Llegan los b¨¢rbaros

Cuando las tribus germanas conquistaron Roma empezaron de inmediato a practicar lo que los historiadores denominan expolio. Los b¨¢rbaros arrancaron columnas y pilastras de los templos y edificios, y despu¨¦s los ensamblaron de nuevo: los resultados eran bastante c¨®micos, pero algunas de esas obras siguen en pie. Las andaluzas han dejado a los b¨¢rbaros a las puertas: Espa?a ya no es la excepci¨®n europea de la que presum¨ªamos, y la derecha extrema ¡ªo como quiera llamarse a un partido nacionalista, antifeminista, antiinmigraci¨®n y con todos los tics de la alucinaci¨®n populista de estos tiempos¡ª acaba de irrumpir con fuerza. El batacazo de Susana D¨ªaz es sideral. La resistencia del PP de Casado, destacable. Ciudadanos sube como la espuma. Pero es la aparici¨®n de Vox lo que amenaza el edificio pol¨ªtico, en precario equilibrio desde hace a?os por las cicatrices de la Gran Recesi¨®n y las sacudidas del proc¨¦s.

El fascismo consiste sobre todo en no limitarse a hacer pol¨ªtica y pretender hacer historia. Y ¡°hemos hecho historia¡± fue lo primero que se escuch¨® de Vox la noche electoral. La pol¨ªtica es otra cosa: una actividad cuyo ejercicio consiste en dejarse de Inauguraciones Permanentes de la Historia para volver a empezar de nuevo cada d¨ªa. Para eso hay que tener muy claros los dos mensajes que dejan las urnas.

Uno: la ret¨®rica incendiaria sobre la inmigraci¨®n y Catalu?a funciona, pero sobre todo para Vox; ni PP ni Ciudadanos logran sus objetivos. A partir de ah¨ª, el centro derecha puede tratar a Vox como un socio normal y corriente; se arriesgar¨ªa as¨ª a un escenario a la italiana. O puede adoptar la estrategia de franceses y alemanes: armar un cord¨®n sanitario. La derecha va a intentar usar los votos de Vox sin darle voz: hay demasiada competencia en la pol¨ªtica espa?ola para ver cordones sanitarios, y ni siquiera est¨¢ claro que funcionen. Pero esta jugada obliga a retratarse a todo el mundo.

Y dos: la debacle del PSOE requiere un examen de conciencia. Despu¨¦s de 36 a?os al mando se puede aludir al desgaste, a la movilizaci¨®n de un voto de protesta o criticar el liderazgo de D¨ªaz: la realidad es que muchos votantes se han quedado en casa por la corrupci¨®n. La G¨¹rtel desaloj¨® a Rajoy de La Moncloa; los ERE son uno de los detonantes de la salida de D¨ªaz de San Telmo. Los socialistas pueden optar por la melancol¨ªa tan habitual en la socialdemocracia europea, incapaz de desperdiciar la oportunidad de perder la oportunidad. O pueden movilizarse, reaccionar: salvar a la derecha del populismo extremista ser¨ªa un efecto secundario de esa reacci¨®n.

La democracia liberal se cae a pedazos en todo el mundo. Las ¨¦pocas de zozobra econ¨®mica y pol¨ªtica alumbran monstruos: la silueta de la modalidad espa?ola de ese monstruo es cada vez menos difusa. La democracia, como el capitalismo, sobrevive a las crisis por su capacidad de adaptaci¨®n. Pero los 400.000 votos de Vox anticipan futuras r¨¦plicas del terremoto andaluz. Con los b¨¢rbaros rondando el Coliseo, el riesgo de derribo est¨¢ ah¨ª. Puede que esta vez s¨ª estemos ante una nueva era. ¡°La nueva era, la vieja desventura¡±, dice Ferlosio.