Jos¨¦ Altozano, capit¨¢n de la democracia
Coronel de Ingenieros y doctor en Derecho, defendi¨® a sus compa?eros de la Uni¨®n Militar Democr¨¢tica (UMD) perseguidos por el franquismo
Lo peor del oto?o no son estas tardes menguantes que se nos van entre los dedos como el agua de una fuente, ni los frentes atl¨¢nticos, que oscurecen el cielo y apenas dejan llegar la luz. Lo peor es cuando el d¨ªa se hace noche como en un eclipse por la muerte de un amigo del alma.
Ayer se me ha muerto, y se nos ha muerto a todos los supervivientes de la Uni¨®n Militar Democr¨¢tica, Jos¨¦ Manuel Altozano Foradada, coronel de Ingenieros, doctor en Derecho, y nuestro Capit¨¢n de la Democracia.
Todav¨ªa me parece estar vi¨¦ndolo entrar en mi celda de la Divisi¨®n Acorazada la tarde del 4 de agosto de 1975, con su portafolios y el C¨®digo de Justicia Militar. Me dijo que iba a hacerse cargo de mi defensa y, aunque no nos conoc¨ªamos, nos entendimos enseguida: m¨¢s que una defensa personal hab¨ªa que hacer una defensa pol¨ªtica.
Todo aquel t¨®rrido verano se pas¨® las tardes en mi celda, con la excusa de revisar recursos y alegaciones, mientras Teresa, su mujer, se iba con los ni?os a la Dehesa de la Villa. Luego supe que ten¨ªa miedo de que, al no tener mi familia en Madrid, pudiera deprimirme.
Pepe no solo hizo una defensa a tumba abierta que le costar¨ªa varios arrestos, sino que complet¨® su papel con el de acompa?ante de mi mujer cuando ven¨ªa a visitarme desde Galicia. Maricarmen me comunic¨® que en el libro o revista que le compraba para el viaje en la estaci¨®n met¨ªa siempre, sin decir palabra, unas cuantas estampitas verdes de mil pesetas.
Cuando, dispersados por castillos militares (El Hacho-Ceuta, San Juli¨¢n-Cartagena y La Palma-Ferrol), comprobamos la imposibilidad de una defensa militar y nombramos abogados civiles, en mi caso Jim¨¦nez de Parga, Pepe Altozano sigui¨® en la brecha, visit¨¢ndole y aport¨¢ndole datos, como si fuera un codefensor.
Hacia finales de aquel a?o, cuando naci¨® su hija, me pidi¨® que, pese a mi agnosticismo, hiciera de padrino, papel que, como sabe Lola, hice lo mejor que pude, que no fue nunca mucho, pero aquello fortaleci¨® los lazos de amistad entre nosotros y nuestras familias.
Vivi¨® las sesiones del Consejo de Guerra con m¨¢s intensidad que los propios condenados, y sufri¨® tanto por no haber conseguido que no me expulsaran del Ej¨¦rcito que, cuando diez a?os despu¨¦s reingresamos, se empe?¨® en llevarme a un almac¨¦n de Intendencia para comprarme un uniforme completo, de los zapatos a la gorra.
Fue siempre un decidido defensor de nuestra Constituci¨®n y uno de los principales animadores de aquellas cenas que organizaba Bernardo Vidal en los aniversarios del refer¨¦ndum con el lema cl¨¢sico: ¡°La UMD ha muerto, ?Viva la Constituci¨®n!"
La memoria me transporta en esta tarde oto?al a d¨ªas especialmente felices, como aquella multitudinaria cena en el restaurante R¨²a de Pontevedra, con motivo de mi reingreso, y aquel acto en el Centro de Estudios Constitucionales en el que le nombramos Capit¨¢n de la Democracia. Aunque en esta ocasi¨®n, por debajo de la alegr¨ªa, ya nos dimos cuenta que asomaba el mal que le aquejaba.
En la UMD, como es natural, cada uno ten¨ªa su perfil, y todos coincidimos en que Pepe Altozano era el coraz¨®n m¨¢s grande que hab¨ªa en la organizaci¨®n, el mejor de todos nosotros. Yo comenc¨¦ a llamarle, por aquellos a?os, San Pepe Altozano y, seg¨²n mis compa?eros, comenz¨® a v¨¦rsele, con m¨¢s o menos nitidez seg¨²n los d¨ªas, una aureola en torno a su cabeza. Con esa aureola tendr¨¢ asegurado el ascenso a ese lugar sin sombras en el que las nubes navegan en un mar de felicidad. Descansa en paz, viejo amigo.
El coronel Xos¨¦ Fortes es fundador de la Uni¨®n Militar Democr¨¢tica (UMD)
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