Ebook: el libro en el espejo
Es una pena que no se aprecie suficientemente la maravilla t¨¦cnica, el ingenio humano, que hay detr¨¢s de esta nueva forma de lectura y que nos parezca su entrada en nuestras pr¨¢cticas de la cultura escrita como impertinente, torpe
Es un libro con p¨¢ginas, pero sin hojas. Un libro especular. Basta con que roces su superficie para que pasen las p¨¢ginas. Y, al estar al otro lado del espejo, es un libro virtual. Y como tal tiene otras propiedades distintas al que est¨¢ hecho de papel y tinta. El virtual no tiene su lugar en los estantes de una biblioteca, porque es una ristra de ceros y unos que flota en el ¨¦ter digital de un espacio sin lugares, la Red.
No hay que confundir la Red con una malla, ya que es una fenomenal contracci¨®n que da como resultado un espacio sin lugares, sin distancias y, por tanto, sin demoras. Las palabras ya no se transportan de un lugar a otro, como en el libro de papel, sino que, cuando las invocas, se manifiestan en un espejo peque?o, sostenido tambi¨¦n por las manos (ya desde hace tiempo imprescindibles para la ergonom¨ªa de la lectura). Es importante esta forma de tener la palabra escrita: reside en un espacio virtual inalcanzable para el lector; pero si la invocas, se manifiesta, es decir, tiene lugar en el espejo de la pantalla que sostienen las manos. As¨ª que el libro virtual no tiene copias. Es ¨²nico, y lo que tenemos entre las manos es solo su reflejo. No hay r¨¦plicas de un original, sino reflejos.
Esa experiencia de que el texto en pantalla no est¨¢ impreso en un soporte, sino tan solo sostenido ¡ªcasi como la palabra hablada, que la sostiene por poco tiempo el aire¡ª, se siente sobre todo cuando al rozar el cristal desaparecen las palabras. ?Ad¨®nde van? En el papel, sabemos que est¨¢n en el reverso de la hoja, que no se han esfumado, pero en la pantalla sentimos que han vuelto, como la m¨²sica que acaba de sonar, al pentagrama de ristras de ceros y unos, a la espera de otra interpretaci¨®n, de otra evocaci¨®n. No importa que quede retenida en el estado intermedio de la memoria del artefacto, porque el fen¨®meno est¨¢ en la singularidad de la Red.
Es impresionante la iconograf¨ªa del libro como posesi¨®n y como expresi¨®n de poder. Bien distinta sensaci¨®n que la producida por la reverberaci¨®n de un texto virtual en un trozo de cristal.
Es una pena que no se aprecie suficientemente la maravilla t¨¦cnica, el ingenio humano ¡ªel mismo que concibi¨® el c¨®dice¡ª, que hay detr¨¢s de esta nueva forma de lectura y que nos parezca su entrada en nuestras pr¨¢cticas de la cultura escrita como impertinente, torpe. Por ahora, y como sucede tantas veces en la evoluci¨®n de las especies y de los ingenios, las f¨®rmulas mantienen una coexistencia tensa, para la que el tiempo traer¨¢ el desenlace.
Hay otra turbaci¨®n en la cultura escrita que provoca el libro en el espejo. Y es que al ser tan solo una manifestaci¨®n en una l¨¢mina de cristal de un libro virtual inalcanzable que est¨¢ en el espacio digital ¡ªun espacio que no tiene lugares¡ª no produce la sensaci¨®n de posesi¨®n de algo, como la de un texto en un libro de papel que ocupa un lugar. La territorialidad que llevamos en nuestra naturaleza humana, y que es base de la tendencia irrefrenable a la posesi¨®n de las cosas, tambi¨¦n nos condiciona en nuestra relaci¨®n con la palabra. Y si se puede poseer, se puede acumular, mostrar, ostentar¡ y entrar as¨ª en el juego de relaciones sociales en las que utilizamos los objetos para que nos distingan ante los dem¨¢s. Es impresionante la iconograf¨ªa del libro como posesi¨®n y como expresi¨®n de poder. Bien distinta sensaci¨®n que la producida por la reverberaci¨®n de un texto virtual en un trozo de cristal.
Lo virtual no solo se manifiesta apareciendo ante nuestros ojos, sino tambi¨¦n haci¨¦ndose o¨ªr. Y no supone impresi¨®n menor, pues el sonido es por naturaleza envolvente, a diferencia de la visi¨®n, a la que solo le llega lo que tiene delante. As¨ª que el texto virtual, en la Red, adem¨¢s de presentarse escrito en la pantalla, puede tambi¨¦n hacerse o¨ªr. Leer y escuchar. Una pr¨¢ctica de todas las ¨¦pocas, la de que el texto llegue por los o¨ªdos, y que hoy, en forma de audiolibro, se va a recuperar y reforzar.
Es dif¨ªcil resistirse a aceptar que la palabra residir¨¢ de ahora en adelante en el espacio sin lugares de la Red, que no haya ya que transportarla, que se manifestar¨¢ como ef¨ªmeros reflejos en una peque?a superficie de cristal, pero que tambi¨¦n se har¨¢ o¨ªr. As¨ª que el lector hoy ya puede cerrar los ojos y seguir manteniendo la presencia sonora del texto, y volver a continuaci¨®n la mirada para recuperar su lectura con los ojos. El libro electr¨®nico y el audiolibro se hibridan para proporcionar otra experiencia de lectura.
Pero es m¨¢s, el mundo virtual puede manifestarse a trav¨¦s del avatar. Es decir, cuando algo virtual toma cuerpo y, por tanto, tiene un lugar entre nosotros. Se ha impuesto hoy, por influencia principalmente de los videojuegos, la idea de sentido contrario: cuando algo corporal, como nosotros, crea un avatar, que es virtual. Sin embargo, en todas las culturas hay creencias de que lo espiritual, virtual, puede tomar forma material y habitar entre nosotros. En ese sentido tradicional y universal, el libro digital tendr¨¢ su avatar y tomar¨¢ cuerpo, olor a tinta, textura del papel, al imprimirse, como ya se est¨¢ haciendo, cuando es solicitada su presencia material, de hojas de papel, pues entra en la corriente general del fen¨®meno que por ahora se denomina impresi¨®n 3D: dar lugar ¡ªmaterializaci¨®n?¡ª a entidades virtuales, desde las m¨¢s sencillas a las complejas, y que poblar¨¢ nuestro entorno de avatares, que dejan de ser virtuales, digitales, y aparecen en el lugar que se los necesita.
Libro electr¨®nico, audiolibro, libro avatar, tres formas de manifestaci¨®n del libro digital, virtual.
Antonio Rodr¨ªguez de las Heras es catedr¨¢tico de la Universidad Carlos III de Madrid
La vida en digital es un escenario imaginado que sirva para la reflexi¨®n, no es una predicci¨®n. Por ¨¦l se mueven los alefitas, seres prot¨¦ticos, en conexi¨®n continua con el Aleph digital, pues la Red es una fenomenal contracci¨®n del espacio y del tiempo, como el Aleph borgiano, y no una malla.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.