Siete d¨ªas de incertidumbre
Espa?a inaugura una modalidad in¨¦dita: dos debates consecutivos
La historia universal de los debates electorales televisados ya tiene dos nuevos hitos. En los 59 a?os transcurridos desde el duelo inaugural entre Nixon y Kennedy, 75 pa¨ªses han vivido confrontaciones dial¨¦cticas de sus candidatos ante las c¨¢maras de televisi¨®n, seg¨²n el inventario de la considerada mayor autoridad mundial en la materia, el profesor estadounidense Alan Schroeder. La convulsa pol¨ªtica europea del siglo XXI ofrece estos d¨ªas dos novedades a esa lista. La primera se produjo el pasado viernes en Ucrania: los dos candidatos presidenciales se midieron en un estadio ante miles de seguidores. La segunda tiene sello espa?ol. No ser¨¢ tan espectacular, pero tampoco menos ins¨®lita: dos debates en dos d¨ªas consecutivos.
Esta ha sido la campa?a de lo nunca visto, de escenas hasta hace poco inimaginables, como las de candidatos ofreciendo ruedas de prensa desde la c¨¢rcel o las de auditorios atestados cantando el himno de la Legi¨®n. Ahora, en un pa¨ªs con escasa tradici¨®n de debates televisados, donde tuvieron que pasar 15 a?os desde la recuperaci¨®n de la democracia para asistir al primero?¡ªen 1993¡ª y donde transcurrieron otros 15 para que el espect¨¢culo se repitiese ¡ªno se retomaron hasta 2008¡ª?habr¨¢ raci¨®n doble. Y casi sin respiro entre uno y otro.
Ha sido probablemente la precampa?a m¨¢s larga de la historia. Se podr¨ªa decir que comenz¨® el 1 de junio de 2018, cuando el socialista Pedro S¨¢nchez desbanc¨® mediante una moci¨®n de censura al popular Mariano Rajoy con una mayor¨ªa tan precaria que el horizonte de unas elecciones anticipadas se atisbaba desde el primer momento. Para compensarlo, la campa?a ha sido m¨¢s corta que nunca, porque, seg¨²n la impresi¨®n general, echar¨¢ el tel¨®n antes de tiempo. Cuando al filo de la medianoche de este martes concluya el segundo debate, los partidos asumen que la suerte estar¨¢ echada. Fuera del combate dial¨¦ctico ha quedado el actor m¨¢s inesperado, Vox. Conviene no sacar conclusiones del efecto de esa ausencia: ah¨ª est¨¢ Jair Bolsonaro, que gan¨® las elecciones brasile?as sin participar en los debates principales de la campa?a.?
Pase lo que pase en este duelo en dos tiempos, la incertidumbre -la palabra que define la situaci¨®n pol¨ªtica espa?ola desde hace tiempo- no quedar¨¢ despejada. Los estudios demosc¨®picos hablan de un n¨²mero r¨¦cord de indecisos ¡ªuno de cada cuatro, seg¨²n la encuesta del instituto 40dB. para EL PA?S¡ª y, entre ellos, de una cifra elevada ¡ªm¨¢s de un tercio¡ª que aseguran que no se decantar¨¢n hasta el fin de semana. Ya sucedi¨® en las elecciones andaluzas del pasado diciembre. El 11,8% de los votantes se decidi¨® el mismo d¨ªa y el 11,3% durante la ¨²ltima semana, seg¨²n los datos del sondeo que realiz¨® el CIS despu¨¦s de los comicios.
La incertidumbre ser¨¢ incluso mayor a partir de este lunes porque es el ¨²ltimo d¨ªa para la publicaci¨®n de encuestas. Los partidos seguir¨¢n manejando sus propios datos en sigilo. Son los votantes los que se quedan a ciegas. La ley electoral espa?ola ha sufrido varias reformas a lo largo de los a?os, pero la prohibici¨®n de difundir sondeos desde cinco d¨ªas antes de las elecciones ha permanecido inalterable. Como si se tratara de proteger al votante de malas influencias. "O se da por hecho que los medios de comunicaci¨®n manipulan los datos o es que se piensa que el votante har¨¢ un mal uso de esa informaci¨®n", critica el polit¨®logo Llu¨ªs Orriols. "Las encuestas constituyen una pieza de informaci¨®n esencial de la que no se puede privar a la gente".
Que los sondeos influyen en el comportamiento de los electores parece un hecho, aunque resulta dif¨ªcil medir en qu¨¦ grado. El mismo estudio del CIS tras las andaluzas muestra que un 10% de los consultados admiti¨® que condicionaron mucho o bastante su decisi¨®n final. Trasladado a estos comicios, significar¨ªa que 3,6 millones se decantar¨¢n mirando de reojo a las encuestas. Los estudios cl¨¢sicos hablan de un doble efecto contradictorio: pueden contribuir a que algunos se sumen al caballo ganador o que acudan en auxilio del que se intuye desahuciado. Orriols insiste en otro aspecto: "Orientan las decisiones estrat¨¦gicas de los electores. Por ejemplo, les permiten saber si una candidatura es viable en un distrito concreto. Es lo que puede suceder ahora con Vox".
Ya sin encuestas, los debates son seguramente la ¨²ltima oportunidad de que los candidatos discutan sobre esas cosas que han estado ausentes de la campa?a, sepultadas por la catarata de insultos y el flamear de banderas: la fiscalidad, las propuestas sociales, el papel de Espa?a en Europa... Claro que el precedente del duelo a seis de la pasada semana en TVE y su alboroto ensordecedor no permiten albergar muchas esperanzas. Al fin y al cabo, el mismo Schroeder, aunque gran defensor de los debates, ya reconoci¨® hace tiempo: "Son m¨¢s un reality que un espacio para discutir asuntos importantes".
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