?Dejar¨ªas que un robot te pusiera una inyecci¨®n?
El movimiento de los robots nunca se ha caracterizado por su gracilidad y delicadeza. Si van a tratar con nosotros, fr¨¢giles humanos, necesitan empezar a moverse como una palmera.
Si llega el d¨ªa en que los robots cobren conciencia, tendremos que explicarles las d¨¦cadas que dedicamos a ridiculizar sus movimientos en nuestros pasos de baile. Y si no llega, igual se nos quitan las ganas de re¨ªrnos cuando sean ellos los encargados de clavarnos las jeringuillas.
Los robots de los que nos burlamos, inmensa mayor¨ªa, son capaces de superarnos sin grandes dificultades en materia de fuerza, rapidez y precisi¨®n, pero no pueden moverse como una palmera. Les falta un sinf¨ªn de articulaciones y grados de flexibilidad. "En industria, por ejemplo, si tienes un brazo rob¨®tico, normalmente lo tienes encerrado en una jaula porque tiene una fuerza muy elevada y puede ser peligroso que comparta ese entorno con los humanos", explica Judith Viladomat, de Pal Robotics, una empresa barcelonesa especializada en rob¨®tica humanoide.
?Que qu¨¦ te importa a ti que los robots no bailen suave, suave, su-su-suave? Pues ver¨¢s, al margen de la expresi¨®n art¨ªstica, en menos de lo que piensas esas m¨¢quinas bruscas y carentes de sensibilidad podr¨ªan estar haci¨¦ndote una laparoscopia. ?C¨®mo prefieres que te hinquen una c¨¢mara en la cavidad abdominal? ?Con fuerza, rapidez y precisi¨®n? ?O con movimientos suaves y delicados?
Amy Laviers, directora del laboratorio de rob¨®tica, automatizaci¨®n y baile de la Universidad de Illinois, lo tiene claro: "Las m¨¢quinas humanoides deber¨ªan moverse y gesticular como nosotros". En gran medida, es una cuesti¨®n de convivencia tanto con nosotros como con el entorno que habitamos, que obviamente est¨¢ hecho a medida de nuestras necesidades y habilidades. "Cuando t¨² pones un robot dentro de un entorno humano, todo est¨¢ adaptado a ti, a que puedas moverte con tus piernas y usar tus instrumentos. Con un robot humanoide no har¨ªa falta adaptar nada del entorno para que pueda empezar a actuar", precisa Viladomat.
Volvemos a lo mismo: ?C¨®mo prefieres que tu compa?ero rob¨®tico te d¨¦ la pastilla, te coloque la compra o te traiga una taza de t¨¦ caliente?
- Chapados a la antigua
Parte del problema es que, en lo que a mec¨¢nica se refiere, en cuerpo de los robots no ha cambiado mucho. "Las 28 articulaciones de Atlas son muy parecidas a las de los primeros humanoides", se?ala Laviers, poniendo como ejemplo al androide b¨ªpedo de Boston Dynamics. En una sola mano nuestra, hay 25 articulaciones. En un pie, 33. La robustez de Atlas y sus espectaculares volteretas inversas no evitan que sus no menos impresionantes esfuerzos para marchar por la nieve recuerden bastante al paso tambaleante de un borracho.
Y sin embargo, su invernal vaiv¨¦n es una proeza que tambi¨¦n est¨¢ entre los objetivos de Pal Robotics. "Una de las cosas m¨¢s importantes que hemos hecho, que ha supuesto un avance respecto a modelos anteriores, es integrar sensores de fuerza", se?ala Viladomat. Con ellos consiguen que su modelo m¨¢s avanzado, Thalos, no vaya por el mundo como un elefante en una cacharrer¨ªa. Por un lado, detecta irregularidades en el terreno y modula sus movimientos en respuesta a estas, consiguiendo as¨ª un mejor equilibrio. Por otro, limita el riesgo y la severidad de las colisiones.
- Androides 'fofitos'
La posibilidad de ser aporreados por un robot tambi¨¦n se est¨¢ contrarrestando desde otro campo emergente: el de los robots blanditos. La idea es incorporar materiales el¨¢sticos, flexibles y d¨²ctiles al proceso de fabricaci¨®n. Pero en este caso, su tierna constituci¨®n es m¨¢s bien una consecuencia del objetivo principal: "Esta ¨²ltima generaci¨®n de robots blandos aumentar¨¢ el rango de movimientos y los usos posibles", explica Laviers.
En principio, todo parecen ventajas. Las tecnolog¨ªas blanditas nos permitir¨ªan simplificar la complejidad algor¨ªtmica asociada a los dise?os cl¨¢sicos, dotar¨ªan de mayor seguridad a nuestras interacciones con ellos e incluso abrir¨ªan la puerta a nuevas mejoras en el campo de la salud, por ejemplo, en lo que a dise?o de pr¨®tesis se refiere.
Cerrar¨ªamos as¨ª un c¨ªrculo que empez¨® por nosotros mismos, pues lo que intentamos copiar es el resultado de 4.000 millones de a?os de evoluci¨®n de la vida en la tierra. "La naturaleza ha creado nuestros movimientos, que nos permiten desplazarnos bien en distintos tipos de terrenos. Esto nos convierte en un buen ejemplo. Entender los principios por los que se rigen los movimientos de animales y humanos nos permite encontrar maneras de reproducirlos", apunta Viladomat.
- Los verdaderos especialistas
Sin embargo, los robots blanditos no son la ¨²nica respuesta. Laviers advierte que volveremos a encontrar las mismas dificultades si no revisamos los r¨ªgidos sistemas de control predominantes, centrados en velocidades y fuerzas. ?C¨®mo? Con la ayuda de aquellos de nosotros que ya han alcanzado una flexibilidad sobresaliente y son indiscutibles expertos en el cuerpo y sus movimientos: los bailarines que ya saben moverse como una palmera.
"Entienden los procesos f¨ªsicos por los que el cuerpo se contorsiona", explica Laviers. La investigadora pone como ejemplo una conversaci¨®n con Gregory Catellier, profesor de baile en la Universidad de Emory. Cuando este le pregunt¨® c¨®mo se mov¨ªa un peque?o androide que estaba operando, Laviers se apresur¨® a hablar de redes WiFi, servomotores y codificadores posicionales. Catellier la interrumpi¨®: "No, no. ?C¨®mo es siquiera posible para una forma humanoide moverse sin un torso?".
El profesor echaba en falta la versatilidad que nos da nuestra columna vertebral, c¨®mo nos permite doblarnos, girar y estabilizarnos. Solo en v¨¦rtebras, 33, superamos al n¨²mero de articulaciones de Atlas.? De hecho, hasta los movimientos de organismos infinitamente m¨¢s simples que nosotros, como los que hacen los flagelos de una bacteria, son un desaf¨ªo mec¨¢nico. "Necesitamos abarcar un rango mucho m¨¢s amplio de disciplinas", sentencia Laviers.
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