?Qu¨¦ reconocimiento daremos a los robots?
Los robots no se han presentado a¨²n ante nosotros, solo son vagas noticias, aunque sus relatos no dejan de impresionarnos. ?Con qu¨¦ nos encontraremos en unos a?os? ?Y qu¨¦ reconocimiento recibir¨¢n?
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A¨²n es pronto para completar el escenario, pero sabemos que ya est¨¢n ah¨ª unas creaciones que van tomando forma ¡ªaunque imprecisa¡ª fruto de dejar fuera de sus art¨ªfices, nosotros, capacidades consideradas ¨ªntimas y, por tanto, muy humanas. Las englobamos bajo la denominaci¨®n de inteligencia, una maravilla de la evoluci¨®n, que ahora pretendemos reproducirla artificialmente, es decir, fuera de nosotros. Es nuestra naturaleza: la incesante extraversi¨®n de nuestras capacidades en artefactos¡ para que se amplifiquen sus acciones.
Pero por el momento no sabemos c¨®mo se nos aparecer¨¢n estas creaciones. Al principio las estamos viendo como m¨¢quinas, como aut¨®matas eficientes, y con nuevas habilidades. Sin embargo sospechamos que es solo la transici¨®n suave, pero insuficiente, a la que nos obligan nuestras mentes para enfrentarnos a lo nuevo, a lo radicalmente nuevo, para lo que no valen referencias anteriores. As¨ª que seguimos llamando a estas criaturas m¨¢quinas¡ con un soplo de inteligencia.
Desconocemos, evidentemente, el recorrido evolutivo que tendr¨¢n y sus efectos en nosotros, pero s¨ª podemos adelantar que nos har¨¢n caminar un tramo m¨¢s por la senda que venimos haciendo desde los or¨ªgenes en busca de nuestra identidad como humanos. Esa identidad que llamamos humanidad.
La di¨¢spora de la evoluci¨®n disemin¨® el g¨¦nero humano por el planeta en peque?os grupos, cada uno de ellos un ensayo de evoluci¨®n cultural para conseguir la mayor diversidad posible. Pero ya desde ese largo principio el ser humano se ha ido encontrando con otros humanos: unos vecinos, otros hallados despu¨¦s de atravesar inconcebibles distancias. As¨ª que saltaba la sorpresa del encuentro y el esfuerzo del reconocimiento. Identificar al hasta ahora desconocido como otro ser como t¨², pese a su apariencia y comportamiento. Es emocionante la historia universal de este constante descubrimiento y reconocimiento del otro, aunque llena tambi¨¦n de conflicto y violencia, de incomprensi¨®n (salvajes, sin alma, animales¡).
Este largo camino (toda la vida del ser humano) encontr¨¢ndonos con otros y reconoci¨¦ndolos como seres iguales que nosotros, a pesar de las marcadas diferencias, ha ido tejiendo el sentido de humanidad (unidad en la diversidad; igualdad en la diferencia). Pero la humanidad, que es una construcci¨®n inacabada y fr¨¢gil, con continuos desgarros que la siguen poniendo a prueba, se va a encontrar quiz¨¢ pronto con el desaf¨ªo de otro encuentro.
Los robots no se han presentado a¨²n ante nosotros, solo son vagas noticias, aunque sus relatos no dejan de impresionarnos. ?Con qu¨¦ nos encontraremos en unos a?os? ?Y qu¨¦ reconocimiento recibir¨¢n? Quiz¨¢ solo veamos en ellos m¨¢quinas, fuerza de trabajo, y los dominemos como uncimos, atamos y encerramos a los animales y a los esclavos sin alma (y si se rebelan, los desconectamos).
Es nuestra naturaleza: la incesante extraversi¨®n de nuestras capacidades en artefactos¡ para que se amplifiquen sus acciones".
Por eso seguiremos llam¨¢ndolos robots. O nos riamos de su torpeza y limitaciones como hemos hecho con los simios y otros primates, en la falsa creencia de que tan solo nos imitan y, sobre todo, por estar nosotros dolidos, y hasta escandalizados, ante lo que nos descubr¨ªa Darwin sobre el parentesco que nos une (y, sin embargo, los ancestros y el origen com¨²n ¡ªreal o fabulado¡ª han sido la amalgama para levantar la humanidad).
O tal vez los sentiremos pr¨®ximos y confiemos en su asistencia hasta no poder prescindir de su cuidado, y se trencen relaciones de afecto y dependencia. Pero hay tambi¨¦n la posibilidad de que persista el recelo que ya se muestra hoy de que si somos nosotros los creadores y todo artefacto, desde la primera piedra tallada, amplifica la capacidad natural que dejamos en ¨¦l, estas criaturas tambi¨¦n amplificar¨¢n las tan preciadas que les transferimos (?inteligencia artificial!). De ser este el caso, se despertar¨ªa en nosotros el miedo ancestral al invasor, el m¨¢s temido de los encuentros.
Antonio Rodr¨ªguez de las Heras es catedr¨¢tico Universidad Carlos III de Madrid
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La vida en digital es un escenario imaginado que sirva para la reflexi¨®n, no es una predicci¨®n. Por ¨¦l se mueven los alefitas, seres prot¨¦ticos, en conexi¨®n continua con el Aleph digital, pues la Red es una fenomenal contracci¨®n del espacio y del tiempo, como el Aleph borgiano, y no una malla.
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