El humanismo como ¡°corrector¡± de la Cuarta Revoluci¨®n Industrial
Hay algunas viejas preguntas que contin¨²an sin resolverse en la pr¨¢ctica social: ?la tecnolog¨ªa nos hace mejores personas, m¨¢s morales, optimistas y solidarias? ?Podemos establecer una responsabilidad ¨¦tica a unas entidades no humanas por el curso que toma nuestro destino?
Hay algunas viejas preguntas que contin¨²an sin resolverse en la pr¨¢ctica social: ?la tecnolog¨ªa nos hace mejores personas, m¨¢s morales, optimistas y solidarias? ?Podemos establecer una responsabilidad ¨¦tica a unas entidades no humanas por el curso que toma nuestro destino?
El pensador canadiense Marshall McLuhan dedic¨® sus investigaciones a demostrar que las tecnolog¨ªas son extensiones sensoriales y cognitivas de las facultades que poseemos como especie. De modo que nuestra mentalidad y conducta influyen en la evoluci¨®n de la tecnolog¨ªa tanto como ella nos transforma a escala ecol¨®gica, cre¨¢ndose un sensorium, es decir, un flujo de sensibilidad perceptiva e hist¨®rica (bien de apego o seguridad, bien de rechazo o miedo) hacia el desarrollo de lo tecnol¨®gico y su adopci¨®n material en una determinada direcci¨®n (como herramientas productivas, facilitadores de comodidad o medios para el lenguaje). Este sensorium habr¨ªa estado ah¨ª siempre, modificando, a diferente velocidad pero sin interrupciones, nuestras creencias y esquemas culturales a nivel pol¨ªtico, religioso, socioecon¨®mico y afectivo.
Por otro lado, si asumimos el an¨¢lisis del mundo que hace Zygmunt Bauman en su di¨¢logo p¨®stumo sobre la naturaleza del mal que se replica y propaga por todos los capilares de las sociedades avanzadas, podemos inferir que en la vida diaria predomina la despersonalizaci¨®n de las relaciones con el pr¨®jimo, la huida de responsabilidades sobre lo disfuncional, y la desconfianza radical hacia todo lo que no es uno mismo.
En consecuencia, ante un panorama tan yermo, la tecnolog¨ªa podr¨ªa recibir abiertamente una severa cr¨ªtica si ponderamos cu¨¢l ha sido su impacto real sobre los aspectos homeost¨¢ticos (los que dan equilibrio y sentido a las personas) planteados al comienzo, cuya esbeltez deber¨ªa impedir ese vac¨ªo de obligaciones hacia la virtud.
Hay una paradoja que no termina de evaporase, pues a pesar de que el factor tecnol¨®gico es admitido como constante emp¨ªrica del ritmo con el que acontece el progreso de las condiciones de existencia (alfabetizaci¨®n, sanidad, alimentaci¨®n y esperanza de vida), al mismo tiempo hay una opini¨®n p¨²blica cada vez m¨¢s extensa que considera que este mismo factor, en relaci¨®n con otras dimensiones que estructuran la vida normal de las personas, est¨¢ siendo ineficaz a la hora de influir positivamente en las formas de ser, la educaci¨®n c¨ªvica, la concepci¨®n de las libertades y la percepci¨®n de felicidad.
Este discurso de deseos insatisfechos con lo tecnol¨®gico ha llegado a los dominios de la econom¨ªa (al vincularse con el eje narrativo del fin del trabajo motivado por el incipiente auge de la inteligencia artificial), y tambi¨¦n a los de la dimensi¨®n organizacional de las empresas (en este caso, enlaz¨¢ndose con la falta de alineamiento y la baja correlaci¨®n entre las notables inversiones que se hacen en tecnolog¨ªa y los supuestos aumentos tangibles en productividad, innovaci¨®n y en el compromiso emocional de los empleados con la cultura corporativa).
Ante tanta incertidumbre, ?c¨®mo se podr¨ªa alcanzar una causalidad entre el hecho probable de que al a?o que viene habr¨¢ operativos seis dispositivos tecnol¨®gicos inteligentes por cada persona que habita en el planeta, y una disminuci¨®n en el tipo de decisiones humanas que provocan desigualdad y miseria?
Plantear un reto tan ampuloso no deja de ser el s¨ªntoma de lo que se disfraza en el fondo de la cuesti¨®n, esto es, la amenaza de que la semilla m¨¢s f¨¦rtil de la condici¨®n humana (su anhelo por el bien com¨²n y la preocupaci¨®n por los dem¨¢s) pueda quedar sepultada bajo una sobreproducci¨®n tecnol¨®gica focalizada en el placer e inter¨¦s individuales, lo que repercutir¨¢ en una canonizaci¨®n del asilamiento social, en un empobreciendo cultural de alcance generacional y, tarde o temprano, en la emergencia de una angustia existencial colectiva fruto de la alienaci¨®n que algunas tecnol¨®gicas pueden incentivar y de las restricciones para fomentar las comunidades de iguales.
Esforzarse por aportar alternativas a la tendencia hedonista y consumista, a mi modo de interpretarlo, nos obliga a dirigir nuestra conciencia hacia una recuperaci¨®n de los presupuestos del humanismo. Y no me refiero a una nost¨¢lgica e id¨ªlica reconstrucci¨®n de una forma de humanismo que sabemos que no fue lo suficientemente firme y resistente para mantenerse a la cabeza de la historia en algunos de los momentos m¨¢s cr¨ªticos de la civilizaci¨®n, sino de tomar impulso para reconectar nuestra mentalidad con la importancia de validar y premiar ciertos valores, conductas y virtudes, lo que exige entender cu¨¢les fueron los objetivos de la exaltaci¨®n de lo humano en diferentes momentos de la historia, tanto para corregir errores como para aprovechar las oportunidades tecnol¨®gicas contempor¨¢neas con la ambici¨®n de que se puedan cumplir ciertos preceptos de un modo m¨¢s fiel y extendido.
Por lo tanto, ?a qu¨¦ humanismo me refiero como expresi¨®n de un filtro corrector para asegurar una finalidad moral a la curva de la transformaci¨®n tecnol¨®gica?
Primero, el florecimiento de las facultades del hombre no deber¨ªa venir determinado por la ¨²nica preocupaci¨®n de satisfacer los intereses propios o particulares utilizando a otras personas como medios para alcanzarlos, de mismo modo que el fin de la tecnolog¨ªa no deber¨ªa tener como objetivo central eliminar cualquier traba o interferencia para la consecuci¨®n de dichos intereses sin la obligaci¨®n de asumir responsabilidades.
Segundo, tal y como se construy¨® durante el Renacimiento y la Ilustraci¨®n, el m¨¦todo cient¨ªfico, centrado en curar las inteligencias de las personas, no debe ser distorsionado, explicado como un procedimiento solo relativamente fiable y susceptible de llevarnos al enga?o, sino que debe ser el hacha de s¨ªlex para romper con los l¨ªmites del conocimiento previamente establecidos, y alcanzar nuevas cotas en el pensamiento y las artes. Luego la tecnolog¨ªa no puede ce?irse a mejorar o conservar lo existente, sino que debe desafiar el estado presente de las cosas.
Tercero, la satisfacci¨®n con la pertenencia a una comunidad, a una empresa o al Estado se cimienta en que los sujetos pueden participar activamente en servir a un horizonte de ideales universales. La generaci¨®n de un prop¨®sito para que sea compartido no es sino salir al encuentro de significados trascendentes. De modo que la tecnolog¨ªa deber¨ªa beneficiar la plenitud mental y f¨ªsica de todos los colectivos de una sociedad, incluyendo a los m¨¢s desfavorecidos y atrasados.
El humanismo, que deber¨ªa cultivarse en el siglo XXI, y que se est¨¢ adjetivando de digital, es una oportunidad para influir en el sensorium cifrado por McLuhan para que pueda florecer una cultura que est¨¦ a la altura. Si lo enfocamos hacia el mundo del trabajo, este humanismo tiene que valerse de la tecnolog¨ªa para permitir que los profesionales puedan alcanzar la realizaci¨®n de todo su potencial (utilizando el dogma maniqueo, la tecnolog¨ªa deber¨ªa incentivar la consolidaci¨®n de nuestro lado bueno o, dicho de otro modo, la tecnolog¨ªa puede cambiar a las personas, aunque previamente hay que decidir qu¨¦ se quiere cambiar).
El optimismo inteligente (como opuesto al pesimismo) debe acoger esta esperanza hacia el prop¨®sito de la tecnolog¨ªa desde la construcci¨®n ¨¦tica de valores, lo cual ya no puede quedar vulgarmente despreciado como una postura ingenua o fr¨ªvola, sino como una prueba de sabidur¨ªa y experiencia.
Alberto Gonz¨¢lez Pascual es director de transformaci¨®n, desarrollo y talento en el ¨¢rea de recursos humanos de PRISA. Profesor asociado de las universidades Rey Juan Carlos y Villanueva de Madrid, es doctor en Ciencias de la Informaci¨®n por la Universidad Complutense de Madrid y en Pensamiento Pol¨ªtico y Derecho P¨²blico por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla.
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