Ciborgs: ?un futuro de carne y chips?
Entre el mito fant¨¢stico y la realidad cient¨ªfica, la tecnolog¨ªa se infiltra poco a poco en nuestros cuerpos. Pero, ?hasta qu¨¦ punto seremos c¨ªborgs en un futuro?
Sentada en una cafeter¨ªa cualquiera de Barcelona, Moon Ribas (Matar¨®, 1985) parece alguien completamente normal. Sin embargo, su percepci¨®n de la realidad no se parece a la de nadie. ¡°Tengo unos sensores integrados en los pies que me permiten recibir informaci¨®n s¨ªsmica en forma de vibraci¨®n¡±, cuenta para explicar por qu¨¦ se considera una c¨ªborg. Bailarina y core¨®grafa, Moon se realiz¨® estos implantes para ¡°percibir el movimiento de una manera m¨¢s profunda¡±. ¡°Para m¨ª fue una exploraci¨®n. Saber que el planeta se mueve es muy distinto de notarlo¡±, prosigue. ¡°Me sorprendi¨® percibir que la Tierra es un organismo que se mueve y evoluciona. Esta extensi¨®n de los sentidos tambi¨¦n me ha ayudado a aprender a vivir en nuestro planeta. Me ha creado m¨¢s empat¨ªa y he aprendido sobre esa desconexi¨®n que tenemos con ¨¦l¡±.
A su lado, su amigo de la infancia Neil Harbisson (Londres, 1984) llama la atenci¨®n inmediatamente. La antena que le nace en la nuca y llega hasta situarse sobre su frente hace que, instintivamente, le reconozcamos como c¨ªborg. Su historia es conocida: para paliar su acromatopsia, una enfermedad cong¨¦nita que solo le permite ver en blanco, negro y grises, se implant¨® en el cr¨¢neo ese dispositivo que le permite percibir los colores en forma de vibraci¨®n, traducidos a notas musicales. ¡°Escucho los colores¡±, resume ¨¦l. Pero no solo los que el com¨²n de los mortales tenemos a nuestra disposici¨®n: ¡°Tambi¨¦n percibo rayos ultrarrojos y ultravioletas¡±, detalla. ¡°Si alguien sube o baja el volumen de la tele y me pasa el infrarrojo por delante, lo noto. Me sorprendi¨® que la ciudad est¨¢ llena de infrarrojos¡±.
El gran?cambio se?producir¨¢ cuando los humanos pierdan el miedo a cambiarse a s¨ª mismos". Neil Harbisson
Moon y Neil son la cara visible del movimiento c¨ªborg en Espa?a. Han aparecido en art¨ªculos de prensa, televisi¨®n y en charlas TED. Juntos han creado la Fundaci¨®n C¨ªborg y la Transpecies Society, organizaciones que ayudan a otras personas a seguir su camino y que defienden sus derechos. Para algunos no son sino unos freaks ¨¢vidos de atenci¨®n. Ellos, sin embargo, sit¨²an el origen de su experimentaci¨®n en un ¨¢mbito muy concreto.
¡°La gente ve esto como tecnolog¨ªa, pero es arte¡±, proclama Neil. ¡°Cuando surgi¨® la fotograf¨ªa tambi¨¦n se consideraba solo tecnolog¨ªa. En nuestro caso, la creaci¨®n de nuevos sentidos, de nuevos ¨®rganos, para nosotros es un arte. Pero dise?arte a ti mismo no es solo una acci¨®n art¨ªstica; tambi¨¦n tiene consecuencias sociales¡±.
Ellos han ido m¨¢s lejos que la mayor¨ªa de los humanos, pero aseguran que no son tan diferentes del resto. ¡°Estamos todo el d¨ªa utilizando m¨®viles, pantallas, y el hecho de insertarse tecnolog¨ªa en el cuerpo solo es ir un poco m¨¢s all¨¢¡±, afirma Moon. ¡°El gran cambio se producir¨¢ cuando los humanos pierdan el miedo a cambiarse a s¨ª mismos¡±, retoma Neil. ¡°Psicol¨®gicamente ya estamos ligados a la tecnolog¨ªa. Simplemente iremos de la uni¨®n psicol¨®gica a una uni¨®n biol¨®gica¡±. ?Pasar¨¢ por esa decisi¨®n, la integraci¨®n de la tecnolog¨ªa en nuestro propio cuerpo, el futuro de la especie humana? ?O ya hemos iniciado ese proceso sin darnos cuenta?
El hombre m¨¢quina
El t¨¦rmino c¨ªborg se acu?¨® en 1960, en plena carrera espacial. Los cient¨ªficos Manfred Clynes y Nathan S. Kline utilizaron la contracci¨®n de las palabras cybernetic y organism en un art¨ªculo de la revista Astronautics en el que propon¨ªan un sistema ¡°hombre-m¨¢quina¡± capaz de sobrevivir en entornos diferentes al terrestre. Antes de eso, la literatura fant¨¢stica ya hab¨ªa imaginado distintas fusiones de carne y acero. Pero habr¨ªa que esperar para encontrarnos a los primeros humanos dispuestos a fusionarse con la m¨¢quina.
En 1997, el m¨¦dico y cient¨ªfico Philip Kennedy implant¨® a uno de sus pacientes, Johnny Ray, unos electrodos en el cerebro. Ray, un veterano de Vietnam, hab¨ªa despertado de un coma con su mente intacta, pero no pod¨ªa mover su cuerpo. Conectados a un ordenador, los electrodos transmit¨ªan informaci¨®n tremendamente b¨¢sica como mover el cursor del rat¨®n o elegir palabras en un men¨². Antes de morir, cinco a?os despu¨¦s de la intervenci¨®n, Ray se convirti¨® en lo que muchos consideran el primer c¨ªborg. Poco despu¨¦s, en 2001, el electricista estadounidense Jesse Sullivan perdi¨® sus dos brazos en un accidente de trabajo. El Instituto de Rehabilitaci¨®n de Chicago dise?¨® para ¨¦l unos brazos bi¨®nicos que, conectados a unos electrodos, responden a las ¨®rdenes de su cerebro. La idea propuesta por Clynes y Kline parec¨ªa cada vez m¨¢s cerca.
Para Kevin Warwick, controvertido profesor de la Universidad de Coventry, la cuesti¨®n no es si debemos ser o no c¨ªborgs; quien no lo sea en el futuro se convertir¨¢ en una ¡°subespecie¡±. Exponente del transhumanismo, esa corriente de pensamiento que persigue la evoluci¨®n de la especie humana a trav¨¦s de la integraci¨®n con la tecnolog¨ªa, Warwick se ha realizado distintos implantes desde 1998. El primero fue un chip que le permit¨ªa encender y apagar las luces de su oficina. Con el segundo, transmit¨ªa datos a una mano mec¨¢nica. Warwick asegura que, tras varias semanas, logr¨® abrir y cerrar la mano a trav¨¦s de las se?ales que emit¨ªa su cerebro. Otros, como el australiano Stelarc, han cruzado la l¨ªnea biol¨®gica con intenciones art¨ªsticas: en 2007 se implant¨® en un brazo una oreja generada en un laboratorio. Sus performances suelen girar en torno a la b¨²squeda de nuevas maneras de interactuar con nuestro entorno a trav¨¦s de la tecnolog¨ªa.
Los problemas?de ceguera?ser¨¢n menores porque reemplazaremos retinas por sistemas electr¨®nicos". Ricard Sol¨¦,?f¨ªsico y bi¨®logo
Entre el hoy y el ma?ana
Todas estas experiencias, junto con el influjo de la ciencia ficci¨®n, alientan un futuro en el que seamos algo m¨¢s que humanos. Pero, ?d¨®nde empieza la realidad cient¨ªfica y d¨®nde acaba la fantas¨ªa rupturista? Pedro Diezma, experto en biohacking, no tiene dudas en que la intervenci¨®n tecnol¨®gica en la naturaleza humana va a formar parte de nuestra evoluci¨®n. ¡°La gente que lleva gafas ya est¨¢ biohackeada¡±, apunta. ¡°Si puedes hacerte una cirug¨ªa para cambiar tu f¨ªsico, y eso ya est¨¢ aceptado, ?por qu¨¦ no la va a haber para mejorar tus capacidades, tu memoria, o para vivir m¨¢s tiempo? Al final, va impl¨ªcito en el ser humano avanzar, crecer y mejorar¡±, afirma.
Las maneras en las que, seg¨²n Diezma, estas mejoras pueden llegar son diversas, desde lo m¨¢s avanzado ¡ª¡°liftings que depurar¨¢n los errores gen¨¦ticos¡±¡ª hasta pr¨¢cticas que parecen todav¨ªa irrealizables. ¡°Existe un proyecto llamado Kernel que va a permitir incorporarte un chip en el cerebro que funcione como un disco duro externo, aunque para que esa potenciaci¨®n sea real y tenga un efecto en la sociedad todav¨ªa habr¨¢ que esperar¡±, relata antes de poner un ejemplo de lo que podr¨ªa sucedernos: ¡°Imag¨ªnate que tienes que elegir entre cinco abogados. Todos tienen una experiencia similar, pero uno tiene insertado un chip en el que est¨¢ almacenada toda la legislaci¨®n internacional. ?A cu¨¢l contratar¨ªas?¡±.
Otras voces, sin embargo, se muestran m¨¢s esc¨¦pticas. ¡°Estamos bastante lejos de poder implantar un chip en el cerebro para tener m¨¢s memoria¡±, explica Ricard Sol¨¦, f¨ªsico y bi¨®logo, as¨ª como investigador del ICREA, el instituto catal¨¢n de estudios avanzados. ¡°Hay cosas preliminares que a veces en las noticias se hinchan mucho, pero la arquitectura del cerebro y la de un chip son muy diferentes. La biolog¨ªa no permite hacer cualquier cosa. Quiz¨¢s en tareas simples haya manera de hacer esa conexi¨®n, pero conf¨ªo m¨¢s en que las escuelas eduquen bien a la gente¡±.
Sol¨¦ tiene m¨¢s confianza en otras ¨¢reas cient¨ªficas, como el microbioma. ¡°En el futuro, un c¨ªborg podr¨ªa llevar bacterias modificadas gen¨¦ticamente que reemplacen funciones o que aporten funciones nuevas¡±. Tambi¨¦n destaca el campo de la edici¨®n gen¨¦tica para corregir posibles enfermedades. ¡°Tengo muy claro que esta pr¨¢ctica permitir¨¢ m¨¢s cosas en el futuro¡±, asegura. ¡°Probablemente, y si todo va bien, los problemas de ceguera ser¨¢n menores porque reemplazaremos retinas por sistemas electr¨®nicos, o podremos corregir estos problemas a trav¨¦s de c¨¦lulas madre¡±. Sin embargo, tambi¨¦n aqu¨ª hay l¨ªmites. ¡°Hay gente que dice que se podr¨¢ mejorar la inteligencia o el car¨¢cter pero, si algo hemos aprendido en los ¨²ltimos 15 a?os, es que esas cualidades no las controla un gen, ni dos, ni tres. Creo que ser¨¢ imposible hacer una actuaci¨®n sobre el ADN para obtener un ni?o m¨¢s inteligente. No hay la m¨¢s m¨ªnima evidencia de que eso sea posible¡±.
La generaci¨®n c¨ªborg
Desde las perspectivas m¨¢s optimistas hasta la tozuda realidad del m¨¦todo cient¨ªfico, parece claro que hay un espacio todav¨ªa por formar y que est¨¢ ¨ªntimamente vinculado con los avances de los que iremos siendo testigos. ¡°El tiempo nos ir¨¢ indicando lo que es posible modificar¡±, resume Sol¨¦. Mientras tanto, gente como Moon y Neil seguir¨¢n dispuestos a expandir, a su manera, los l¨ªmites de lo?humano. ¡°Yo quiero a?adirme una corona solar entre la piel y el hueso para notar la rotaci¨®n del planeta en mi cabeza, a trav¨¦s de un punto de calor que tarda 24 horas en dar una vuelta completa¡±, avanza Neil. ¡°Quiero que mi cerebro se acostumbre a la rotaci¨®n del planeta para poder modificar mi percepci¨®n del tiempo¡±.
Pr¨¢cticas como esta pueden parecer extremas, pero para ellos solo es una cuesti¨®n de percepci¨®n. ¡°Las nuevas generaciones ven todo esto de forma m¨¢s natural¡±, explica Moon. En la Transpecies Society, nos aseguran, tienen ya m¨¢s de 200 miembros, muchos de ellos muy j¨®venes. Uno de ellos es Manuel Mu?oz, de 20 a?os y cofundador de la asociaci¨®n. ?l lleva un dispositivo externo en su cabeza que le permite sentir la presi¨®n atmosf¨¦rica y sus cambios a trav¨¦s de una vibraci¨®n. O Kai Landre, un joven m¨²sico que est¨¢ esperando a cumplir 18 a?os para a?adir a su percepci¨®n lo que ¨¦l llama ¡°cosmic sense¡±. ¡°A trav¨¦s de un detector de part¨ªculas que analizan la radiaci¨®n del espacio, podr¨¦ sentir cu¨¢ndo entran rayos c¨®smicos a la atm¨®sfera de la Tierra¡±, cuenta. ¡°El chip traducir¨¢ la frecuencia de cada rayo a una nota musical. As¨ª, recibir¨¦ melod¨ªas que llegan del espacio¡±. Kai espera que experiencias como la suya sean m¨¢s habituales en el futuro. ¡°Todo progreso viene de una idea desorbitada. Llegar¨¢ un momento en el que estas transiciones sean aceptadas y comunes¡±. Harbisson comparte esta visi¨®n: ¡°De la misma forma que las operaciones transg¨¦nero no se permit¨ªan hace unos a?os, con las operaciones transespecie suceder¨¢ lo mismo¡±. Para ¨¦l, estas transformaciones tambi¨¦n tienen un significado m¨¢s profundo. ¡°Los comit¨¦s de bio¨¦tica no aprueban esto que hacemos. Nosotros, sin embargo, creemos que, en vez de cambiar el planeta, debemos cambiarnos a nosotros mismos. En unas d¨¦cadas podremos regular nuestra temperatura y no cambiar la del planeta con calefacci¨®n. Y en vez de encender luces tendremos visi¨®n nocturna. Esto ser¨¢ considerado ¨¦tico cuando la gente vea que es mejor para nosotros mismos y para el planeta¡±. Antes de despedirse, Moon y Neil nos explican que el logotipo de la Transpecies Society es un circulo sin cerrar: ¡°Por eso usamos el t¨¦rmino transespecie, porque el ser humano solo es algo temporal¡±.
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