Ingeniosas, enrevesadas, pero sin inteligencia propia: as¨ª eran las primeras m¨¢quinas que nos imitaron
Ya imit¨¢bamos nuestras capacidades antes de que Turing se preguntara si era posible. Lo hac¨ªamos sin mucho ¨¦xito pero con gran ah¨ªnco
1950. El matem¨¢tico Alan Turing comienza su tesis con una pregunta tan machacona que todav¨ªa nos la estamos haciendo. "?Pueden pensar las m¨¢quinas?". Estas cuatro palabras -en ingl¨¦s eran tres: Can machines think?- marcan para muchos el nacimiento de la inteligencia artificial, o m¨¢s bien, de los esfuerzos por desarrollarla.
Jessica Riskin, profesora de Historia en la Universidad de Stanford, pone la primera piedra de este empe?o por emularnos a trav¨¦s de m¨¢quinas much¨ªsimo antes. "Estos campos tienen prehistorias -tradiciones de m¨¢quinas que imitan procesos vivos e inteligentes- que se van siglos atr¨¢s, seg¨²n como lo contemos, hasta milenios", escribe en un ensayo publicado en Public Domain Review.
Su relato empieza con los aut¨®matas, en su m¨¢s simple definici¨®n, m¨¢quinas que se mov¨ªan solas, imitando capacidades de humanos y animales. Her¨®n de Alejandr¨ªa, ingeniero del siglo I a. C. ya describi¨® algunos de estos artilugios, muchos de los cuales se mov¨ªan por obra y gracia de flujos de agua impulsados por combinaciones de sifones. "De acuerdo con Arist¨®teles, mientras que las cosas vivas se mueven a s¨ª mismas a voluntad, las inanimadas solo se mueven de acuerdo con sus naturalezas: los objetos pesados, hechos de tierra o agua, caen; mientras que los ligeros, de aire o fuego, ascienden. Un sif¨®n, al permitir la ascensi¨®n del agua, parece violar el principio de Arist¨®teles y tiende a funcionar de forma intermitente, creando la ilusi¨®n de un comportamiento deliberado", explica Riskin.
Estos aut¨®matas hidr¨¢ulicos siguieron en uso durante los siglos posteriores. Eran cosa de ricos, de palacios y pr¨®speras haciendas, y tambi¨¦n aparec¨ªan en iglesias y catedrales. "Un cristo mec¨¢nico en una cruz, conocido como el crucifijo de gracia, atra¨ªa a los peregrinos a la Abad¨ªa de Boxley, en Kent, durante el siglo XV", se?ala la historiadora. El aut¨®mata pod¨ªa mover sus manos y pies, asentir, entornar los ojos y variar su expresi¨®n facial entre la satisfacci¨®n y el disgusto.
"Estas m¨¢quinas ayudaban a inspirar la idea de que tal vez los aut¨®matas consegu¨ªan algo m¨¢s profundo que simples trucos: tal vez modelaban la obra de la propia naturaleza", explica Riskin. Descartes habr¨ªa estado de acuerdo, a?ade, pues esto se alineaba con su idea de que el mundo entero, seres vivos incluidos "era esencialmente maquinaria compuesta por partes m¨®viles y pod¨ªa comprenderse del mismo modo que un relojero entiende un reloj".
- La revoluci¨®n de los cilindros dentados
En este punto, si nos podemos estupendos, podemos hablar hasta de programaci¨®n. La idea es parecida a la de las cajas de m¨²sica: la distribuci¨®n estrat¨¦gica de p¨²as en la superficie de estos cilindros se utiliz¨®, por ejemplo, en el dise?o de un ¨®rgano hidr¨¢ulico que incorporaba un esqueleto danzante. De acuerdo con Riskin, estos mecanismos son antepasados directos de las tarjetas perforadas que se utilizaron en los primeros ordenadores e incluso de los chips de silicio. "Sin embargo, es importante se?alar que ninguno de estos dise?adores pensaron en estos dispositivos en t¨¦rminos de programaci¨®n o informaci¨®n, conceptos que no existieron hasta mediados del siglo veinte".
Un ingeniero franc¨¦s llamado Jacques Vaucanson se asegur¨® de explotar al m¨¢ximo las posibilidades de estos cilindros. Su flautista ten¨ªa labios que se doblaban en cuatro direcciones, dedos articulados y pulmones -?pulmones!- hechos con fuelles que le permit¨ªan soplar con tres intensidades diferentes. Tambi¨¦n cre¨® un m¨¢s vulgar pero no menos sorprendente pato capaz de defecar una vez alimentado.
La siguiente obsesi¨®n llegar¨ªa en el siglo XVIII: el lenguaje. La competici¨®n de cabezas parlantes organizada por la Academia de Ciencias de San Petersburgo da idea de las pasiones que despert¨® este reto, que coincidi¨® en el tiempo con los intentos de crear aut¨®matas capaces de jugar al ajedrez.
Para Riskin, todos estos ejemplos encajar¨ªan en las ramas m¨¢s lejanas del ¨¢rbol geneal¨®gico de los proyectos modernos de rob¨®tica e inteligencia artificial, pero no solo eso. "Son una expresi¨®n de un modo de comprensi¨®n muy distinto. Es dif¨ªcil imaginar que nuestros marcos conceptuales parecer¨¢n un d¨ªa tan remotos y ex¨®ticos como el relato aristot¨¦lico de los sifones de Her¨®n, pero sin duda lo ser¨¢n".
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