C¨®mo han cambiado los presos del ¡°proc¨¦s¡±

El cierre del sumario del proc¨¦s alivia porque demuestra que la Justicia no es siempre tan lenta como criticamos. Una justicia que va demasiado despacio (o que se precipita demasiado) suele ser menos justa. Y alivia tambi¨¦n porque podr¨ªa permitir replantear la conveniencia jur¨ªdica de la ya larga prisi¨®n preventiva de los encarcelados. La pertinencia jur¨ªdica, insistamos, porque la pol¨ªtica no se ventila en sede judicial.

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Ha transcurrido un a?o casi exacto desde la triste e ilegal proclamaci¨®n de la rep¨²blica secesionista. Fue tan ef¨ªmera que dur¨® segundos el 27 de octubre del a?o pasado, pues sus promotores se fueron inmediatamente de fin de semana. Estos doce meses, contemplados con catalejo fr¨ªo, han suscitado muchos cambios. El primero en las actitudes de los hoy presos, muy diferente de la de los fugados. Aunque son 18, no son un bloque monol¨ªtico. No son exactamente ¡°los 18¡±.

Algunos como ¡ªsobre todo¡ª Oriol Junqueras han rebobinado su actuaci¨®n levantisca. No solo aseguran que ahora militan contra la unilateralidad, que implica protagonizar conductas contra el ordenamiento constitucional. Tambi¨¦n orientan, inspiran, traman, ultiman y ordenan, de forma muy concreta, actuaciones exclusivamente en el marco de la ley.

Esa novedad conlleva una gran importancia pol¨ªtica: quien la ignore, se queda anclado en el golpe parlamentario del pasado oto?o. Otros siguen de cerca a Junqueras. Algunos, a efectos puramente de su defensa judicial. Y en otros casos demuestran una clara voluntad de abandonar no solo la rebeld¨ªa, sino toda actividad pol¨ªtica. Todo ello exhibe tambi¨¦n una relevancia judicial: no es lo mismo para la calificaci¨®n de los tipos, y para las cuant¨ªas de las penas, alardear de que se pretende reincidir en conductas delictivas (cualesquiera que les sean finalmente atribuidas) que renunciar dr¨¢sticamente a la ilegalidad.

Tambi¨¦n ha cambiado el entorno general. Los protagonistas del exterior (el falsamente llamado ¡°exilio¡± encabezado por Carles Puigdemont), quiz¨¢ m¨¢s audaces pero m¨¢s fr¨ªvolos, han acabado reconociendo el car¨¢cter aficionado, rudimentario, inmaduro e improvisado de su actuaci¨®n; han confesado que jugaban al p¨®quer con la ciudadan¨ªa, y que la enga?aban mediante ¡°faroles¡±; han reivindicado un unilateralismo presuntamente heroico y pr¨¢cticamente inane; han tuiteado sin pausa y han acabado pariendo un Consell de la Rep¨²blica vac¨ªo de contenido, de otro apoyo adicional al propio y de eficacia cero. Han desacreditado toda presunta grandeza de su intentona.

La pertinaz defensa de intereses que se van revelando meramente personales (y salariales) ha acabado decepcionando a bastantes, aunque no a todos los creyentes, que siguen siendo muchos. Su aumento o disminuci¨®n depender¨¢ de que la v¨ªa lanzada por el (a¨²n) nuevo Gobierno espa?ol, la de la pol¨ªtica, el di¨¢logo y la confrontaci¨®n ¡ªno de sentimientos ni banderas, sino de realidades y problemas¡ª, se demuestre sostenible o no.

Un clima pol¨ªtico menos crispado puede contribuir a incrementar la serenidad, tambi¨¦n de la atm¨®sfera judicial. A mayor calma, mayor capacidad de digesti¨®n y de valoraci¨®n sobre los elementos atenuantes de la incivilidad pasada. A mayor tensi¨®n, m¨¢s riesgo de que ocurran sucesos imprevistos e indeseados. Tambi¨¦n en la calle.