Psicolog¨ªa de la supervivencia: utiliza tu resiliencia como tecnolog¨ªa
Aprender c¨®mo funciona nuestro cerebro cuando la supervivencia est¨¢ en juego no es algo que se ense?e en las gu¨ªas docentes del sistema educativo ni se suele plantear entre las necesidades del sector empresarial.
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Aprender c¨®mo funciona nuestro cerebro cuando la supervivencia est¨¢ en juego no es algo que se ense?e en las gu¨ªas docentes del sistema educativo ni se suele plantear entre las necesidades del sector empresarial. Ha estado reservado a grupos profesionales especializados (militares, fuerzas de seguridad y sanitarios), lo que ha provocado que el crecimiento en la dotaci¨®n de recursos para investigaci¨®n y la difusi¨®n de una base general de conocimientos nunca se hayan valorado lo suficiente como para formar parte de una pol¨ªtica prioritaria. Un error.
El descubrimiento de las diferentes vacunas contra la COVID19 representa para muchos ortodoxos de la ciencia otra demostraci¨®n material de que la tecnolog¨ªa es el factor decisivo que mueve la historia del hombre hacia la salvaci¨®n. Y que, por tanto, la inversi¨®n econ¨®mica de los Estados y los mercados deber¨ªa concentrarse, sin medias tintas ni remordimientos, en crear tipos de tecnolog¨ªa cuya aceleraci¨®n les proporcione el suficiente poder como para que sean ellos quienes determinen el curso de los acontecimientos. Pero en estos tiempos dif¨ªciles se ha demostrado que las personas, para bien y para todo lo contrario, no act¨²an como una m¨¢quina programada para no equivocarse. Como les sucedi¨® a nuestros ancestros, las creencias y la actitud emocional con la que nos enfrentamos a los fen¨®menos ya sean placenteros, ya nos causen horror o rechazo, contin¨²a siendo tan determinante, o m¨¢s, que la efectividad de los dispositivos que nos pueden ayudar a protegernos y mejorar nuestras expectativas en la vida.
Las m¨²ltiples crisis desencadenadas por la pandemia han terminado por colocar en primer plano aspectos etol¨®gicos relacionados con el modo en que tomamos nuestras decisiones y modificamos nuestras rutinas al confrontar con situaciones extremas o desafiantes que, adem¨¢s, no se desvanecen tras unas pocas semanas, pudiendo llegar a prologarse durante meses e incluso a?os (con el consiguiente impacto sobre nuestra resistencia ps¨ªquica, alterando los estados de ¨¢nimo, la respuesta social e incluso nuestra capacidad inmunol¨®gica). En consecuencia, un camino para recorrer por todos nosotros es el fortalecimiento de nuestra voluntad de resiliencia, para lo cual resulta impagable entender qu¨¦ podemos esperar de nuestra mente y cuerpo cuando las cosas se ponen realmente feas
John Leach (catedr¨¢tico de la Universidad de Oslo) ha dedicado su carrera a estudiar las reacciones de las personas en momentos culminantes de estr¨¦s. Entre las constantes que ha identificado destaca que la mayor¨ªa de las personas que sobreviven a desastres o accidentes de gravedad lo hicieron porque, durante el suceso, lograron recuperar la funci¨®n cognitiva r¨¢pidamente, evaluando la situaci¨®n con precisi¨®n y lanzando acciones dirigidas a objetivos para sobrevivir dentro de ella. No todos somos capaces y, sin duda, debe acompa?arnos la suerte.
Es conveniente tomar conciencia de que tenemos una pulsi¨®n innata hacia la supervivencia de la que tiramos a diario. Nuestros fallos de adaptaci¨®n crecen cuando salimos de los entornos que dominamos y nos embarcamos en otros en los que carecemos de experiencia. As¨ª que, por un lado, tenemos un dispositivo de supervivencia intr¨ªnseca, es decir, aquel que gu¨ªa nuestros actos cotidianos en situaciones que ahora nos parecen triviales, pero que necesitaron de un entrenamiento (un procesamiento correcto de informaci¨®n) para disminuir progresivamente el riesgo real que suponen para nuestra integridad (por ejemplo, cuando buscamos el momento id¨®neo de cruzar una carretera sin tomar un paso de cebra o a pesar de estar el sem¨¢foro en rojo). Y, por otra parte, ante fen¨®menos o coyunturas duras y extra?as que nos atraviesan sin referencias previas, activamos el dispositivo de supervivencia extr¨ªnseca. Ah¨ª est¨¢ comprendido el enigma que diferencia a un ¡°superviviente¡± de otra persona que, a pesar de las apariencias, no es capaz de superar una prueba dram¨¢tica a la que le someta la vida por sorpresa.
Cuando sufrimos un accidente con un veh¨ªculo, nos quedamos aislados en la monta?a, o nos arrastra la marea impidiendo que lleguemos a la orilla, nuestro organismo bascula entre la movilizaci¨®n extrema de energ¨ªa y la agudeza de los sentidos versus el agotamiento y la par¨¢lisis progresiva tanto de nuestro cuerpo como de la funci¨®n ejecutiva de nuestro cerebro. Si descontamos el alcance del trauma fisiol¨®gico, algo que no podemos controlar, la cuesti¨®n capital ser¨ªa despejar hacia qu¨¦ lado de la balanza caer¨¢ el peso de nuestra resiliencia.
Para entenderlo mejor expondr¨¦, en primer lugar, el caso de estudio de Leach sobre los accidentes en paracaidismo: el once por ciento de los paracaidistas que fallecen en un accidente por problemas de apertura de su equipo son personas muy experimentadas Lo asombroso de estos casos es que se da la circunstancia adicional de que tampoco abren el de emergencia (son ¡°muertes por no tirar¡±).
Las conclusiones de su an¨¢lisis demostraron que, en el momento previo al salto, no hay diferencias de cognici¨®n entre novatos y expertos. M¨¢s tarde, en el momento del aterrizaje en tierra, los veteranos recobran su capacidad cognitiva el doble de r¨¢pido que los primerizos. Los problemas surgen durante la ca¨ªda libre previa al planeo. En ese intervalo los fallos de cognici¨®n se igualan. Y finalmente emerge el cl¨ªmax (cuando algo falla): nuestro buffer de memoria inmediata conectado a la memoria a largo plazo sufre desconexiones ejecutivas cuando se experimentan momentos de alarma. La posibilidad de disrupci¨®n en el v¨ªnculo sensorial que activa la secuencia de pasos memorizada para sobrevivir, y la funci¨®n motora necesaria para ejecutarla, es lo que provoca que hasta un profesional pueda ¡°olvidar¡± tirar de la anilla (se dir¨ªa que sufri¨® una par¨¢lisis).
Por ello, entrenar al cerebro y al cuerpo con simulaciones realistas de esos momentos tan extenuantes es el ¨²nico modo de predecir nuestra respuesta, y prevenirnos para que los dispositivos de supervivencia intr¨ªnsecos y extr¨ªnsecos puedan reconectarse a tiempo.
Prepararnos para una crisis severa de larga duraci¨®n implica entender que nuestro organismo pasar¨¢ por varias fases que hay que administrar para sobrevivir. Al principio, la mayor¨ªa comienza con fuerza ante la adversidad, aceptando una renuncia provisional a las conductas y reglas que utilizaba normalmente, pero esa aceptaci¨®n es ef¨ªmera. Si el alivio no llega tras un periodo razonable, sobreviene un retroceso o deterioro que, llegados a un punto de no retorno, supone un riesgo alto de que la persona se deje llevar hasta la muerte. La ¨²nica alternativa es la ruptura radical con el modelo de comportamiento que aprendimos, lo que nos generar¨¢ emociones de desamparo, negaci¨®n, ira y miedo. Atravesar este purgatorio supone la antesala a que podamos iniciar una fase de recuperaci¨®n desde la que adoptar nuevos comportamientos de supervivencia totalmente ajustados a la nueva realidad y sostenibles en el tiempo.
En ¨²ltimo lugar, hay otra lecci¨®n complementaria que pasa por cultivar el optimismo tr¨¢gico (acu?ado por Viktor Frankl, psiquiatra y superviviente de Auschwitz), un tipo de inteligencia que facilita el mantenimiento de la esperanza y encontrarle un sentido a la vida a pesar del dolor y la p¨¦rdida. La diferencia entre un ¡°superviviente¡± y el que acepta la derrota no estriba en que el primero sufra con una menor intensidad. En realidad, experimenta el mismo tipo de desesperaci¨®n. Su fuerza extra radica en que logra ver destellos de luz en mitad del caos y la oscuridad, y ese margen tan min¨²sculo le permite sostenerse.
La tecnolog¨ªa de la resiliencia busca y encuentra un significado positivo al trauma, abasteci¨¦ndose del talento creativo que poseemos para transformar en algo constructivo los aspectos negativos por los que atraviesa nuestra existencia. De ah¨ª nace la esperanza radical: estar dispuestos a abandonar todo lo que ha formado nuestra visi¨®n de una vida deseada a cambio de sobrevivir y preservar la convicci¨®n de que, tras la disoluci¨®n absoluta, volveremos a prosperar. Significa el inicio de otra historia.
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