Diez percepciones discutibles de la tecnolog¨ªa (I)
Estas son algunos de los tips sobre tecnolog¨ªa que con frecuencia compartimos en nuestras conversaciones y que podr¨ªan ser motivo de reflexi¨®n
El reto que tenemos que afrontar sin dilaci¨®n es aceptar el riesgo, pero tambi¨¦n la necesidad, de una crisis cultural. No es posible que nos hagamos con el control de este mundo que estamos construyendo tan r¨¢pidamente si mantenemos la mirada con la que orden¨¢bamos el mundo de antes. Pero la mentalidad es lo m¨¢s resistente al cambio. As¨ª que crece el desajuste entre lo que hacemos y c¨®mo lo miramos, hasta que llegue a una distorsi¨®n insostenible y provoque que nuestras intervenciones sobre este mundo tengan demasiados errores.
Y este desajuste afecta no solo a las grandes decisiones y sus centros de irradiaci¨®n, sino que cala en nuestra mentalidad particular, en las formas en que consciente o inconscientemente percibimos e interpretamos la presencia de la tecnolog¨ªa en nuestra vida de todos los d¨ªas.
Siguen a continuaci¨®n algunas de estas percepciones que con frecuencia compartimos en nuestras conversaciones y que podr¨ªan ser motivo de reflexi¨®n acerca de si expresan este desajuste y su necesidad, por tanto, de superaci¨®n.
- Miramos a nuestro alrededor y no dejamos de ver artefactos ¡ªsimples o sofisticados, de toda la vida o reci¨¦n incorporados¡ª en tal abundancia y variedad que nos hacen sentir que estamos en un inmenso trastero (y as¨ª algunas veces los llamamos despectivamente cacharros y cachivaches que estorban). Lo que sucede es que los ¨¢rboles no nos dejan ver el bosque, que tras tal diversidad inagotable y aparentemente inconexa, hay un tejido de interrelaciones: ning¨²n artefacto, por simple o primario que se presente, flota solo e indiferente, pues tambi¨¦n hay un ecosistema artificial, y en el que, como en el ecosistema natural, estamos integrados. No se podr¨ªan, por ejemplo, explicar fen¨®menos como la innovaci¨®n y la obsolescencia ¡ªa los que hoy prestamos tanta atenci¨®n¡ª sin esa unidad en la diversidad.
- Es f¨¢cil que se sienta la tecnolog¨ªa como una invasi¨®n. Quiz¨¢ sea una recreaci¨®n del temor ancestral de que una amenaza exterior invada nuestro territorio. Algo desconocido, extra?o y b¨¢rbaro que acabe con el orden establecido. A lo largo de la historia humana ese temor ha estado acechando y revivi¨¦ndose, desde un pueblo lejano conquistador hasta naves extraterrestres. El peligro llega de fuera. Pero en realidad la tecnolog¨ªa no irrumpe, sino que brota, echa sus ra¨ªces en nuestro territorio, es fruto de nuestra humanidad y que aflora llegado el momento.
- El sentimiento opuesto a recelar de ella como invasora es considerar que est¨¢ con nosotros desde la primera herramienta de piedra. Esta extensi¨®n sin l¨ªmites hacia el pasado priva de reconocer el componente imprescindible de la tecnolog¨ªa: la ciencia. La ciencia abre horizontes que luego la t¨¦cnica explora. Es pasar del fondo del valle al panorama que ofrece la cumbre. Naturalmente, el ingenio humano ha estado, desde la primera lasca de piedra que hizo saltar, manifestando su capacidad de observaci¨®n, de imitaci¨®n, de previsi¨®n e imaginaci¨®n, de ensayo y error, de transmisi¨®n..., pero a partir de la revoluci¨®n cient¨ªfica la posici¨®n ante el mundo es muy distinta pues potencia extraordinariamente nuestra capacidad t¨¦cnica. Convendr¨ªa dejar el t¨¦rmino tecnolog¨ªa para la contemporaneidad, cuando la t¨¦cnica y la ciencia se unen en simbiosis. Por otro lado, fascinados por los rendimientos espectaculares de la tecnolog¨ªa, tendemos a olvidarnos de que sin cuidar la ciencia b¨¢sica ¡ªaunque proporcione menos beneficios a corto plazo¡ª la exuberancia tecnol¨®gica se secar¨¢ pronto. Hay que evitar que la tecnolog¨ªa sea otro nicho m¨¢s que el sistema econ¨®mico termine esquilmando.
- En la sociedad de consumo no dejan de brotar productos tecnol¨®gicos cada vez m¨¢s sofisticados que van filtr¨¢ndose por los resquicios de la vida cotidiana y afectando a nuestro comportamiento. A pesar de esta presencia abrumadora y atrayente y de su influencia tan directa e inmediata, el fen¨®meno no termina aqu¨ª: hay mucha m¨¢s tecnolog¨ªa, pero invisible, que est¨¢ conformando nuestro mundo. Esta tecnolog¨ªa casi imperceptible sostiene ya toda nuestra actividad, es ese ecosistema artificial en el que estamos instalados. Si dej¨¢ramos el modelo consumista, no por eso se podr¨ªa prescindir de la armaz¨®n de esta tecnolog¨ªa invisible, de otro modo se desplomar¨ªa la civilizaci¨®n tal como se encuentra al nivel de desarrollo a que ha llegado.
- En tiempos de tanta incertidumbre, parece que una visi¨®n de la situaci¨®n con trazos negativos es mejor acogida que un planteamiento m¨¢s positivo. As¨ª que los relatos dist¨®picos son bienvenidos. Cuando estamos temerosos nos gusta o¨ªr historias y discursos que reafirman nuestros temores, no aquellos que los pueden diluir. Estos se ven como ingenuidad propia de la inmadurez, que la persona adulta supera y que por eso ya no se enga?a, ni le enga?an; ante esta predisposici¨®n, un discurso en positivo juega hoy con desventaja. A este h¨¢ndicap se une el da?o que hacen para una visi¨®n reflexiva y bien fundada de nuestra situaci¨®n de cambio profundo los embaucadores que, aprovechando el desasosiego que produce la incertidumbre, profetizan advenimientos maravillosos.
La vida en digital es un escenario imaginado que sirva para la reflexi¨®n, no es una predicci¨®n. Por ¨¦l se mueven los alefitas, seres prot¨¦ticos, en conexi¨®n continua con el Aleph digital, pues la Red es una fenomenal contracci¨®n del espacio y del tiempo, como el Aleph borgiano, y no una malla.
Antonio Rodr¨ªguez de las Heras es catedr¨¢tico de la Universidad Carlos III de Madrid.
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