As¨ª pasamos de acumular documentos m¨¦dicos en carpetas azules a la digitalizaci¨®n
"Hab¨ªa una vez un ciudadano, al que llamaremos B, que lleg¨® a ser presidente de Estados Unidos. Invirti¨® un mont¨®n de dinero p¨²blico en que la gente no se arruinara para ir al m¨¦dico. El logro tiene nombre propio: ObamaCare"
Hab¨ªa una vez un ciudadano, al que llamaremos B, que ten¨ªa la sana costumbre de ir al m¨¦dico cuando se pon¨ªa enfermo. Cuando el m¨¦dico no estaba accesible a corto plazo ¡ªde hoy para ma?ana¡ª o si sufr¨ªa un percance mayor, el ciudadano acud¨ªa al hospital, donde coincid¨ªa con otros tantos ciudadanos. All¨ª le atend¨ªan con mayor o menor premura seg¨²n el grado de urgencia de su problema y en orden de llegada a igualdad de gravedad. Esto le pod¨ªa comportar esperas, pero estaba razonablemente satisfecho.
Con el paso del tiempo, B se hart¨® de que cada vez que le atend¨ªan le dieran unos cuantos informes, donde se referenciaban unos a otros ¡ªcomo las radiograf¨ªas, que al principio a¨²n serv¨ªan para abrir la puerta de casa cuando se le cerraba de golpe a su abuela y vecinos¡ª, y que en un inicio los recibiera en forma de papeles, y despu¨¦s se convirtieran en un formato llamado CD, que no pod¨ªa ser visionado al desaparecer los lectores de ordenadores hac¨ªa cinco a?os.
As¨ª que el ciudadano B se cans¨®, con el paso del tiempo, de acumular sus datos de salud en papelitos y documentos de alta sin orden ni concierto dentro de una carpeta de cart¨®n de color azul ¡ªmarca Centauro, para m¨¢s se?as¡ª y cerrada con gomas de color blanco. Se hart¨® de trajinar carpetas arriba y abajo; y no solo la suya, sino una para cada uno de los miembros de su familia. Se hart¨® de la cara que le pon¨ªan los m¨¦dicos al pedirle antecedentes patol¨®gicos de inter¨¦s y de que le repitieran pruebas por el cl¨¢sico "no nos fiamos de donde se la han hecho", o haci¨¦ndole perder tardes enteras para una Resonancia Magn¨¦tica Nuclear (RMN). Se hart¨® de que la ¨²nica informaci¨®n fiable y estructurada que ten¨ªan en su pa¨ªs los forenses fuesen las ortopantomografias de los dentistas y de que pedir historias cl¨ªnicas y recibirlas fuera un proceso hasta doloroso. Pero, sobre todo, se hart¨® de ser de los que ten¨ªan suerte, porque no todo el mundo pod¨ªa pagarse el ir al m¨¦dico o contratar un seguro que le cubriera la sanidad.
El ciudadano B se cans¨® y record¨® todo este problema cuando accedi¨® a una posici¨®n de cierta responsabilidad. All¨ª es donde sali¨® del anonimato y se convirti¨® en el presidente B. Y el bueno de B invirti¨® un mont¨®n de dinero p¨²blico en muchas cosas, pero tambi¨¦n en que la gente no se arruinara para ir al m¨¦dico y al hospital. Pag¨® tanto y tan bien, y el logro fue tal, que los periodistas llegaron a bautizar su idea revolucionaria con un nombre del que hizo marca: ObamaCare.
B pretendi¨® hacer asequibles los seguros de salud a los que no ten¨ªan acceso a la sanidad p¨²blica. Esto causaba quiebras a familias que ten¨ªan un miembro en edad laboral ¨²til. Por eso, cre¨® un portal online donde cerca de 80 millones de personas pod¨ªan escoger un seguro m¨¢s asequible. Un portal que tuvo problemas de sobreuso, pero que al final, a pesar de todo, acab¨® funcionando correctamente.
B tambi¨¦n propuso digitalizar los historiales m¨¦dicos de los proveedores de la sanidad p¨²blica de su pa¨ªs ¡ªque existe, aunque no sea universal¡ª. M¨¢s del 80% de la informaci¨®n de los pacientes estaba en un formato digital, a base de financiaci¨®n para cambiar la forma de trabajar de m¨¦dicos y centros. Y no se qued¨® ah¨ª: record¨® que ten¨ªa la carpetita azul de papeles de cuando iba a los m¨¦dicos. Por ello, decidi¨® que intentar¨ªa facilitar el acceso a la informaci¨®n de los m¨¦dicos y hospitales a los pacientes, y para desarrollar la idea, ten¨ªa a su servicio a la principal aseguradora de su pa¨ªs, que casualmente era la de los soldados y los veteranos de guerra. Los exsoldados ten¨ªan muchos problemas de arraigo social y eran muy itinerantes, aparte de ser, con frecuencia, pluripatol¨®gicos. Ellos ser¨ªan los primeros en tener acceso a unos datos m¨¦dicos de forma estandarizada.
Y as¨ª, los profesionales encargados por B crearon el Bot¨®n Azul para que cualquiera pudiese reclamar su informaci¨®n m¨¦dica a hospitales, m¨¦dicos y proveedores sanitarios, y guardarla en un pendrive, en la nube o imprimirla. Eran conscientes de que no era lo ¨®ptimo, pero era un primer paso hacia alguna parte.
Y en este momento en el que todo iba por el buen camino lleg¨® el giro dram¨¢tico: tras las segundas elecciones ganadas por B, el ganador de las terceras fue un malo de pel¨ªcula, un archimillonario rubio y grit¨®n curiosamente llamado D, que quer¨ªa destruir el legado sanitario del mandato de B, respaldado por los que hab¨ªan dejado de ganar dinero al resolver en parte el caos.
Estamos pendientes de la segunda temporada, que empieza con el presidente D valorando cargarse el portal de seguros, pero considerando que lo de las carpetas Centauro era un rollo y que deber¨ªa mantener el Bot¨®n Azul en pleno siglo XXI. No meter¨ªa tanta presi¨®n a los proveedores sanitarios como para hacer obligatorio un formato mejor, pero como igual pod¨ªa ser negocio para alguno de sus amigos ¡ªpor la cantidad de informaci¨®n que se almacenaba¡ª prefiri¨® conservar todo mientras pensaba qu¨¦ hac¨ªa.
Esperemos que no nos hagan spoilers en la segunda temporada de Bot¨®n Azul... que puede que pase en un destino lejano, con otra ley pero con el mismo problema de las carpetas azules marca Centauro y con gomas blancas: el lejano pa¨ªs del jam¨®n y la paella.
Frederic Llordachs es cofundador de Doctoralia.
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