Las tecnol¨®gicas, ?culpables de reducir la productividad de la econom¨ªa?
Una nueva investigaci¨®n asegura que las mismas empresas que podr¨ªamos considerar como abanderadas del crecimiento econ¨®mico en realidad lo est¨¢n mermando
Cuando hablamos de cambio de modelo productivo, muchos terminamos por visitar el mismo lugar com¨²n: necesitamos fomentar actividades tecnol¨®gicas, especialmente las de alto valor a?adido e intensivas en capital humano. Asumimos esta como una afirmaci¨®n que no resiste (o merece) cr¨ªtica alguna. Es m¨¢s, los economistas hemos vendido en los ¨²ltimos a?os que toda sociedad que quiera avanzar debe fomentar tales actividades. Sin embargo, una reciente l¨ªnea de investigaci¨®n pone en duda tal consenso. Su afirmaci¨®n: la masiva irrupci¨®n de nuevas empresas tecnol¨®gicas basadas en el conocimiento y en el capital intangible y su escasa rentabilidad reducen la productividad de una econom¨ªa.
Recuerda: todos los indicadores de bienestar, como salarios o sus derivadas dependen de la productividad. Si esta no aumenta, no hay mejora de bienestar. La ca¨ªda de la productividad incrementa la desigualdad.
Y la productividad ha ralentizado su crecimiento en la mayor¨ªa de los pa¨ªses desarrollados, sobre todo desde el estallido de la Gran Recesi¨®n. Eso es lo que se?alan varios indicadores. Este hecho resulta cuando menos parad¨®jico porque estamos inmersos en una revoluci¨®n industrial que est¨¢ cambiando tanto los procesos de producci¨®n como de consumo. Hasta ahora, se manejaban explicaciones mainstream como la crisis de balances o los ciclos de deuda, cuando el sobreendeudamiento de las familias y empresas se traduce en una menor inversi¨®n; o la escasa rentabilidad de las inversiones o los problemas demogr¨¢ficos o de desigualdad. Nunca hasta ahora se hab¨ªa culpado a los sectores high-tech.
Las grandes tecnol¨®gicas son m¨¢s eficientes y productivas, por lo que un mayor peso de las mismas en el tejido productivo de un pa¨ªs deber¨ªa elevar, por efecto composici¨®n, la productividad del mismo. Sin embargo, s¨ª se duda de que la traducci¨®n en t¨¦rminos agregados implique necesariamente mejoras en la capacidad de una econom¨ªa para producir m¨¢s y mejor.
?Cu¨¢l es la raz¨®n para llegar a esta conclusi¨®n? La existencia de restricciones crediticias y bajos tipos de inter¨¦s. Para los economistas que siguen esta l¨ªnea de investigaci¨®n, el quid de la cuesti¨®n es que las empresas high-tech, y cuyo capital es en gran parte intangible, tienen mayores dificultades para endeudarse que las empresas tradicionales. La raz¨®n es que este tipo de capital, a diferencia del tangible, dif¨ªcilmente es aceptado como garant¨ªa o colateral de un pr¨¦stamo para la inversi¨®n. En consecuencia, esta restricci¨®n financiera obliga a las empresas m¨¢s innovadoras a acumular dinero, liquidez o cash, para financiar sus propios proyectos. Estas empresas se convierten pues en ahorradoras netas a la espera de encontrar el momento propicio en el cu¨¢l invertir.
Y ahora viene la segunda parte. Si existe disponibilidad de ahorro, pero escasez de proyectos de inversi¨®n high-tech por la existencia de restricciones crediticias, ?qui¨¦n acude a los bancos a pedir prestado? No queda otra: las empresas especializadas en capital tangible y que resultan ser menos productivas. As¨ª pues, el menor crecimiento de la productividad se podr¨ªa explicar por una dislocaci¨®n de los fondos prestables a favor de empresas menos productivas pero con mejor acceso al cr¨¦dito.
De un modo muy resumido esto es lo que defienden en un trabajo reciente los economistas Andrea Caggese y Ander P¨¦rez-Oliv¨¦. Aunque esta literatura lleva al menos un lustro desarroll¨¢ndose, son estos autores los que terminan por vincular los tres nodos de la tesis. Por un lado, el aumento del peso de los intangibles por el cambio tecnol¨®gico, origen primigenio de la cadena causa-efecto. En segundo lugar, la existencia de restricciones financieras, muy posiblemente exacerbada con las recientes regulaciones, y que, dado un mercado financiero no completo, es decir, que no puede financiar proyectos sin garant¨ªas f¨ªsicas y con elevado riesgo de fracaso, termina por no querer financiar proyectos basados en gran parte en el desarrollo y uso de capital intangible. En tercer lugar, y ayudado por un entorno de bajos tipos de inter¨¦s, los dos factores anteriores ejercen dislocaci¨®n de recursos hacia actividades menos productivas y que pueden terminar por reducir el crecimiento potencial de la productividad.
En el gr¨¢fico que se muestra a continuaci¨®n se observa la variaci¨®n en la dotaci¨®n de capital intangible por hora trabajada en varios pa¨ªses, elaborado por el Instituto Valenciano de Investigaciones econ¨®micas (IVIE). Sin excepci¨®n, y a pesar de las grandes diferencias entre pa¨ªses, este trabajo muestra que para todos los pa¨ªses analizados, el peso de los intangibles ha aumentado claramente en las ¨²ltimas d¨¦cadas.
Como se ha comentado, este aumento en el peso de los intangibles viene asociado a un incremento en las necesidades de liquidez de las empresas para poder financiar parte de estos aumentos de dotaciones. As¨ª, la figura que se muestra a continuaci¨®n refleja precisamente un hecho que se correlaciona con esta mayor intensidad en intangibles, la acumulaci¨®n de ¡°cash¡± o efectivo. Como se?alan Caggese y P¨¦rez-Oliv¨¦ en su trabajo, y como se puede observar en este gr¨¢fico extra¨ªdo de un reciente trabajo de los economistas Robin D?ttling, Tomislav Ladika y Enrico Perotti, se observa la clara diferencia en la acumulaci¨®n de efectivo por parte de las empresas norteamericanas condicionado al peso que los intangibles representan en el stock de capital de la empresa.
Volviendo a Caggese y P¨¦rez-Oliv¨¦, los autores no escatiman l¨ªneas en explicar qu¨¦ relaci¨®n existe entre las restricciones financieras, los tipos de inter¨¦s, la acumulaci¨®n de intangibles y el menor crecimiento de la productividad y cuyos retazos ya he avanzado.
As¨ª, en un entorno de bajos tipos de inter¨¦s, consecuencia de toda una serie de factores seculares, las alternativas rentables de inversi¨®n para las empresas se reducen considerablemente. Seg¨²n Caggese y P¨¦rez-Oliv¨¦, en un mundo con dos tipos de empresas, las eficientes high-tech y el resto, que caigan los tipos de inter¨¦s reales, tal y como ha ocurrido en la ¨²ltima d¨¦cada, va en perjuicio de las primeras. La raz¨®n es doble. Por un lado, un menor tipo de inter¨¦s reduce la rentabilidad del ahorro, y que es precisamente mayor como hemos visto entre las empresas high-tech, lo que les impide elevar su inversi¨®n. Por otro lado, unos tipos de inter¨¦s menores elevan el precio del capital a comprar (alquilar). Por ejemplo, si necesito capital humano, trabajadores especializados, para llevar a cabo proyectos de inversi¨®n y todas las empresas coincidimos en esta necesidad, el coste de contratar este capital humano, obviamente finito, se eleva. Debemos entender que, aunque haya empresas especializadas en contratar capital humano, en particular las high-tech, este capital puede ser demandado por todo el conjunto de las empresas, ya est¨¦n especializadas o no en intangibles. Tanto startups tecnol¨®gicas como Wallmart o Carrefour pueden demandar programadores en mayor o menor medida. En consecuencia, en un entorno de tipos bajos, tanto las empresas high-tech como el resto compiten por comprar o alquilar el capital necesario, tangible o no, provocando su encarecimiento.
Y es aqu¨ª donde surge el problema. Si el precio del capital se eleva para todos y la retribuci¨®n del ahorro cae especialmente en las empresas high-tech (m¨¢s ahorradoras dadas las restricciones crediticias), la probabilidad de que estas inviertan se reduce. Sin embargo, como existe disponibilidad de ahorro que el sistema financiero quiere colocar entre posibles demandantes, este se dirige hacia aquellas empresas con mayor dotaci¨®n de stock de capital tangible, es decir, las menos productivas, provocando finalmente un menor crecimiento que, como expliqu¨¦ al inicio, viene derivado de la menor inversi¨®n y especialmente por aquellas empresas menos productivas.
Por lo tanto, una nueva explicaci¨®n al menor crecimiento de la productividad emerge. Y curiosamente tiene como epicentro a las mismas empresas que en principio podr¨ªamos considerar como abanderadas de este crecimiento, las tecnol¨®gicas. Bien es verdad que la culpa no es suya, sino m¨¢s bien una combinaci¨®n de ciertas desdichas. Precisamente por esta raz¨®n es esta una l¨ªnea de investigaci¨®n muy sugerente.
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