El precio de denunciar los abusos en la fresa
Diez temporeras marroqu¨ªes acusaron a su jefe de acoso sexual y laboral en los campos de Huelva. Aquella decisi¨®n les ha cambiado la vida
En junio del a?o pasado, Amina y nueve compa?eras marroqu¨ªes que trabajaban recogiendo fresas en Almonte (Huelva) denunciaron abusos sexuales por parte del due?o de la empresa. Afirmaron adem¨¢s que el patr¨®n no les pagaba lo acordado y el dinero no les llegaba ni para comprar la comida. Los v¨ªdeos de su rebeli¨®n en la finca recorrieron las redes sociales y sus familias las reconocieron. Y las repudiaron.
En la misma ¨¦poca otro grupo de cuatro jornaleras denunciaba por abuso sexual al capataz de una finca de Moguer, tambi¨¦n en Huelva. En su caso, alejado de las c¨¢maras, las mujeres volvieron a Marruecos y esperan la celebraci¨®n del juicio en sus casas.
Ahora, m¨¢s de nueve meses despu¨¦s de la denuncia, Amina y sus compa?eras suman al ultraje de los abusos que relataron y a la pesadumbre de sentirse enga?adas, la angustia de vivir un exilio no buscado: no pueden volver a sus casas. Sus familias se averg¨¹enzan de ellas.
¡°T¨² no eres mi madre, eres mi t¨ªa¡±. No hab¨ªa frase m¨¢s dolorosa para Amina. Su hijo de tres a?os se la dijo hace tres meses. Aquel d¨ªa, rota por completo, pens¨®, una vez m¨¢s, en coger la maleta y marcharse. Pero no ten¨ªa ad¨®nde. Su hermano se lo dej¨® muy claro en una videollamada reciente: ¡°Si vuelves, est¨¢s muerta¡±, e hizo el gesto de degollarla. ¡°?C¨®mo voy a volver? Mi familia no me cree. Piensan que soy una prostituta¡±, relata entre l¨¢grimas.
Las mujeres escaparon de la finca para denunciar los abusos. Describieron los sucios barracones de obra donde dorm¨ªan. Grabaron con el m¨®vil c¨®mo se colaba el agua a borbotones cuando llov¨ªa. Relataron ante la Guardia Civil que no se les dio el trabajo pactado ni cobraron lo convenido. Tras pasar el ayuno del Ramad¨¢n durante el d¨ªa, al atardecer buscaban comida en los contenedores de basura. Su jefe, dicen, las acechaba constantemente. A algunas les ofrec¨ªa dinero. Pero a cambio de sexo. ?l lo llamaba ¡°friqui-friqui¡±.
Seg¨²n cuenta esta mujer, todos los d¨ªas, un goteo de coches conducidos por hombres a la caza de mujeres vulnerables llegaba a la finca. ¡°A veces ten¨ªa hambre. Ven¨ªa un hombre y me ofrec¨ªa hacerme la compra a cambio de irme con ¨¦l¡±, recuerda Amina, que a rega?adientes reconoce que en tres ocasiones no tuvo m¨¢s remedio que aceptar la bolsa de comida...
La denuncia les cost¨® cara a estas 10 mujeres, que siguen ocultando sus rostros y pidiendo que en el reportaje se cambie su nombre. En menos de un a?o se han mudado cuatro veces, han vivido en tres localidades. En septiembre, denunciaron al SAT, el Sindicato Andaluz de Trabajadores, que en un principio se ocup¨® de ellas, pero al que acusan de usar la notoriedad medi¨¢tica de su caso en su beneficio, de hacerlas trabajar de forma irregular y de gastar parte del dinero recogido en una campa?a solidaria para pagar gastos que los sindicalistas prometieron que asumir¨ªan. El SAT rechaz¨® haberse aprovechado de las mujeres, pero no neg¨® espec¨ªficamente los hechos.
El Estado tampoco ha estado ah¨ª para protegerlas. Sus autorizaciones temporales de residencia y trabajo, previstas para casos excepcionales como el suyo, acaban de ser concedidas. Las pidieron entre julio y agosto. Han pasado m¨¢s de siete meses en un limbo.
"Mi marido cree que yo tengo la culpa de que mi jefe abusara de m¨ª", dice Aicha
Durante todo este tiempo han asistido a la vida de sus hijos por WhatsApp, contemplando c¨®mo sus familias se deshac¨ªan. Algunos de los maridos han denunciado a sus mujeres por adulterio y abandono del hogar y les han pedido el divorcio. Para ellos, que otro hombre les ponga una mano encima, as¨ª sea a la fuerza, es una deshonra que deben pagar.
¡°Mi marido cree que yo tengo la culpa de que mi jefe abusara de m¨ª¡±, lamenta Aicha, que lleg¨® a Huelva embarazada y ha dado a luz a su beb¨¦ en Espa?a. La mujer denuncia que su jefe le insist¨ªa en tener sexo anal con ella mientras le ense?aba un billete de 50 euros. ¡°Le dije que me dejara, que estaba embarazada. Me dijo que no pasaba nada, que le diera mi trasero. Y me empez¨® a empujar. Hasta que vinieron mis compa?eras y lo sacaron de all¨ª¡±, cuenta. Se ahoga en el llanto. Pide un vaso de agua para poder continuar. ¡°Cuando reconozcan mis derechos, volver¨¦ con la cabeza alta. Aun as¨ª, mi vida estar¨¢ totalmente destrozada. Mi marido se divorciar¨¢ de m¨ª y me quitar¨¢ los hijos. Mis padres no se har¨¢n cargo de m¨ª. En Marruecos, cuando una mujer est¨¢ divorciada, sus padres la rechazan¡±, a?ade Aicha. ¡°Yo no quiero ni papeles, ni quedarme en Espa?a porque ya nos han humillado bastante¡±, mantiene Amina. F¨¢tima, que asegura que el jefe le revent¨® la camisa y la penetr¨® con los dedos en un coche, pide a Dios que se haga justicia para volver a casa con dignidad: ¡°Que este hombre acabe en la c¨¢rcel y no salga nunca¡±.
La justicia que reivindican avanza despacio y no a su favor. El empresario, arropado por un gremio que descart¨® de pleno las acusaciones, neg¨® los abusos. El caso se ha planteado ante diversas instancias. En una de ellas, su denuncia lleg¨® a los tribunales como insinuaciones sexuales y no como abuso o agresi¨®n sexual. La causa fue archivada provisionalmente por el juzgado sin que las mujeres declarasen ante el juez. El archivo est¨¢ recurrido en la Audiencia Provincial de Huelva. Otro juez instructor mantiene una causa abierta por si los hechos fueran constitutivos de delito contra los derechos de los trabajadores. Pero sus letrados, que han llegado a acoger al grupo en su propia casa y las sustentan econ¨®micamente, consideran que este es un caso de trata de seres humanos. ¡°Se llev¨® a las mujeres a tal nivel de vulnerabilidad con la intenci¨®n de forzarlas a tener relaciones sexuales¡±, mantiene su abogado Jes¨²s D¨ªaz. "Se est¨¢n investigando en juzgados distintos y procedimientos diferentes elementos de un mismo tipo penal, la trata de personas".
En junio, cuando relataron sus casos a EL PA?S, las mujeres romp¨ªan a llorar al recordar los momentos m¨¢s dif¨ªciles. Ahora est¨¢n a¨²n m¨¢s hundidas. Tan solo una pregunta simple, como cu¨¢l es su rutina en la casa de Albacete donde viven, las puede hacer trizas. Responde Aicha: ¡°Cuando escucho c¨®mo los otros ni?os van cada ma?ana al colegio, me derrumbo. Ojal¨¢ estuviera al lado de mis hijos para llevarlos al colegio. Hace un a?o que no los veo crecer¡±, dice. ¡°Es como si su madre estuviera muerta¡±.
Casi 20.000 mujeres para esta temporada
Para esta temporada se ha autorizado la llegada de 19.179 trabajadoras, casi 10 veces m¨¢s que en la campa?a 2015-2016. Las denuncias de las temporeras coincidieron con la llegada del Gobierno socialista, que puso en marcha un plan para mejorar la contrataci¨®n en origen de las marroqu¨ªes, el ¨²nico programa que tiene Espa?a para promover la inmigraci¨®n legal. Desde julio, se ha aprobado un c¨®digo de buenas pr¨¢cticas para los empresarios, se trabaja en la presencia de mediadoras y se pretende multiplicar las inspecciones de trabajo en los invernaderos. Por primera vez, una entidad externa realizar¨¢ una evaluaci¨®n de la temporada.
El trabajo de las temporeras marroqu¨ªes no es atractivo para trabajadores espa?oles. Las asociaciones empresariales acudieron a los servicios p¨²blicos de empleo en octubre con 22.562 ofertas de trabajo, pero solo respondieron 937 candidatos.
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