No es la tecnolog¨ªa, sino su gobernanza, lo que salvar¨¢ la democracia
El inmovilismo rara vez es una opci¨®n y las nuevas tecnolog¨ªas no son intr¨ªnsecamente contrarias al orden liberal que las ha creado
Nuestros estados del bienestar se enfrentan hoy a un complejo dilema en lo que respecta a su relaci¨®n con la tecnolog¨ªa. La cuarta revoluci¨®n industrial puede acabar precipitando el colapso de las democracias liberales o elevarlas a niveles de prosperidad y representatividad nunca vistos en la historia. Que ocurra una u otra cosa depender¨¢ de nuestra capacidad como sociedad para innovar y gobernar el cambio exponencial, sin dejarnos amedrentar por figuras como Donald Trump, que postulan el statu quo como ¨²nica forma de progreso.
Hace diez a?os, reinaba en Occidente un gran optimismo respecto al efecto salv¨ªfico que la revoluci¨®n digital tendr¨ªa en nuestros estados. Las nuevas tecnolog¨ªas, se dec¨ªa, nos permit¨ªan dise?ar mejores pol¨ªticas, aumentar la transparencia y la rendici¨®n de cuentas de las administraciones p¨²blicas y fomentar la participaci¨®n ciudadana, acabando as¨ª con la crisis de representatividad que, ya entonces, el abstencionismo empezaba a provocar en las democracias occidentales.
Animados por esa esperanza, numerosos gobiernos invirtieron millones de d¨®lares en digitalizar sus procesos administrativos, desarrollar plataformas de voto online, e incorporar tecnolog¨ªas como el big data a sus mecanismos de toma de decisiones.
Hoy, el panorama es radicalmente distinto. Los acontecimientos de los dos ¨²ltimos a?os han transformado aquel optimismo inicial en escepticismo y rechazo. El caso reciente de Cambridge Analytica es solo el ¨²ltimo en una larga lista de esc¨¢ndalos poblada de bots rusos, fake news, manipulaci¨®n por redes sociales y hackeos a instituciones p¨²blicas. Sabemos con certeza que la inteligencia artificial est¨¢ siendo empleada por ciertas empresas privadas, partidos pol¨ªticos y gobiernos, para distorsionar el debate p¨²blico, generar fractura social e influir procesos electorales como el refer¨¦ndum del brexit o las elecciones presidenciales de los Estados Unidos.
Estos y otros episodios han hecho que muchos pol¨ªticos y ciudadanos vean con recelo la integraci¨®n de nuevas tecnolog¨ªas al ¨¢mbito p¨²blico, preocupados por los serios riesgos que estas plantean en materia de seguridad, privacidad, legitimidad de los procesos electorales, e incluso sostenibilidad financiera.
Tales reparos no deben ser ignorados. Sin embargo, tampoco debemos olvidar que el inmovilismo rara vez es una opci¨®n y que las nuevas tecnolog¨ªas no son intr¨ªnsecamente contrarias al orden liberal que las ha creado. Los mismos algoritmos que algunos emplean para desinformar y dividir, pueden utilizarse para enriquecer nuestra comprensi¨®n de la realidad y movilizar a la ciudadan¨ªa en la defensa de sus derechos.
Los mismos robots que amenazan con destruir el 30% de los trabajos actuales, pueden servir para superar el reto del envejecimiento demogr¨¢fico, elevar la productividad de nuestras econom¨ªas, y generar cotas de bienestar sin precedentes. Son muchas las start-ups que est¨¢n trabajando en esta direcci¨®n. La espa?ola Scytl ha implementado sistemas de voto online en 20 pa¨ªses y gestionado electr¨®nicamente m¨¢s de 100.000 eventos electorales. Factmata y Avantgarde Analytics est¨¢n usando bots para detectar y denunciar las noticias falsas que circulan en la red. Empresas como Govcoin, PokitDok y ODEM, emplean blockchain para reducir el fraude y mejorar la provisi¨®n de servicios p¨²blicos como sanidad y educaci¨®n.
En los ¨²ltimos a?os, el sector govtech ha crecido m¨¢s de un 300% y alumbrado miles de startups en todo el mundo. El reto ahora est¨¢ en acercar este tipo de empresas a los inversores, legisladores y pol¨ªticos europeos, para que estos puedan regular convenientemente su uso, ayudarlas a crecer, e incorporarlas a las administraciones. Esto permitir¨¢ reducir costes y mejorar resultados, algo esencial si queremos asegurar la viabilidad del estado de bienestar y acabar con la crisis de confianza que aqueja a las democracias liberales.
La universidad debe ser parte de ese proceso. Por ese motivo, en IE hemos creado el Center for the Governance of Change, un centro de investigaci¨®n aplicada ¨²nico en su especie, dise?ado para ayudar a instituciones p¨²blicas y privadas a navegar el cambio exponencial y facilitar la modernizaci¨®n de nuestros sistemas.
Nada sustantivo se lograr¨¢ en el corto plazo. Pero precisamente por ello es importante que todos los agentes de la sociedad se sumen a este esfuerzo. La supervivencia del estado de bienestar y de la democracia como forma de convivencia, dependen en buena medida de ello.
Diego Rubio es doctor por la Universidad de Oxford, profesor en la Escuela de Relaciones Internacionales del IE y director ejecutivo del Center for the Governance of Change de IE.
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