El ultraindividualismo de Silicon Valley tiene su fil¨®sofa rusa de cabecera
Idealizaci¨®n del emprendedor, desd¨¦n por el 'statu quo'... Ayn Rand teoriz¨® hace sesenta a?os las ideas que Peter Thiel o Travis Kalanick reivindican en Silicon Valley
Mu¨¦vete r¨¢pido y rompe cosas. Si no rompes cosas, no te est¨¢s moviendo lo suficientemente r¨¢pido". Ese era el consejo que Mark Zuckerberg daba a sus programadores en la primera d¨¦cada de Facebook. Y lo llevaba tan a gala que ese Move fast. Break things fue utilizado un tiempo como un lema por la propia red social.
En 2014,?lo dejaron de lado por pol¨ªticamente incorrecto. Ya eran tan grandes y hab¨ªan roto tantas cosas que tal vez ten¨ªan miedo de que se las rompieran a ellos.
Move fast. Break things es tambi¨¦n el t¨ªtulo de un ensayo, publicado el a?o pasado, acerca del creciente poder de Google, Amazon y Facebook, presentados por su autor, Jonathan Taplin, como una aut¨¦ntica amenaza para el pluralismo empresarial y cultural. Taplin alerta tambi¨¦n sobre la posible idealizaci¨®n de un modelo de empresario y de empresa que no toma prisioneros ni respeta m¨¢s de lo estrictamente necesario las normas y los acuerdos t¨¢citos. Es Uber con los taxis, YouTube con los derechos de autor, Facebook con los medios de comunicaci¨®n. En la base de esa forma de actuar, que define como despiadada y ego¨ªsta, el autor destaca el nombre de una pensadora, Ayn Rand,?que en los ¨²ltimos a?os tambi¨¦n ha aparecido ligada a fen¨®menos como el Tea Party y la victoria electoral de Trump, adem¨¢s de recibir muestras de apoyo de personajes como Paul Ryan, presidente de la C¨¢mara de Representantes de Estados Unidos, Travis Kalanick, fundador de Uber, y Peter Thiel, creador de PayPal e inversor tot¨¦mico en Silicon Valley.
El verdadero nombre de Ayn Rand era Alisa Zin¨®vievna. Nacida en Rusia en 1905, huy¨® con su familia de la revoluci¨®n bolchevique, una experiencia traum¨¢tica que la marc¨® para siempre con un rotundo rechazo a toda forma de colectivismo. En Estados Unidos, con su imaginario del colono, encontrar¨ªa la tierra prometida.
Durante un tiempo, Rand se gan¨® la vida como guionista de Hollywood. Pero lo que realmente le ha dado fama son dos novelas, El manantial y Atlas Shrugged. En la primera, que se adapt¨® al cine con el mismo t¨ªtulo y Gary Cooper de protagonista, un brillante arquitecto, innovador y creativo, se enfrenta a un sistema adocenado que le exige pasar por el aro. Atlas Shrugged, traducido al castellano como La rebeli¨®n de Atlas, es una distop¨ªa: los l¨ªderes de la sociedad se ponen en huelga y huyen a las monta?as de Colorado a crear una nueva sociedad, hartos del aborregamiento de las masas.
Posteriormente, Rand se centr¨® m¨¢s en la pol¨ªtica y la filosof¨ªa, hasta su fallecimiento en Nueva York en 1982. Y durante todos esos a?os predic¨® un pensamiento, el objetivismo, simple pero contundente: el ego¨ªsmo es bueno, el altruismo no tiene sentido y la libertad -entendida como no pedir nada, no esperar nada y no depender de nada- es sagrada. Un discurso m¨¢s libertario que ultraliberal que legitima moralmente el ego¨ªsmo empresarial y pone en el centro de la sociedad a los ricos, los empresarios, los innovadores.
Taplin, todo un indignado, asegura que ¡°desde Ronald Reagan y Margaret Thatcher, esos principios han ganado la batalla de las ideas¡±. Leyendo su libro, la conclusi¨®n es que los libertarios, ondeando la bandera de Rand, han conquistado Silicon Valley, y su ejemplo se extiende por todo el planeta como un virus m¨¢s cultural que ideol¨®gico. ?Exagera?
Para el economista Jos¨¦ Mois¨¦s Mart¨ªn, ¡°es cierto que la cultura de las startups es muy libertaria, pero ese discurso individualista es parte de la automotivaci¨®n del emprendedor. Nadie crea Facebook pensando en la responsabilidad social corporativa¡±. En su opini¨®n, el problema de Rand es que ¡°viene de una cultura muy marcada por el colectivismo y reacciona de forma exacerbada, de tal forma que convierte una actitud cultural en casi una religi¨®n que casa en parte con el trumpismo. Pero desde el punto de vista de la teor¨ªa econ¨®mica, su papel es testimonial¡±.
El tambi¨¦n economista Javier Santacruz coincide en que su influencia es simb¨®lica, aunque llamativa: ¡°El argumento de El manantial, reducido al absurdo, sirve para contar la lucha de Uber contra los taxistas. Pero sus ideas son muy maniqueas, y con los a?os se radicaliza y se va quedando atr¨¢s¡±. Hay quien atribuye cierta influencia de Rand en Alan Greenspan, con el que tuvo una relaci¨®n, pero Santacruz no llega tan lejos.
Rand es en consecuencia un icono pop para libertarios, sean de la Am¨¦rica profunda o del valle del silicio, o, como la defin¨ªa un art¨ªculo de The Guardian, un Gordon Gekko, el protagonista de Wall Street, con el bachillerato. Pero hay m¨¢s: la melod¨ªa de sus ideas coincide con la de las nuevas relaciones laborales de la econom¨ªa digital.
¡°Es cierto que se est¨¢ volviendo a poner el foco en la responsabilidad individual¡±, explica Mart¨ªn. ¡°Le estamos diciendo a la gente que tiene que inventar su propio trabajo, construir su propia marca. Los trabajadores han perdido la batalla, porque el proceso laboral ya no se entiende como algo colectivo¡±, asegura. El fil¨®sofo Javier Gom¨¢ pide a este respecto no llamarse a enga?o: ¡°Igual que la ley absoluta de la pol¨ªtica es la ocupaci¨®n del poder, la ley absoluta de la empresa es la maximizaci¨®n del lucro¡±. Si el trabajador cuenta menos, tanto Gom¨¢ como Mart¨ªn coinciden en que el consumidor cuenta m¨¢s. ¡°Es la ¨¦poca en la que m¨¢s se habla de ¨¦tica en las escuelas de negocios, y las empresas est¨¢n obsesionadas con su reputaci¨®n. Si el elector es la medida de control del pol¨ªtico, el consumidor es la medida de control de la empresa¡±, asegura Gom¨¢.
Muchos ven con pesimismo estos cambios, que gustar¨ªan a Rand. Taplin dibuja un panorama sombr¨ªo, en el que Google, Facebook y Amazon conformar¨¢n un oligopolio porque ¡°controlan las aplicaciones que controlan nuestras vidas¡±. Santacruz no compra este discurso - ¡°ese hipot¨¦tico oligopolio de tres ser¨¢ en unos a?os el oligopolio de otros tres que ahora ni existen, porque la tecnolog¨ªa ha derribado las barreras de entrada¡±- y cree que simplemente ahora vivimos una ¨¦poca de discurso empresarial individualista que tal como vino se ir¨¢: ¡°Los ciclos se repiten. Lo que ahora llamamos econom¨ªa digital era en 1850 el ferrocarril en el salvaje oeste¡±. Tambi¨¦n por entonces se mov¨ªan r¨¢pido y romp¨ªan cosas, con un esp¨ªritu inconformista que Rand disfraz¨® de teor¨ªa y envolvi¨® con ¨¦pica.
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