El futuro aterriza en el pasado

No terminaba de encajar la escenograf¨ªa futurista del plat¨® de TVE con la indumentaria y discurso trasnochado de los pasajeros del Enterprise. Rivera abjuraba del viejo bipartidismo. S¨¢nchez desenterraba la corrupci¨®n. Casado hablaba de ETA. E Iglesias, atribuy¨¦ndose a su antojo la representaci¨®n de la gente, estuvo a punto de leernos entera la Constituci¨®n del 78.

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El l¨ªder de Unidas Podemos tanto reneg¨® anta?o de ella como ahora la ha convertido en un misal. Y en la hoja de ruta de un debate trepidante no por la pasi¨®n ni por las ideas, sino por la compulsividad con que se expresaron los contendientes, como si la referencia del reloj los constri?era a hablar en vertical, incluso a atropellarse con las respectivas propuestas y con todos los recursos del inventario de tertuliaje: el chal¨¦, el Falcon, B¨¢rcenas, la veleta naranja...

No hubo exactamente dos bloques. S¨¢nchez e Iglesias se acaramelaron, expusieron preventivamente el pacto del 29-A, pero fue evidente el esfuerzo con que Rivera, agresivo, falt¨®n, contundente, "presidenciable", quiso distanciarse de un pusil¨¢nime Casado. Subordinarlo, reducirlo a un escudero. No solo mostrando la imagen de la detenci¨®n de Rodrigo Rato a semejanza de un exorcismo, sino relacionando al PP con la pol¨ªtica antigua y el liberalismo cobard¨®n.

Caladero conservador

Necesita Ciudadanos pescar en el caladero conservador, sustraerse la ambig¨¹edad de la bisagra, aunque la estrategia de S¨¢nchez, nervioso al principio, inc¨®modo casi siempre en un traje holgado, pero indemne respecto a los peligros que supon¨ªa el debate, consisti¨® en desenmascarar "al tr¨ªo de Col¨®n" y erigirse en el dique del oscurantismo.

Sobreven¨ªa as¨ª el esquema megal¨®mano del bien contra el mal, la justicia social contra el liberalismo depredador, aunque las siglas de Vox no aparecieron expl¨ªcitamente hasta los 65 minutos. Las mencion¨® Iglesias sin apenas detenerse en ellas, pero fue el presidente del Gobierno quien alert¨® de los peligros que supone la coalici¨®n de la ultraderecha.

Santiago Abascal no estuvo en el debate, que era la mejor manera de ganarlo. Y fue mencionado una sola vez por su nombre y apellido. Los cuatro candidatos coincidieron en eludirlo, no fuera a aparecerse, como Candyman, en el otro lado del espejo, pero S¨¢nchez relacion¨® a Casado y Rivera con las extravagancias de Vox, incluidas las pistolas dom¨¦sticas, el modelo de Estado jacobino, el retroceso de la igualdad de g¨¦nero y hasta el revisionismo del Holocausto.

Reviste inter¨¦s, mucho, el partido de vuelta en Atresmedia. Porque no se han respondido algunas preguntas relevantes. Iglesias no consigui¨® saber si S¨¢nchez pactar¨¢ o no con Ciudadanos, del mismo modo que Rivera y Casado eludieron referirse a las alianzas de Vox. Les preocupaba saber si S¨¢nchez indultar¨¢ o no a los art¨ªfices del proc¨¦s, pero no resolvieron sus dudas.

Son una l¨¢stima los minutos de oro. Habr¨ªa que llamarlos de incienso. Un ejercicio de pasteleo electoral que los candidatos convirtieron en parodia de un mon¨®logo de Capra, mirando a la c¨¢mara como quien no pide tanto el voto como una limosna.