Nuevas oportunidades de difusi¨®n cultural en la Red
Ser¨ªa muy dif¨ªcil pensar que la educaci¨®n se quedara al margen de la Red, anclada en el aula y todo lo que ella supone como modo de aprendizaje
Con mucha frecuencia se critica que, en este tiempo en que tantas cosas y actividades han cambiado, la educaci¨®n no consigue librarse de su inercia y se mantiene cada vez m¨¢s desajustada, a pesar de los esfuerzos de algunos por removerla. Ser¨ªa, sin embargo, muy dif¨ªcil pensar que tambi¨¦n se quedara al margen de la Red, anclada en el aula y todo lo que ella supone como modo de aprendizaje.
Ya est¨¢ despuntando una educaci¨®n en red, que hace ver otras formas de adquirir el conocimiento y de que este proceso tenga lugar fuera del aula. Ha comenzado por los niveles universitarios y profesionales, y f¨®rmulas como los MOOC (cursos masivos ¡ªen el sentido de poder tener un gran n¨²mero de asistentes¡ª, abiertos y en red) est¨¢n sirviendo de ensayos provechosos en busca de un aula sin muros.
La oferta actual de miles de cursos acoge en una gran proporci¨®n temas destinados al aprendizaje que mejore la capacidad para un trabajo profesional. Pero en otra proporci¨®n menor encontramos temas culturales que no van orientados a un curr¨ªculo laboral. Esta vertiente cultural de los MOOC y de otras modalidades en red puede resultar un fen¨®meno de difusi¨®n cultural muy interesante.
Es tentador para un autor tener la posibilidad de componer un texto multimedia, recurriendo a piezas de v¨ªdeo, podcast, hipertexto, vi?etas¡ Escoger la conveniencia de cada una para el mensaje que se quiere transmitir y ensamblar las piezas creadas en un discurso. Pero esta obra no se deposita ni se env¨ªa, sino que se convoca a participar en ella, pues la Red tiene m¨¢s de oralidad que de escritura. Es un espacio sin lugares, donde no hay que vencer distancias para concurrir. Quienes quieran leer, escuchar, ver una obra multimedia sobre un tema interesante se re¨²nen a lo largo de varias semanas, durante las que hay una interacci¨®n entre autor y participantes (entre profesor y alumnos). Pasado ese tiempo, queda el curso abierto para un recorrido individual al ritmo que se desee y, naturalmente, sin la comunicaci¨®n que se mantiene en la anterior opci¨®n.
Estos cursos est¨¢n con el sello de plataformas de prestigiosas universidades u otras instituciones que garantizan la calidad intelectual de sus t¨ªtulos. Quienes entran en ellas encuentran un conocimiento abierto; y se hace un pago si se desea recibir una certificaci¨®n de que se ha seguido el curso. Esta y otras f¨®rmulas pr¨®ximas buscan la sostenibilidad econ¨®mica del modelo de un aula sin muros y de una cultura abierta.
Las universidades est¨¢n en este proceso de comprometerse cada vez m¨¢s con esta forma de ajustarse a una vida en digital que est¨¢ afectando a todos nosotros y a nuestras actividades. Un cambio radical en nuestra vida que altera el concepto y uso de los lugares y del tiempo, y que calificaremos, cuando tengamos una visi¨®n hist¨®rica de lo que nos est¨¢ sucediendo, de revolucionario. Su papel como difusoras de la cultura, adem¨¢s de centros de investigaci¨®n y de formaci¨®n profesional, puede ser notable. Las humanidades, cada vez con m¨¢s dificultad para encontrar su lugar en el aula, quiz¨¢ recuperen su aprecio en la Red¡ si es que saben adaptarse a las nuevas formas de comunicaci¨®n y responder a la demanda de una visi¨®n transdisciplinaria en un mundo de especialistas, que el propio sistema educativo fomenta.
No es una tarea f¨¢cil. Primero, el comunicador de tarima o de libro tiene que aprender a construir su discurso en otro entorno y con otros medios. Y la segunda exigencia est¨¢ en la necesidad de dirigir el pensamiento a cuestiones que no eran objeto de atenci¨®n hasta ahora y que hoy resultan vitales, irrenunciables para poder vivir en este siglo XXI.
La vida en digital es un escenario imaginado que sirva para la reflexi¨®n, no es una predicci¨®n. Por ¨¦l se mueven los alefitas, seres prot¨¦ticos, en conexi¨®n continua con el Aleph digital, pues la Red es una fenomenal contracci¨®n del espacio y del tiempo, como el Aleph borgiano, y no una malla.
Antonio Rodr¨ªguez de las Heras es catedr¨¢tico de la Universidad Carlos III de Madrid.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.