Los acusados se enganchan al m¨®vil
Jordi Turull y Jordi S¨¤nchez se pasan una ma?ana anodina utilizando el tel¨¦fono a hurtadillas
No hay d¨ªa sin que pase algo nuevo en el juicio. Y eso que ya van 35 jornadas y han desfilado por aqu¨ª 260 testigos, muchos de ellos repetidos, como en los ¨¢lbumes de cromos, que para que salga un Trapero, con ese porte y esa voz, hay que asistir a las declaraciones pr¨¢cticamente id¨¦nticas de decenas de agentes de los antidisturbios. O a los interrogatorios que hacen los abogados de Vox a sus propios testigos, sin una pregunta de provecho para los intereses de la acusaci¨®n y s¨ª muchos minutos de publicidad para las defensas. C¨®mo ser¨¢ el cuestionario que le hace el abogado Juan Cremades al portavoz del Pacto Nacional por el Refer¨¦ndum, que cuando llega el turno de Jordi Pina, el abogado de Rull y Turull dice:
¨CPara no ser reiterativo, esta defensa renuncia a interrogar.
Y aun as¨ª, a pesar de que aparentemente el d¨ªa no tenga ning¨²n provecho para la causa, siempre hay algo, una imagen, una historia humana, un acusado pecando a hurtadillas, un testigo estrafalario.
La imagen se produce a las diez en punto. Cuando el p¨²blico y la prensa entran en el Sal¨®n de Plenos ya suelen estar todos en sus puestos. Al frente, los siete magistrados del tribunal. En medio, los acusados en sus banquillos. A la izquierda, los abogados de la defensa, y a la derecha, las acusaciones. Pero hoy, en medio de tan solemne coreograf¨ªa, est¨¢ Jordi Cuixart de pie, ri¨¦ndose de buena gana y conversando animadamente con la abogada del Estado Rosa Mar¨ªa Seoane, la misma que en su escrito de acusaci¨®n pide para ¨¦l ocho a?os de prisi¨®n por el delito de sedici¨®n. La imagen no es extra?a por lo que respecta al presidente de ?mnium Cultural, que a cada tanto se gira en el banquillo y env¨ªa su sonrisa a la b¨²squeda de c¨®mplices entre el p¨²blico.
Una historia humana. La de los antiguos empleados de Unipost contando aquellos d¨ªas angustiosos de septiembre de 2017, cuando su empresa postal se encontraba agonizando, en concurso de acreedores, sin dinero ya para pagar las n¨®minas, y de pronto alguien de la Generalitat ¨Cuno de sus principales clientes¨C les advierte de que va a llegar un encargo de casi un mill¨®n de euros para que distribuyan los sobres y papeletas del refer¨¦ndum ilegal. Todos son sospechas, rumores. ¡°Era vox p¨®puli que nosotros ¨ªbamos a repartir lo que ¨ªbamos a repartir¡±, reconoce Rafael Ram¨ªrez, el responsable de la delegaci¨®n de Unipost en Sant Joan. Lo cierto es que, aquel d¨ªa de septiembre que ten¨ªan que llegar los env¨ªos, Rafael abre la puerta de su almac¨¦n y se encuentra de frente a seis agentes de la Guardia Civil.
Y, de pronto, en la sala se escucha un sonido inconfundible. El de un tel¨¦fono al caer desde un metro de altura. El trabajador de Unipost sigue declarando y nadie se da cuenta de que a quien se le ha ca¨ªdo el m¨®vil es a Jordi Turull, agazapado detr¨¢s de una de sus abogadas, Ana Bernaola. El exconsejero de Presidencia pone cara de circunstancias y, al rato, de forma sigilosa, lo recoge del suelo y sigue escribiendo. A su lado, Jordi S¨¢nchez hace lo mismo. Los dos adoptan ese gesto tan caracter¨ªstico ¨Cy tan delator¨C de cualquier cincuent¨®n con gafas cuando mira su m¨®vil.
El testigo estrafalario entra en la sala con un pantal¨®n amarillo y toda la quincalla t¨ªpica del independentismo radical colocada en la camiseta. Camina con desparpajo y se sienta como si estuviera en su casa. El juez Marchena, que ya sabe lo que se le viene encima, le dice que se ponga en pie. Se trata de un mosso d¡¯esquadra que se dedicaba a poner en Twitter: ¡°Hay que abrir las puertas de la c¨¢rcel para sacar a los l¨ªderes independentistas¡±. El abogado de Vox Ortega Smith, que durante toda la ma?ana ha seguido en su letargo preelectoral, se despierta y empieza a interrogarlo:
¨C?Qu¨¦ funciones tiene usted en los Mossos d¡¯Esquadra?
¨C Era agent dels Mossos ¨Ccontesta en catal¨¢n.
¨C "?Y eso qu¨¦ quiere decir?", ¨Cpregunta el abogado.
Marchena, que ya desde que el mosso entr¨® en la sala ¡°con el tumbao que tienen los guapos al caminar¡± ¨Cque dec¨ªa Rub¨¦n Blades de Pedro Navaja¨C se barrunta que viene con ganas de liarla, lo pone firme. Le recuerda que es un agente de polic¨ªa, que ¨¦l es la autoridad y que ¡°no se confunda de escenario¡±. Mano de santo. El mosso revolucionario declara m¨¢s suave que un guante y se va.
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