Casado comienza la reconstrucci¨®n
Si el PP pens¨® en tomarse las municipales y auton¨®micas como revancha de las generales tal vez no lograra un buen resultado en votos, pero finalmente s¨ª lo consigue en representaci¨®n y poder
La sonrisa ha vuelto al PP este 15 de junio. Tras un resultado en las elecciones municipales del 26 de mayo poco gratificante, en apenas 20 d¨ªas, y merced a los pactos con Ciudadanos y Vox, los populares mantienen sus principales plazas y recuperan la m¨¢s deseada: Madrid. Los partidos, en fin, han aprendido que en las noches electorales no hay que dejarse arrastrar por la euforia ni por el abatimiento. El triunfo relativamente s¨®lido del PSOE en muchas ciudades espa?olas ¡ªy tambi¨¦n en comunidades aut¨®nomas¡ª no se corresponde con lo que ha ocurrido este s¨¢bado. El poder municipal de los socialistas no crece de forma significativa. S¨ª puede presentar alcaldes en 73 grandes municipios, seis m¨¢s que en las anteriores elecciones, pero no se hace con muchas de las ciudades en las que gan¨® hace 20 d¨ªas: Zaragoza, por ejemplo. Tambi¨¦n se les escapa Santander, donde tantas expectativas hab¨ªan puesto en su candidato, Pedro Casares.
Los bloques han vuelto a funcionar y el de la derecha ten¨ªa m¨¢s fuerza. El ejemplo andaluz ha cundido con ¨¦xito en el resto de Espa?a y, salvo algunas singularidades de pactos en clave marcadamente local, el acuerdo del PP, Ciudadanos y Vox ha rodado hasta las casas consistoriales. El l¨ªder del PP, Pablo Casado, tiene un buen pu?ado de razones para exhibir la satisfacci¨®n que ayer le desbordaba en Cibeles, sede del Ayuntamiento de Madrid. Nada que ver con su gesto doliente tras el recuento electoral del 28 de abril: m¨¢s de 50 de esca?os populares quedaron enterrados entonces.
Si el PP pens¨® en tomarse las municipales y auton¨®micas como revancha de las generales, tal vez no lograra un buen resultado en votos, pero finalmente s¨ª lo consigue en representaci¨®n y poder. Los populares han conseguido difuminar sus n¨²meros all¨ª donde eran netos perdedores con una exitosa habilidad para los pactos. No ha habido descentralizaci¨®n territorial en la negociaci¨®n, tampoco en Cs ni en Vox, por lo que los m¨¦ritos puede atribu¨ªrselos sin descaro el presidente nacional, Pablo Casado, y su equipo.
Los an¨¢lisis que de este proceso hagan en Ciudadanos tendr¨¢n la lectura inmediata y la del largo plazo. Su apuesta global pasa por caminar junto al PP y con Vox, aunque oculten mencionarlo. No ha sido mucho el poder obtenido pero al menos gobernar¨¢n Granada, Palencia y Badajoz, gracias al PP, y en Albacete y Ciudad Real merced al PSOE, que tambi¨¦n les ha facilitado el Gobierno de Melilla (hecho que puede tildarse de entre hist¨®rico y revolucionario, tras dos d¨¦cadas con un PP imbatible). Aun as¨ª, eso sigue siendo poco para erigirse como el baluarte del centroderecha espa?ol. El partido de Rivera ya sabe que por muy mal que le vaya al PP mantiene una estructura firme. Adem¨¢s de votos el d¨ªa que hay elecciones, Cs necesita hacer partido en cada rinc¨®n y tener m¨¢s poder institucional. Desde su papel en los consistorios, diputaciones, y m¨¢s adelante en autonom¨ªas, empezar¨¢ su crecimiento.
Pero esa posibilidad tambi¨¦n se la ofrec¨ªa el PSOE a trav¨¦s de m¨²ltiples pactos. Rivera no lo ha querido as¨ª: su apuesta sigue enfocada en la derecha. Visto el poder¨ªo del PP, Rivera debe reconocer que Casado tiene mimbres para tratar de empezar a reconstruir la derecha, ahora fragmentada. No solo para recuperar votos de Vox, sino tambi¨¦n de Ciudadanos. Una de las partes de ese tripartito, Vox, ha cumplido con su papel de impedir gobiernos de izquierda. Pero el inter¨¦s est¨¢ ahora en observar su grado de influencia en las corporaciones donde est¨¢ presente.
Cap¨ªtulo aparte merece Manuel Valls ¡ªpor encima de cualquier otro¡ª por la fortaleza de sus convicciones. El ex primer ministro franc¨¦s ha regalado su apoyo a Ada Colau para que sea alcaldesa y gobierne con los socialistas contra el criterio de Ciudadanos: una izquierdista antes que el independentista Ernest Maragall. Colau no se lo ha agradecido. Ni lo esperaba ni le ha importado.
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