?Qui¨¦n manda aqu¨ª?
Los Acuerdos existen y ofrecen una cierta verosimilitud a la posici¨®n del prior Cantera
Cuando Franco se vio forzado a abrir una c¨¢rcel en Zamora solo para curas, el ministro de Gobernaci¨®n, Camilo Alonso Vega, plante¨® si no era el momento de romper con el Estado vaticano y tratar a la Iglesia cat¨®lica como una simple religi¨®n. ¡°Camilo, no te metas con los curas, que la carne de cura indigesta¡±, dicen que dijo el dictador a su jefe de polic¨ªa. Corr¨ªa el a?o 1969 y Franco llevaba tiempo irritado con los papas Juan XXIII y Pablo VI, y con el mism¨ªsimo Concilio Vaticano II, por su alejamiento del nacionalcatolicismo que tanto mimo y dinero hab¨ªa puesto en proteger. Tampoco el Vaticano se dec¨ªa contento. Pero los dos estados estaban atados (y bien atados) por el Concordato firmado en Roma en 1953 y publicado en el BOE con este encabezamiento: ¡°En el nombre de la Sant¨ªsima Trinidad¡±.
Lo acordado entonces sigue vigente en su mayor¨ªa, aunque el Concordato se llama ahora ¡°Acuerdos¡± (uno de 1976, cuatro de 1979), que atan a Espa?a y al Vaticano de forma extravagante. Por ejemplo, es el Rey quien nombra al Vicario castrense con grado y salario de general de Divisi¨®n; el Papa ha de consultar al Gobierno el nombramiento de obispos, y el Estado paga los sueldos de obispos y sacerdotes, que, en cambio, est¨¢n bajo la disciplina de un estado extranjero, y se gasta cada a?o unos 700 millones en profesores de catolicismo elegidos o despedidos por los prelados sin sujeci¨®n al Estatuto de los Trabajadores.
Con esas mimbres tiene que contar la vicepresidenta del Gobierno en funciones, Carmen Calvo, que este domingo pasado volvi¨® al Vaticano para saludar al papa Francisco y a su secretario de Estado, el cardenal Parol¨ªn. El Ejecutivo emiti¨® vistosas fotograf¨ªas de tales encuentros, con un cierto regocijo. A esa hora, el prior/abad/administrador del Valle de los Ca¨ªdos, el benedictino Santiago Cantera, falangista en su juventud y ahora brillante historiador medievalista, ya ten¨ªa escrita una misiva para la vicepresidenta advirti¨¦ndole de que, por mucho que diga el Supremo, quien manda en una Iglesia cat¨®lica es la autoridad eclesi¨¢stica. Es decir, en la bas¨ªlica del Valle de los Ca¨ªdos donde reposan los restos del dictador manda Cantera. Eso cree. Eso dice.
Los dichosos Acuerdos, por supuesto. Se ha dicho que son inconstitucionales (el primero es, incluso, preconstitucional), pero siguen vigentes, por lo que viene al caso el que proclama ¡°la inviolabilidad¡± de los centros de culto. El Tribunal Supremo no dice nada al respecto, como si lo concordado con el Estado vaticano no existiera. Los Acuerdos existen y ofrecen una cierta verosimilitud a la posici¨®n del prior Cantera, que este mi¨¦rcoles disfrut¨® del silencio de los cardenales Osoro y Bl¨¢zquez, prelado de Madrid y l¨ªder de los obispos espa?oles, respectivamente. Ninguno de los dos tiene autoridad sobre un prior benedictino, ni siquiera el Papa, que tambi¨¦n calla pese a su habitual costumbre de opinar de todo.
Cuesta creer que el prior benedictino vaya a resistir las presiones que le acosan. Hace un a?o dijo que har¨ªa caso a lo que decidiera la Justicia. Se ve que no. La tradici¨®n de su bas¨ªlica, con la tumba de Franco como su mejor fondo de comercio, le ampara, con predecesores tan recios como ¨¦l, o m¨¢s, en especial fray Justo P¨¦rez de Urbel, primer abad del monasterio, consejero nacional del Movimiento, procurador en Cortes y miembro del Consejo Nacional de Falange Espa?ola y de las JONS; el influyente jesuita P¨¦rez del Pulgar, ide¨®logo del Valle de los Ca¨ªdos para¡°la Redenci¨®n de Penas por el Trabajo¡± (Orden del dictador de 7 de octubre de 1938), y, en especial, el director general de Prisiones y dirigente de la Asociaci¨®n Nacional de Propagandistas Cat¨®licos, M¨¢ximo Cuervo (no era un mote; se llamaba as¨ª), que urdieron con Carrero Blanco en 1958 el convenio por el que el Estado entregaba a los benedictinos todo el poder de uso y gesti¨®n sobre la Fundaci¨®n de la Santa Cruz del Valle de los Ca¨ªdos y la Abad¨ªa de Silos. Y todo es todo, sostiene Cantera.
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