Una historia a coraz¨®n abierto: el trasplante de Conchita
Concepci¨®n Barredo sufre una grave dolencia card¨ªaca y la ¨²nica alternativa terap¨¦utica para que sobreviva es reemplazar el ¨®rgano da?ado. EL PA?S entra al quir¨®fano con ella
Conchita no tiene coraz¨®n. Literalmente. Pasan pocos minutos de las dos de la madrugada y su caja tor¨¢cica, abierta de par en par sobre la mesa de un quir¨®fano del Hospital Cl¨ªnic de Barcelona, est¨¢ vac¨ªa. No hay nada. El doctor Manuel Castell¨¤, jefe de cirug¨ªa cardiovascular del centro, acaba de extraerle su maltrecho coraz¨®n y el ¨®rgano agoniza ya adormecido en una especie de plato hondo a los pies de la camilla. En el caj¨®n del pecho no hay ahora m¨¢s que tiempo de descuento y los cirujanos, esclavos del reloj, apenas levantan la vista de la paciente. Hace unos segundos que ha llegado, corriendo por el pasillo, otra enfermera del equipo con la nevera que cobija el que ser¨¢ el nuevo coraz¨®n de Conchita y el tiempo se echa encima: hay que colocarlo en la caja tor¨¢cica, implantarlo al circuito sangu¨ªneo y hacerlo latir cuanto antes para que el trasplante funcione. Cada segundo cuenta.
Concepci¨®n Barredo, Conchita, (Rub¨ª, Barcelona, 64 a?os) sufre una miocardiopat¨ªa hipertr¨®fica obstructiva. Es decir, su coraz¨®n es demasiado grueso y no se llena ni se vac¨ªa lo suficiente para bombear bien la sangre. Hace m¨¢s de 10 a?os que fue diagnosticada y lo que empez¨® como un cansancio puntual se ha convertido en una enfermedad incapacitante. Porta un desfibrilador autom¨¢tico insertado en su pecho por el riesgo de arritmias que le paren el coraz¨®n y se ahoga ante cualquier esfuerzo. Levantarse para ir al ba?o es, a veces, una odisea. Solo con peinarse ya se cansa, se fatiga. Su coraz¨®n no puede m¨¢s y necesita un trasplante.
La noche arrecia en Barcelona. Hace pocas horas que se activ¨® el protocolo de donaci¨®n y todos los dispositivos est¨¢n en marcha. Tras confirmar que hay un ¨®rgano compatible ¡ªpara preservar la identidad del donante fallecido, se omitir¨¢ su origen y la fecha exacta de la intervenci¨®n¡ª, cardi¨®logos y cirujanos cardiovasculares del Cl¨ªnic revisaron la lista de espera y buscaron el candidato id¨®neo: no siempre es el que lleva m¨¢s tiempo en cola, matizan. Hay que tener tambi¨¦n en cuenta el tama?o del ¨®rgano, el grupo sangu¨ªneo, la gravedad del paciente, la distancia entre donante y receptor, la edad. ¡°Hay que encontrar la pareja donante-receptor m¨¢s adecuada posible¡±, explica Marta Farrero, cardi¨®loga del Cl¨ªnic. No pueden fallar: la oportunidad que supone disponer de un ¨®rgano donado est¨¢ en juego; y la vida de un paciente, tambi¨¦n.
Comienza la operativa
Cuando hay un candidato, la operativa empieza a rodar sobre unos tiempos cronometrados: un equipo de cirujanos marcha a extraer el ¨®rgano, otro prepara la intervenci¨®n del trasplante y los cardi¨®logos avisan al receptor para que se presente en el hospital cuanto antes. No pueden pasar m¨¢s de cuatro horas desde que se extrae el coraz¨®n del donante hasta que se trasplanta. ¡°El riesgo de estar demasiado tiempo con el coraz¨®n en isquemia [desconectado del cuerpo, sin riego sangu¨ªneo] es que no lata con fuerza o, directamente, que no lata. Es lo que se llama fallo primario del injerto¡±, explica Castell¨¤.
Conchita lleva unos 15 d¨ªas en lista de espera. Muy poco tiempo. ¡°Ha tenido suerte¡±, apunta Eduard Sol¨¦, el cardi¨®logo de guardia que la acompa?a hasta el quir¨®fano. Es la primera de la lista con un grupo sangu¨ªneo compatible con el del donante y no hay tiempo que perder. ¡°Si pones a alguien en lista de espera es porque su supervivencia es, en el siguiente a?o, como tirar una moneda al aire¡±, resume Sol¨¦.
La mujer se qued¨® ¡°en shock¡± cuando recibi¨® la llamada del hospital a media tarde y 45 minutos despu¨¦s, lleg¨® al hospital ¡°temblando¡±, recuerda el cardi¨®logo. No hab¨ªa margen para mucho m¨¢s que destensar un poco el ambiente con la familia, rebajar algunos nervios y ya. La suerte estaba echada: la mortalidad a los 30 d¨ªas tras un trasplante de coraz¨®n es del 8% y, superado ese plazo cr¨ªtico, el 50% de los pacientes viven m¨¢s all¨¢ de 12 a?os. Sin trasplante, solo queda la moneda al aire.
A medianoche, ya en la camilla, Conchita cruza el pasillo de cirug¨ªa y entra en un impoluto quir¨®fano azulado donde una decena de enfermeras y auxiliares preparan el utillaje de la compleja operaci¨®n. Tras la mesa de operaciones, los enfermeros ponen a punto la m¨¢quina de perfusi¨®n y circulaci¨®n extracorp¨®rea que bombear¨¢ la sangre al organismo de la paciente cuando el coraz¨®n deje de latir. El doctor Castell¨¤ revisa su historia cl¨ªnica, operaciones previas, si hay cicatrizaciones entre el coraz¨®n y el hueso¡ cualquier detalle que puede influir en la intervenci¨®n. Todo en orden.
En cuanto el equipo quir¨²rgico encargado de la extracci¨®n al donante confirma que el ¨®rgano est¨¢ en perfectas condiciones para ser trasplantado, comienza la operaci¨®n en el Cl¨ªnic. Nunca antes, por si acaso: puede darse la situaci¨®n de que el ¨®rgano donado resulte inviable y haya que interrumpir el trasplante.
Ronda la una y media de la madrugada cuando Castell¨¤ y Elena Sandoval, tambi¨¦n cirujana card¨ªaca especializada en trasplantes, hacen las primeras incisiones sobre el pecho de Conchita. Resuena en la sala el ruido de una sierra que secciona el estern¨®n de la paciente. Hay que abrir paso y los m¨¦dicos excavan con precisi¨®n entre las capas de tejido tor¨¢cico. Albert Planas, enfermero instrumentista, reparte aparataje a los cirujanos mientras una decena de enfermeras y auxiliares van y vienen deprisa por el quir¨®fano, dando y recogiendo material, revisando constantes y mirando el reloj. Cristina Ib¨¢?ez, anestesi¨®loga, supervisa el ecocardiograma mientras los cirujanos se acercan, bistur¨ª en mano, a la periferia del coraz¨®n. Todo controlado al mil¨ªmetro. Nada queda a la improvisaci¨®n.
¡°Han acabado de aterrizar ahora mismo¡±, informa una enfermera. El nuevo coraz¨®n para Conchita est¨¢ de camino al hospital.
En la sala de operaciones, los cirujanos acaban de abrir el pericardio y ya asoma el ¨®rgano enfermo de la paciente. Envuelto en una capa amarillenta de grasa, bombea sin descanso y la arteria aorta sobresale como una especie de tronco sobre el ventr¨ªculo izquierdo. El equipo est¨¢ a punto de activar la bomba de perfusi¨®n extracorp¨®rea para asumir la funci¨®n de coraz¨®n y pulmones. ¡°Ahora se har¨¢ peque?o. Seguir¨¢ latiendo, pero ya sin trabajar porque la bomba asumir¨¢ la funci¨®n de bombear la sangre. La paciente dejar¨¢ de tener pulso. Y cuando yo pince la arteria aorta, que es la que irriga a sus vasos nutricios [las coronarias, por las que se alimenta el ¨®rgano], se quedar¨¢ sin riego sangu¨ªneo y se parar¨¢¡±, anuncia Castell¨¤.
El quir¨®fano contiene el aliento. Solo el traj¨ªn de puertas afuera rompe el silencio en la sala de operaciones. Acaba de llegar el equipo de extracci¨®n y una enfermera enfila el pasillo a la carrera empujando la nevera con el coraz¨®n del donante. Faltan pocos minutos para las dos de la madrugada.
Retirar el coraz¨®n da?ado
La m¨¢quina de perfusi¨®n y oxigenaci¨®n extracorp¨®rea entra en funcionamiento. El bombeo de sangre al cuerpo de Conchita ya no pasa por su coraz¨®n. El ¨®rgano se queda aislado. Gasas, tijeras, c¨¢nulas y las cuatro manos de los cirujanos maniobran a la vez para cortar las ¨²ltimas v¨ªas de comunicaci¨®n con el organismo ¡ªlos vasos sangu¨ªneos¡ª, despegar el coraz¨®n de la caja tor¨¢cica y sacarlo.
Con sumo cuidado, los cirujanos retiran el ¨®rgano sobre un plato blanquecino. Salpicado de peque?as gotas de sangre, sigue latiendo un poco m¨¢s fuera del cuerpo y da sus ¨²ltimos coletazos de vida a pocos cent¨ªmetros del nuevo, que Sandoval se encarga de preparar, separando la grasa de los vasos sangu¨ªneos para facilitar la uni¨®n posterior en el trasplante.
Trasplante en marcha
El ritmo de trabajo se acelera. Todo pasa muy r¨¢pido. En apenas unos minutos, el coraz¨®n del donante ya est¨¢ incrustado en la caja tor¨¢cica. Para que el ¨®rgano pueda volver a bombear la sangre, tienen que apurar con las cinco anastomosis: han de conectar la aur¨ªcula izquierda con sus venas pulmonares, la cava inferior y la superior, la arteria pulmonar y la aorta. El tiempo corre.
Los cirujanos se afanan en suturar y unir los vasos sangu¨ªneos. Apenas alzan la mirada. Sus dedos danzan con las pinzas de sutura y los hilos, anudan y vuelven a enlazar. Y as¨ª decenas de veces. ¡°Faltan 25 minutos para las cuatro horas de isquemia¡±, alerta Sandoval. Ya casi est¨¢. Castell¨¤ revisa los encajes con cautela y retira la pinza de la aorta. La sangre vuelve a fluir poco a poco al nuevo coraz¨®n. El m¨¦dico levanta las manos y mira al frente. Toca esperar.
Con los brazos cruzados, el equipo quir¨²rgico aguarda impaciente a que el coraz¨®n recupere la funci¨®n, que vuelva a latir. Van a ser las dos y media de la madrugada y han pasado tres horas y 50 minutos desde la extracci¨®n del coraz¨®n, al filo del tiempo m¨¢ximo de isquemia. ¡°Venga, chaval¡±, susurra Castell¨¤ al coraz¨®n.
De repente, esa masa de apenas 300 gramos revive, perezosa, en el cuerpo de Conchita. Despacio y desacompasada, pero vuelve a latir. ¡°Est¨¢ grogui a¨²n¡±, asume el cirujano. Hay que darle tiempo, a ver si remonta.
Cinco minutos, 10, 20, media hora. Los m¨¦dicos quieren que est¨¦ taquic¨¢rdico, por encima de las 100 pulsaciones por minuto para que bombee mejor la sangre, pero sigue por debajo de 60. La funci¨®n cardiopulmonar todav¨ªa la asume la m¨¢quina de oxigenaci¨®n extracorp¨®rea. El coraz¨®n a¨²n no tiene fuerza.
Volver a latir
Pasan de las tres y media de la ma?ana y Castell¨¤ inserta un marcapasos a la paciente para darle br¨ªo al nuevo ¨®rgano. En pocos segundos, el coraz¨®n acelera y en el ecocardiograma se abre un gran agujero negro: ¡°Es la sangre que est¨¢ entrando y llenando la cavidad card¨ªaca¡±, traduce Ib¨¢?ez.
Queda por delante una hora de quir¨®fano para asentar las constantes vitales, modular la medicaci¨®n y cerrar ese t¨®rax abierto. Conchita hace sudar a la anestesi¨®loga para bajar su presi¨®n pulmonar y marcar un buen ritmo card¨ªaco, pero el equipo m¨¦dico consigue poner en vereda al nuevo ¨®rgano. Castell¨¤ ordena retirar la bomba de perfusi¨®n externa. El coraz¨®n de la paciente ya puede bombear solo la sangre al cuerpo. Todo pinta bien. ¡°Una vez decides operar, vamos con todo. Hay que sudar la camiseta m¨¢s que Messi. Este trasplante no va mal. Nos ha hecho bailar un poco en el postrasplante, pero nos damos por contentos¡±, zanja el m¨¦dico.
Los cirujanos se disponen a cerrar la caja tor¨¢cica y sellan el estern¨®n con gruesos alambres entrelazados. En los monitores, el nuevo coraz¨®n de Conchita late con fuerza.
La vida se abre paso otra vez.
¡°El trasplante te cambia la calidad de vida¡±, sentencia la misma paciente que, semanas atr¨¢s, yac¨ªa inconsciente, con el coraz¨®n abierto, en un quir¨®fano del Cl¨ªnic. A¨²n convaleciente y de vuelta al hospital para unas pruebas rutinarias, Conchita arroja una inmensa sonrisa al recordar el despertar tras la intervenci¨®n: ¡°Vi a mi marido y no sab¨ªa qui¨¦n era, no lo reconoc¨ªa¡±. A pesar de los efectos secundarios de la medicaci¨®n, todo marcha bien: ¡°A¨²n tengo que asimilar el trasplante porque no me lo creo, como no me ponga delante del espejo y vea la cicatriz, no me doy cuenta. No he tenido ninguna molestia tras la operaci¨®n¡±. Sobre su pecho, una peque?a cremallera cicatrizada en la piel es el ¨²ltimo testigo de aquellas fren¨¦ticas seis horas en el quir¨®fano que le devolvieron la vida. ¡°Yo solo quiero recuperar la vida que ten¨ªa antes de enfermar¡±, resuelve decidida. Volver a vivir.