Carmen y la alegr¨ªa
Imposible imaginar esa risa en pasado. Re¨ªa siempre, y cuando no re¨ªa simulaba re¨ªr, como si consiguiera del fondo de sus risas un remanente que le afloraba en la boca
Imposible imaginar esa risa en pasado. Re¨ªa siempre, y cuando no re¨ªa simulaba re¨ªr, como si consiguiera del fondo de sus risas un remanente que le afloraba en la boca, y ah¨ª se quedaba, como un abrazo para los instantes tristes.
Cuando la nombraron ministra de Cultura, cuando en ese sitio no hab¨ªa ni un duro en caja, convoc¨® a un amigo para preguntarle qu¨¦ se hac¨ªa en la penuria. ¡°Vete a los sitios¡±. Ella tom¨® el consejo al pie de la letra y su estad¨ªa en ese potro que viste mucho pero que da tantos disgustos fue un incesante ir y venir por conciertos, rockeros y de los otros, por c¨¢rceles a las que llev¨® flamenco y poes¨ªa, por librer¨ªas que ella atestaba con su presencia; elabor¨® en el aire f¨®rmulas para atraerse a los sabios del lugar a todos los comit¨¦s que antes estaban tan serios, y contagi¨® a Espa?a, tambi¨¦n al Parlamento circunspecto y grit¨®n, de su esp¨ªritu de fallera civil, de mujer que no para de re¨ªr a la vez que instru¨ªa, seriamente, sobre los caminos que debe seguir la libertad cuando es la consecuencia de la cultura.
Desensill¨® sin ruido el potro de tortura que ella mont¨® con tanta alegr¨ªa, sigui¨® en la pol¨ªtica, aspir¨® a otras eventualidades de la burocracia de partido, pero sobre todo se hizo, quiz¨¢, la primera feminista que se tom¨® en serio que escribir sobre la mujer no es decir cuatro bobadas. Escribi¨® libros, los fue a presentar por todas partes, y fue la capitana trueno de lo que luego ser¨ªa celebrado en todo el mundo como el MeToo o como el malva de las manifestaciones del 8 de marzo. Donde quiera que fue, y donde quiera que estuvo sentada, basaba su autoridad en la responsabilidad de explicar con hechos su alegr¨ªa: alegr¨ªa del futuro, alegr¨ªa de estar con otros, alegr¨ªa de proponer una vida distinta para un pa¨ªs en el que nos disputamos, unos y otros, la hegemon¨ªa de la cicater¨ªa.
Era la misma mujer alegre siempre, cuando estaba con los grandes, la recuerdo animando a Paul Bowles en la ¨²ltima enfermedad de aquel hombre que ya parec¨ªa un p¨¢jaro en estado de grave despedida, y la recuerdo en sus charlas con las presidiarias a las que llev¨® poemas como abrazos, y la recuerdo hablando (por ¨²ltima vez, en este caso) del porvenir de la mujer, y de la vida, en las aulas de la Universidad de Valencia.
M¨¢s all¨¢ en la historia ella est¨¢ revolucionando el IVAM, que fue el resultado de su mejor risa, la que adivinaba para Valencia un espl¨¦ndido porvenir, en el que ella instal¨® a su tierra hasta que otros ce?udos administradores manirrotos convirtieron toda aquella ilusi¨®n en un desperdicio.
La risa de Carmen, su alegr¨ªa. Es imposible ahora imaginar esa risa en pasado, completamente imposible decir sin llorar que ha muerto esta mujer que hizo de la cultura una peregrinaci¨®n profunda y festiva, y ahora ya simplemente eterna.
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