Los olvidados
Una sociedad, la vasca, viv¨ªa sin querer saber qu¨¦ les ocurr¨ªa a sus vecinos y buscaba explicaciones a cualquier atentado
I?igo, mi hijo, supo que ETA decidi¨® matarlo hace seis a?os. Se lo contamos su padre y yo en una cena. Esa noche hablamos de libertad, democracia y terrorismo. Lo hicimos tranquilamente; ya hab¨ªa pasado el tiempo suficiente desde que un comando terrorista pusiese una bomba en la puerta de nuestra casa. ETA hab¨ªa decidido socializar el sufrimiento, as¨ª lo dej¨® dicho en uno de sus escritos, y en su diana estaba la prensa. Pod¨ªa haber ido contra Juan y contra m¨ª, pero opt¨® por la familia entera ¡ªnuestro ni?o ten¨ªa 18 meses¡ª por la repercusi¨®n internacional.
ETA intent¨® asesinar el 10 de noviembre de 2000 a Aurora Intxausti, a su marido, Juan Palomo, y al hijo de ambos, ??igo, con una bomba de dos kilos de amosal y tres de torniller¨ªa que los terroristas colocaron en la puerta de su casa. El artefacto fue ocultado en una maceta, de la que sal¨ªa un cable que un¨ªa el detonador con el picaporte de la vivienda. El dispositivo de detonaci¨®n fall¨® y la familia salv¨® la vida. Intxausti acababa de ser se?alada en un v¨ªdeo de la revista Ardi Beltza, dirigida por Pepe Rei, antiguo redactor jefe de Egin.
En el camino he ido dejando todos los efectos psicol¨®gicos que sufren muchas v¨ªctimas, he ido sorteando situaciones nada f¨¢ciles. Un recorrido en el que te encuentras en la consulta del psiquiatra a personas que no se explican por qu¨¦ ellas han sobrevivido cuando sus compa?eros fallecieron por esa bomba destinada a todos, mujeres viudas que despu¨¦s de 20 a?os del asesinato de su marido se consideran responsables de su muerte por haberle contado al carnicero que era militar.
Este d¨ªa lo hab¨ªa so?ado, imaginado, inventado muchas veces a lo largo de los a?os. Es un momento agridulce porque casi sin darme cuenta van llegando a mi memoria los cientos de atentados de los que he tenido que informar. El anciano que qued¨® en el paso de peatones con un disparo en la cabeza cuando se dispon¨ªa a jugar su partida de cartas. El gobernador militar y su familia que quedaron hechos a?icos al colocar un comando una bomba sobre el coche en el que viajaban, el dise?ador gr¨¢fico que se qued¨® sin brazos por abrir un paquete bomba... El vendedor de bicicletas al que un desalmado asesin¨® porque se le cruz¨® en el camino, el muchacho que trapicheaba con unas papelinas, el ch¨®fer de un empresario, los cientos de j¨®venes guardias civiles destinados en el Pa¨ªs Vasco cuyas madres llegaban de los pueblos de Espa?a enlutadas y con unas zapatillas reci¨¦n estrenadas de pa?o para recoger el cad¨¢ver de su muchacho... Tiempos de gran tristeza porque una sociedad, la vasca, viv¨ªa sin querer saber qu¨¦ les ocurr¨ªa a sus vecinos y buscaba explicaciones a cualquier atentado, y por unos partidos, los nacionalistas, cegados hasta que ETA decidi¨® incluirlos en sus listas.
Tengo claro que nuestra democracia, despu¨¦s de tantos a?os de terrorismo, ha salido reforzada. Que los terroristas no han conseguido nada de lo que pretend¨ªan cuando hace casi 60 a?os optaron por emprender una batalla contra todos aquellos no afines a sus teor¨ªas, porque en eso ha quedado por lo que dec¨ªan luchar. Que pese al dolor que han provocado no han conseguido doblegarnos. Su final ha sido ag¨®nico, pero por fin hay final. La generaci¨®n de I?igo ¡ªhoy tiene 18 a?os¡ª ser¨¢ la primera que participe en unas elecciones sin la sombra de ETA desde que se instaur¨® la democracia. Queda construir el relato de lo que ocurri¨® durante los a?os de barbarie terrorista y esa es una tarea de todos.
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