mayor que ella, como que el hombre sufri¨® una trombosis en su casa mientras ella jugaba a la consola sin inmutarse. ¡°Llegamos nosotros y segu¨ªa jugando mientras lo vest¨ªamos¡±, dijo antes de acusarla de saquear su tarjeta de cr¨¦dito. Quienes la trataron m¨¢s superficialmente dicen que era extrovertida y alegre; quienes se relacionaron con ella en el trabajo aseguran que era simp¨¢tica y ¡°de lo m¨¢s normal¡± . ¡°Para ser normal, menudo palmar¨¦s¡±, dice Jes¨²s, jubilado, en la calle Roma de Gamonal, mientras observa la peque?a concentraci¨®n de apoyo a Judith. Luego se lanza a elucubrar sobre la muerte de la hija de Ana Julia. Confiesa que en las ¨²ltimas 24 horas no ha habido un vecino que no se haya puesto en lo peor, al menos de los que han hablado con ¨¦l.
Varios j¨®venes sacan a sus perros cuando oscurece en el barrio. La sensaci¨®n es de abatimiento. En la antigua calle de Ana Julia permanecen de guardia los medios de comunicaci¨®n: se busca a su exmarido, a su hija, a quien sea que los conozca y pueda contar algo de ella. Todo se cotiza. "Cada desconocido que veo ya s¨¦ que es periodista", dice Raquel, una estudiante. "Hay una chica que lo est¨¢ pasando mal, una hija de esa mujer, nosotros no tenemos nada que decir", dice un chico cerrando un portal. Detr¨¢s de los edificios de Casa de la Vega, detr¨¢s de las verjas pintadas con graffiti de los negocios ya cerrados, hay un descampado con un muro derruido lleno de firmas de grafiteros y una pintada que se puede leer desde las ventanas traseras de los edificios: "Las poes¨ªas se acaban pero mi amor no".
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