C¨®mo el reconocimiento facial empez¨® en una tableta de los 60
Primera entrega de cuatro v¨ªdeos en los que repasaremos la historia, evoluci¨®n y funcionamiento de una controvertida tecnolog¨ªa cada vez m¨¢s presente en nuestras vidas
Hemos dejado de sorprendernos porque los tel¨¦fonos inteligentes puedan desbloquearse con solo mirar a una pantalla, o que en las fotos familiares aparezcan todo tipo de moner¨ªas que van desde hocicos de perrito a m¨¢scaras venecianas gracias a aplicaciones como Snapchat. Pero hemos empezado a preguntarnos d¨®nde van todos esos datos almacenados de nuestras caracter¨ªsticas faciales y nos preocupa cada vez m¨¢s c¨®mo podr¨ªan utilizarse. La tecnolog¨ªa que existe detr¨¢s de estos sistemas es tremendamente compleja y en las ¨²ltimas d¨¦cadas, los avances en gr¨¢ficos, algoritmos computacionales e inteligencia artificial han contribuido a su r¨¢pida evoluci¨®n, pero seg¨²n c¨®mo se use, esta pr¨¢ctica puede resultar tan asombrosa como temible.
Al explicar los or¨ªgenes de esta tecnolog¨ªa hay que mencionar un nombre y un dispositivo cruciales en su desarrollo. El nombre es el del matem¨¢tico e inform¨¢tico estadounidense Woodrow Bledsoe (1921-1995) y el dispositivo, la tableta RAND. Woodrow Wilson Woody Bledsoe, pionero de esta disciplina, fue adem¨¢s uno de los fundadores de la inteligencia artificial. Y contribuy¨® de forma importante al campo de reconocimiento de patrones, un aspecto determinante para la t¨¦cnica que desarroll¨® en la d¨¦cada de los 60 y que entonces se llam¨® "reconocimiento facial de m¨¢quina".
El procedimiento consist¨ªa en clasificar una serie de retratos fotogr¨¢ficos de diferentes personas que previamente deb¨ªa digitalizar. A¨²n sorprende la herramienta de la que se vali¨® para realizarlo: la tableta RAND, un dispositivo electr¨®nico bastante sofisticado para la ¨¦poca, abuelo de las actuales tabletas gr¨¢ficas, que dispon¨ªa de un l¨¢piz que se comunicaba con una cuadr¨ªcula de 10 x10 pulgadas a trav¨¦s de impulsos electromagn¨¦ticos.
El programa de reconocimiento de escritura a mano que usaba la tableta se denominaba GRAIL (Graphical Input Language) y permit¨ªa dibujar formas y texto que el software suavizaba y renderizaba en un monitor en tiempo real. Lo m¨¢s innovador era que incluso reconoc¨ªa gestos y era posible eliminar, mover o cambiar el tama?o de los elementos. Bledsoe aprovech¨® estas funciones para marcar las caracter¨ªsticas faciales mediante coordenadas, como la ubicaci¨®n de la l¨ªnea del cabello, los ojos o la nariz. Una vez digitalizados, estos registros num¨¦ricos se asociaban al nombre del individuo y se guardaban en una base de datos. El proceso inverso consist¨ªa en buscar en el fichero aquella cara que coincidiera en rasgos faciales, a partir de una imagen desconocida,.
El sistema adolec¨ªa de las limitaciones t¨¦cnicas de la ¨¦poca. El propio Bledsoe reconoc¨ªa la incapacidad de las m¨¢quinas para distinguir incluso al mismo individuo en dos fotograf¨ªas diferentes o desde distintos ¨¢ngulos o iluminaciones. No obstante, supuso la primera piedra de un m¨¦todo que fue desarroll¨¢ndose en los siguientes a?os gracias al progreso de los algoritmos y la capacidad de las computadoras.
El primer avance cualitativo en el reconocimiento facial se produjo en los a?os 90, cuando se dieron los primeros pasos hacia el reconocimiento autom¨¢tico. Y ha sido en la ¨²ltima d¨¦cada cuando esta tecnolog¨ªa ha experimentado un salto exponencial gracias a la inteligencia artificial y el aprendizaje autom¨¢tico, tanto en la fotograf¨ªa como en los v¨ªdeos en tiempo real.
Algunos sistemas han evolucionado tanto que pueden reconocernos incluso sin quitarnos la mascarilla. Pero, por muy perfeccionados que est¨¦n, no existe todav¨ªa un sistema eficaz al 100% y pueden darse casos de falsos positivos, discriminaci¨®n entre razas o ingeniosas maneras de burlarlos. Su uso m¨¢s controvertido actualmente, es el que realizan las fuerzas de seguridad, que disponen de un poder sin precedentes para seguir el rastro de cualquier ciudadano.
En el ¨²ltimo tramo de su vida, Bledsoe sirvi¨® como obispo en La Iglesia de Jesucristo de los Santos de los ?ltimos D¨ªas. Tambi¨¦n continu¨® ense?ando en la Universidad de Texas e investigando sobre el razonamiento automatizado hasta que la enfermedad degenerativa ELA se lo permiti¨®. Siempre tuvo en cuenta la necesidad de establecer par¨¢metros ¨¦ticos en el desarrollo de esta tecnolog¨ªa. De hecho, los posibles abusos se hicieron evidentes desde el principio, como la tentaci¨®n de utilizar el reconocimiento facial para discriminar entre razas, asignatura que sigue pendiente en la actualidad.
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