Un buen interrogatorio en medio del desprop¨®sito

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Preguntas y respuestas sobre el caso

El Tribunal de Cuentas lleva a la Fiscal¨ªa la promoci¨®n del ¡®proc¨¦s¡¯

El odio de la gente corriente

Un capit¨¢n por la ma?ana y un teniente por la tarde. El men¨² del d¨ªa no parece demasiado atractivo, sobre todo porque los dos oficiales de la Guardia Civil tienen que transitar por un escenario muy trillado ya, la Consejer¨ªa de Econom¨ªa de la Generalitat durante aquella jornada interminable del 20 de septiembre de 2017 en Barcelona. Pero nunca hay que fiarse:

¡ª Que pase el primer testigo¡ª dice el juez Marchena.

Y el primer testigo, alto, bien plantado, entra en el Sal¨®n de Plenos vestido con un traje oscuro y una corbata amarilla, como si adem¨¢s de a declarar viniera a rescatar un color secuestrado por el enemigo. Al verlo, dos de los magistrados del tribunal cuchichean y sonr¨ªen. El fiscal Javier Zaragoza empieza su interrogatorio. El capit¨¢n C57393S, que hace a?o y medio era teniente y fue el encargado del dispositivo de registro, responde a todas las preguntas con facilidad de palabra. Enseguida deja muy claro qui¨¦nes son sus bestias negras. Aprovecha la menor ocasi¨®n para soltar puyas contra la intendente de los Mossos Teresa Laplana, quien a su entender no hizo nada por ayudar a los guardias civiles cuando la gente empez¨® a concentrarse alrededor del edificio, y contra Jordi S¨¤nchez, al que retrata como el verdadero jefe del cotarro.

¡ª Le ped¨ª a la intendente Laplana ¡ªexplica el capit¨¢n de la Guardia Civil¡ª que hiciera un cerco para proteger los Nissan Patrol porque dentro hab¨ªa armas. Me respondi¨® que lo valorar¨ªa.

¡ª ?Se lo dijo con preocupaci¨®n? ¡ªpregunta el fiscal Zaragoza.

¡ª Ni con preocupaci¨®n ni con alegr¨ªa. La intendente Laplana no era muy expresiva.

A continuaci¨®n, el guardia civil se despacha a gusto contra Jordi S¨¤nchez. Para dejar clara la responsabilidad del presidente de la ANC en los disturbios, el teniente de la corbata amarilla le dispara tres sentencias a bocajarro. Una: ¡°Digo yo que para organizar un pasillo de 200 metros entre una masa de 45.000 personas hay que tener capacidad de liderazgo¡±. Dos: ¡°All¨ª el se?or S¨¤nchez daba las ¨®rdenes y la intendente Laplana las ejecutaba¡±. Y tres: ¡°Hab¨ªa 45.000 personas rodeando el edificio, lo que arrojaba una proporci¨®n de 2.200 contra uno, y eso s¨ª que intimida. Les coment¨¦ a dos agentes de los Mossos que solo saldr¨ªamos por el pasillo que nos ofrec¨ªa el se?or S¨¤nchez si lo pod¨ªamos hacer con las cajas del registro judicial, y ellas me contestaron: est¨¢is locos, si sal¨ªs con las cajas os matan¡±.

Tras el interrogatorio del fiscal Zaragoza, llega el turno de las defensas. La abogada Marina Roig, defensora de Jordi Cuixart, interroga al capit¨¢n con tranquilidad. Sobre hechos concretos. Incluso sobre detalles. ?Qu¨¦ hac¨ªan los dem¨¢s trabajadores de la consejer¨ªa? ?Siguieron haciendo su trabajo mientras ustedes practicaban el registro? ?Les molestaron? ?Permanecieron durante todo el d¨ªa los dos vigilantes de seguridad en el vest¨ªbulo? La abogada Roig va conduciendo al testigo hacia un destino que solo ella conoce. No tiene ese af¨¢n de protagonismo ni de lucirse de sus compa?eros hombres. Va consiguiendo que el testigo, tan seguro ante el fiscal Zaragoza, se vuelva dubitativo. Empieza a decir ¡°no s¨¦¡±, ¡°no me acuerdo¡±, ¡°lo desconozco¡±. El juez Marchena, despu¨¦s de tantas respuestas evasivas, termina por llamarle la atenci¨®n:

¡ª La muletilla constante de ¡°no recuerdo¡± nos obliga a nosotros a recordarle que est¨¢ bajo juramento.

La abogada Roig ya ha conseguido su objetivo. Ha logrado sembrar dudas razonables sobre la fiabilidad de un testigo que hace solo unos minutos parec¨ªa tan robusto. Cuando la letrada dice ¡°no hay m¨¢s preguntas, se?or¨ªa¡±, ha pasado casi una hora desde que inici¨® su interrogatorio y no ha sido interrumpida ni una vez.

Ahora es el turno del abogado Jordi Pina. Y eso es harina de otro costal.

Hace tres preguntas con el tono comedido de su compa?era, pero a la cuarta pregunta, como en el cuento del alacr¨¢n y la rana, le traiciona su condici¨®n y busca la refriega con el capit¨¢n.

¡ª ?Sabe usted si desde la puerta de la consejer¨ªa hasta la esquina hay 29 metros?

Marchena le corta en seco:

¡ª ?Y si hay 27? ?C¨®mo va a saber eso, se?or letrado?

El juez Marchena no ha interrumpido a Marina Roig en casi una hora de interrogatorio. No pasan ni 10 minutos antes de que tenga que interrumpir a Pina. Y lo tiene que hacer una y otra vez con frases del estilo: ¡°Se?or letrado, esa pregunta no tiene ning¨²n sentido ni ning¨²n inter¨¦s¡±.

Est¨¢ a punto de finalizar la ma?ana cuando Pina termina como puede su interrogatorio y es el turno de Andreu Van den Eynde. Para entonces la solemnidad ha abandonado el Sal¨®n de Plenos y el ambiente es m¨¢s propio del Club de la Comedia. La animosidad de Van den Eynde contra los testigos que no son de su cuerda le lleva a plantear preguntas impertinentes o simplemente absurdas, pero esta ma?ana se supera. Cuando le pregunta al capit¨¢n si sabe qui¨¦n acompa?aba a su defendido, Oriol Junqueras, cuando lleg¨® a la consejer¨ªa de Econom¨ªa, dice:

¡ª ?Eran guardaespaldas o eran personas?

Marchena suelta una carcajada y, unos minutos despu¨¦s, levanta la sesi¨®n.