Recetarios medievales y tarjetas perforadas: la historiadora que lleva 50 a?os creando el gran archivo culinario de Internet
Barbara K. Wheaton tiene 89 a?os y ha dedicado m¨¢s de la mitad de su vida a construir The Sifter, una base de datos ahora disponible online con la que aspira a registrar la historia universal de la cocina
El primer libro de recetas de Barbara K. Wheaton (Philadelphia, 1931) fue The Joy of Cooking, de Irma Rombauer. Lo compr¨® al poco de comenzar sus estudios, espoleada por la humana necesidad de alimentarse y el s¨²bito descubrimiento de que no ten¨ªa ni idea de cocina. Hab¨ªa vivido su primera aventura culinaria la noche anterior: hirvi¨® unas patatas. Aquel ejemplar fue el primero de una lista tan larga como la historia universal de la gastronom¨ªa. Por sus manos han pasado recetarios medievales, manuales de amas de casa, tratados de agricultura, libros de medicina y, en general, cualquier obra relacionada con la tarea de producir, preparar y consumir comida. Y con esas mismas manos ha construido la que est¨¢ llamada a ser la gran biblioteca culinaria de internet.
The Sifter -el colador- es el resultado de los ¨²ltimos cincuenta a?os de trabajo de esta historiadora norteamericana: una creciente base de datos que registra autores, nombres de recetas, t¨¦cnicas, ingredientes de m¨¢s de 7.000 libros y que ahora est¨¢ disponible online para la consulta y contribuci¨®n de cualquiera, al m¨¢s puro estilo Wikipedia. "Contiene ingredientes y m¨¦todos, y cosas relacionadas con libros de cocina. Pero la comida hunde sus ra¨ªces en la ciencia, la agricultura, la religi¨®n, el cine, la tele, las revistas... En realidad es una base de datos sobre la vida", asegura Wheaton, que ya ha cumplido 89 a?os, desde la residencia de ancianos en la que vive, ahora confinada. La historiadora, sentada ante una estanter¨ªa repleta de libros, sujeta con cuidado el micr¨®fono sobre el que va desgranando el proyecto de su vida. Las otras caras asomadas a la videoconferencia son las de dos de sus tres hijos, Joe Wheaton y Catherine Saines, que han colaborado en la puesta en marcha de la plataforma.
Todo comenz¨® cuando una joven Wheaton ingres¨® en Harvard para estudiar Historia del Arte. ¡°Me di cuenta de que la cocina, como la pintura y todas las artes, se ve moldeada por el momento y el lugar en el que se lleva a cabo. Puede clasificarse de la misma manera y en muchos sentidos es m¨¢s descriptiva¡±, explica la historiadora. En la biblioteca de Harvard se zambull¨® en la lectura de las primeras ediciones de los primeros libros de cocina impresos y los manuscritos que les precedieron. Pero la mente de Wheaton, aunque indudablemente prodigiosa, pronto se qued¨® peque?a para tanta informaci¨®n. ¡°Necesitaba un sistema para estructurar la informaci¨®n y compararla. Y esto era antes de los ordenadores personales¡±, puntualiza su hijo. ¡°Hab¨ªa un ordenador en Harvard que ocupaba todo un edificio. Sol¨ªamos ir a verlo hacer cosas misteriosas. Nunca pens¨¦ que tendr¨ªa uno¡±, recuerda la investigadora.
As¨ª las cosas, la mejor opci¨®n que encontr¨® en los anal¨®gicos principios de los a?os setenta fue usar tarjetas perforadas McBee. Estas l¨¢minas le permit¨ªan categorizar la informaci¨®n de acuerdo con los distintos orificios y posteriormente filtrar los contenidos de las distintas fichas atravesando el conjunto con una aguja de calceta. El sistema era efectivo, pero laborioso: desgranar los contenidos de una nueva obra en la base de datos pod¨ªa costarle hasta un mes de trabajo.
Despu¨¦s de casi una d¨¦cada, esta forma primigenia de big data tambi¨¦n se volvi¨® insuficiente para gestionar el volumen de categor¨ªas, explica Wheaton, que intent¨® ampliar sus posibilidades a?adiendo un c¨®digo de colores, pero volvi¨® a desbordarlo. Por suerte, la inform¨¢tica sali¨® al paso en 1982 en forma de un PC de IBM. No era el primer modelo, los iniciales ni siquiera habr¨ªan servido: sus teclados carentes de acentos y, en general, caracteres ajenos a la lengua inglesa, dificultaban la inclusi¨®n de entradas en otros idiomas. ¡°La gente que los estaba inventando no conoc¨ªa los idiomas que los requieren. Eran demasiado j¨®venes y demasiado de California¡±, bromea Joe Wheaton.
¡°Decid¨ª aprender un poco sobre ordenadores porque sent¨ªa que la gente los estaba utilizando para mangonearme¡±, cuenta la historiadora, que confiaba en que algunas nociones de inform¨¢tica le permitir¨ªan contraatacar. Con la nueva herramienta, la historiadora gan¨® en eficiencia tanto en el registro de nueva informaci¨®n como en el potencial para contextualizar y analizar un corpus de informaci¨®n cada vez m¨¢s amplio. En 1983 public¨® Savoring the past -Saboreando el pasado-, un libro sobre la cocina francesa desde el a?o 1300 hasta 1789 en el que se combinaban sus esfuerzos anal¨®gicos y digitales de los diez a?os anteriores. Y, ya con un buen dominio del gestor de bases de datos Microsoft Access, sigui¨® hurgando en antiguos recetarios y alimentando lo que entonces llamaba The Cook's Oracle -El or¨¢culo del cocinero-. "Aquella era una versi¨®n m¨¢s simple de The Sifter, porque entonces los programas de bases de datos eran m¨¢s simples".
Durante el ¨²ltimo medio siglo, Wheaton se ha mantenido al filo de lo que era posible para las tecnolog¨ªas que le ayudaban a seguir avanzando. La necesidad de establecer m¨¢s relaciones entre los elementos de la base de datos y el simple hecho de que, una vez m¨¢s, no le cab¨ªa m¨¢s informaci¨®n en Access, la llev¨® a pasar al siguiente nivel. "Ahora uso un sistema que es suficientemente complicado como para que no sepa qu¨¦ hacer y tenga que pedir ayuda a mi hija", contin¨²a Wheaton. En el or¨¢culo, la informaci¨®n se presentaba como listas inconexas de libros, autores, cap¨ªtulos, recetas. En The Sifter las referencias est¨¢n cruzadas de manera que se puede buscar un solo t¨¦rmino (todo lo que tenga que ver con habichuelas, o con cocinar a fuego lento, por ejemplo) en todas las categor¨ªas. "Mam¨¢ dice que es como una matrioska, puedes ir de lo m¨¢s amplio a lo m¨¢s concreto o de lo m¨¢s concreto a lo m¨¢s amplio", precisa el hijo de la investigadora.
Si buscamos "fuego", obtenemos t¨¦cnicas para tostar la superficie de un plato o hervir espinacas. Pero tambi¨¦n se nos brindan consejos para detener las llamas en el vestido de una mujer que se ha incendiado accidentalmente. Si buscamos "pan" encontramos recetas que van desde 1430 hasta 1845. Con este colador podemos filtrar platos tan comunes como un huevo cocido y tan ins¨®litos como un "potaje de ranas con azafr¨¢n" o un "pastel para provocar coraje en hombres y mujeres".
La arena de las fr¨ªas playas de Maine es para Wheaton la met¨¢fora perfecta de la dimensi¨®n del proyecto de su vida. "Una vez nos est¨¢bamos quedando all¨ª con unos amigos y, mientras estaba tumbada en la arena mojada durante un d¨ªa fr¨ªo y lluvioso, pensando en viejos libros de cocina y mirando los granos de arena, me di cuenta de que estos representaban el problema con el que estaba enfrentando. Esos granos de arena de diferentes texturas y colores obviamente cuentan la historia geol¨®gica de la costa de Maine", recuerda. Del mismo modo, los innumerables detalles registrados en The Sifter cuentan algo mucho m¨¢s profundo que las indicaciones para preparar un determinado plato. Basta dotar de estructura el banco de arena. ?C¨®mo ha evolucionado el papel de la patata a trav¨¦s de la historia universal? ?En qu¨¦ se diferenciaba el tipo de recetas que recog¨ªan los recetarios para amas de casa de aquellos escritos por ilustres chefs? ?Determina el g¨¦nero de los autores el valor de los ingredientes empleados?
The Sifter ha llegado a Internet gracias al tes¨®n de Wheaton y su familia. Hace un a?o, contrataron a dos programadores para dar el salto definitivo. "El dinero lo estoy sacando de la herencia de mis hijos", bromea la historiadora. Los siguientes pasos, explica su hijo, son mejorar la usabilidad de la plataforma, atraer contribuciones de internautas de todo el mundo -est¨¢n en conversaciones para incorporar 5.000 recetas medievales recopiladas por investigadores de la Universidad de Graz (Austria)-, establecer sistemas de inteligencia artificial capaces de extraer informaci¨®n de forma automatizada y dotar a la plataforma de opciones que permitan visualizar los datos. "Mam¨¢ ya no es una ni?a, quer¨ªamos terminarlo cuanto antes para que pudiera estar implicada, disfrutarlo, aconsejarnos", explica. La ¨²nica obsesi¨®n de Barbara Wheaton es que todo el mundo pueda acceder libremente a The Sifter. "Quiero que la gente se divierta con ello. ?Qui¨¦n sabe? Alguien podr¨ªa aprender algo nuevo y deleitarse con ello. Creo que uno de los grandes impedimentos del aprendizaje es que si la gente no se divierte es menos probable que aprenda".
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