Amnist¨ªa como reconciliaci¨®n
En el pleno parlamentario que aprob¨® la ley, Arzalluz invoc¨® el sentido reconciliador de la norma
De los varios Arzalluz que caben en su biograf¨ªa hay uno que destaca: el Arzalluz del oto?o de 1977, defensor de la Ley de Amnist¨ªa como pacto de convivencia entre vencedores y derrotados de la Guerra Civil. Julio J¨¢uregui, negociador del PNV en el Madrid de la ¨¦poca, explic¨® en el reci¨¦n constituido Parlamento que con esa ley se trataba de perdonar y olvidar a los que mataron al presidente Companys y los que mataron al presidente Carrero, a Garc¨ªa Lorca y a Mu?oz Seca, al ministro de la Gobernaci¨®n Juli¨¢n de Zugazagoitia y a las v¨ªctimas de Paracuellos... Como se ha dicho con notable deformaci¨®n de la realidad la Ley de Amnist¨ªa no fue impuesta por los antiguos franquistas, sino que fue fruto del consenso entre estos y los antiguos antifranquistas, a iniciativa de estos ¨²ltimos. En el pleno parlamentario que aprobar¨ªa la ley invoc¨® Arzalluz el sentido reconciliador de una norma votada tanto por personas con muchos a?os de c¨¢rcel y de exilio como por otras que hab¨ªan formado parte de Gobiernos causantes de esa c¨¢rcel y de ese exilio.
En octubre de 2008, a ra¨ªz del auto del juez Garz¨®n sobre el franquismo y del recurso contra ese auto presentado por el fiscal general del Estado, estall¨® en la prensa espa?ola una ruidosa pol¨¦mica en la que se lleg¨® a comparar la Ley de Amnist¨ªa de 1977 con la de Punto Final de Argentina y se insinu¨® que hab¨ªa habido un pacto de silencio que hab¨ªa lastrado de un cierto d¨¦ficit democr¨¢tico a la Espa?a del posfranquismo. En la reuni¨®n semanal del consejo editorial de EL PA?S celebrada el 21 de octubre de 2008, Javier Pradera, editorialista de EL PA?S durante los a?os de la Transici¨®n, pidi¨® la palabra para decir que comparar la Ley de Amnist¨ªa con la de Punto Final era un disparate jur¨ªdico y una ofensa para los antifranquistas que lucharon por ella y cuya aprobaci¨®n fue considerada una victoria de la democracia y tambi¨¦n una norma necesaria para culminar la reconciliaci¨®n entre los espa?oles. Tras recordar que su padre y su abuelo, carlistas, hab¨ªan sido asesinados en San Sebasti¨¢n en las primeras semanas de la Guerra Civil, a manos de milicianos incontrolados, Pradera invoc¨® los discursos de Arzalluz y de Marcelino Camacho en el debate de 1977. En su discurso previo a la votaci¨®n de la ley Xabier Arzalluz record¨® que hechos de sangre los hab¨ªa habido en ambos bandos y pidi¨® el voto a la amnist¨ªa como cancelaci¨®n de ese pasado y como gesto de perd¨®n mutuo.
Como ha reiterado Santos Juli¨¢ desde hace a?os, toda amnist¨ªa en situaciones de salida de una dictadura es en buena medida rec¨ªproca. Porque ?c¨®mo incluir entre los amnistiados a condenados por terrorismo sin incluir al mismo tiempo los delitos que habr¨ªan podido cometer las autoridades, funcionarios y agentes de orden p¨²blico con motivo u ocasi¨®n de las investigaciones y persecuci¨®n de los actos incluidos en la ley? Otros Arzalluz menos l¨²cidos (o el ¨²nico Arzalluz en momentos de lucidez) han dicho cosas que chocaban con ese esp¨ªritu reconciliador. Pero nunca fue tan l¨²cido Arzalluz como durante aquellos hist¨®ricos d¨ªas.
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