El fin de las conversaciones de ascensor: si abres la boca que sea para decir algo interesante
Diversas iniciativas en todo el mundo apuestan por acabar con las charlas vac¨ªas y adentrarse de lleno en los temas m¨¢s candentes
Imag¨ªnese que un d¨ªa se levanta y sale al trabajo. En el ascensor su vecino no le comenta lo que ha enfriado el tiempo, sino que le pregunta a bocajarro a qui¨¦n hubiera votado usted de ser norteamericano, ?a Trump, Clinton o Bernie Sanders? Ya en el metro su compa?ero de asiento, milagrosamente, no est¨¢ enfrascado en su iPhone. Por el contrario, se muestra charlat¨¢n y aprovecha una noticia del peri¨®dico para sacar a colaci¨®n qu¨¦ ser¨ªa lo menos nocivo para los espa?oles, subir los impuestos o hacer m¨¢s recortes. Tras una ma?ana de trabajo, la hora del almuerzo en la cocina de la oficina se ameniza con otro tema candente que podr¨ªa ser ?hay que suprimir los deberes de los ni?os como hacen las escuelas noruegas, las mejores del mundo?, ?cobraremos las pensiones cuando nos jubilemos?, o ?estamos a favor o en contra de que la prostituci¨®n se legalice?
Quiz¨¢s para algunos el plan resulte excesivamente intenso, pero ya hay colectivos que abogan por el fin de las conversaciones de ascensor, vac¨ªas e intransigentes y proponen discutir de temas de peso, interesantes y que generen cierta pol¨¦mica. End Small Talk es una iniciativa que naci¨® en Abu Dhabi, de la mano de dos mujeres, Lyne Ismail y Farah Bushnaq. Ambas se criaron en esa ciudad, fueron a la universidad en Canad¨¢ y trabajan ahora en los Emiratos ?rabes. Ismail es una ejecutiva de la salud y el fitness y Bushnaq ha sido m¨¢nager del, ya cerrado, centro cultural The Space, en Abu Dhabi. ¡°Siempre hemos disfrutado debatiendo temas que nos han ayudado a entendernos mejor a nosotras mismas y al mundo en que vivimos¡±, comentaba Ismail al diario Gulf News, ¡°las conversaciones que ten¨ªamos con los amigos y profesores en la universidad eran muy estimulantes, pero ahora vemos que cada vez que salimos solo se habla de cosas mundanas y repetitivas. De d¨®nde eres, en qu¨¦ trabajas. La gente se define por su entorno y educaci¨®n. Resulta muy aburrido, sobre todo cuando puedes discutir sobre los misterios del universo y tratar de entender el sentido de la vida¡±.
El primer evento de esta plataforma, con p¨¢gina en Facebook, fue en mayo del a?o pasado en Abu Dhabi. Esperaban solo cinco personas pero acudieron 35 tras un llamamiento en las redes sociales. La mec¨¢nica es simple. Se convoca una cita de entrada libre en la que hay diferentes mesas en las que unas tarjetas sugieren temas de conversaci¨®n (aunque se evitan la religi¨®n y la pol¨ªtica). Cada participante puede elegir el grupo en el que integrarse y algunos de ellos disponen de un moderador. ¡°Queremos proveer de un espacio donde la gente se sienta confortable para profundizar en t¨®picos que definen nuestra existencia y compartir opiniones y sentimientos sin juicios o verg¨¹enza. Conectar con extra?os fuera de las construcciones sociales que nos definen en base a criterios como nuestro nombre, nacionalidad u ocupaci¨®n¡±, explica Ismail.
El mismo esp¨ªritu es el que comparte James B. Duke, profesor de psicolog¨ªa y econom¨ªa del comportamiento de la Duke University, en Durham (EEUU) y Kristen Berman, fundador de los Irrational Labs (laboratorios irracionales), una compa?¨ªa sin ¨¢nimo de lucro interesada en estudiar el comportamiento humano. Ambos llevaron a cabo un experimento que explican en un art¨ªculo de la revista Wired y cuya tesis se basa en la idea de que las conversaciones de ascensor son convencionalismos sociales tan in¨²tiles como molestos que nos hacen infelices, nos impiden divertirnos, conocer realmente al que tenemos al lado y crear lazos y relaciones m¨¢s profundas y estables.
Ambos organizaron una velada en la que hab¨ªa dos reglas: la primera era que todos los invitados deb¨ªan llegar entre las 19:30 y las 20:00. Si uno llegaba a las 20:05 no entraba. La segunda norma era que estaban prohibidas las conversaciones intranscendentes. Y ah¨ª es donde est¨¢ el dilema, porque la noci¨®n de lo que es un tema interesante o tonto puede variar dependiendo de cada individuo. Para orientar a los invitados se propusieron materias a debatir: ?Donar¨ªas un ri?¨®n si alguien cercano a ti lo necesitara?, se sugiri¨® tambi¨¦n el tema de la teor¨ªa de la prevenci¨®n del suicidio o el de las dominatrices. El resultado final fue que a la gente le gust¨® la idea y, tras acabar la fiesta, se fueron a casa con la sensaci¨®n de haber aprovechado y disfrutado el tiempo. Muchos aprendieron cosas y otros iniciaron una amistad o establecieron contactos con gente que les resultaba interesante o que compart¨ªa sus inquietudes.
Algunas iniciativas para debatir temas candentes
Universidades de pa¨ªses de todo el mundo hace tiempo que vienen desarrollando proyectos de bibliotecas humanas, en las que los usuarios no consultan o leen libros, sino que encuentran personas con las que sentarse cara a cara, no solo para escuchar sino para dialogar. Pueden ser individuos excluidos de la comunidad por su condici¨®n social, econ¨®mica, pol¨ªtica o incluso f¨ªsica. Puede que se hayan visto expuestos a la cr¨ªtica o a los prejuicios de la sociedad, que tengan alg¨²n tipo de discapacidad o que se hayan visto sometidos a situaciones de violencia.
Algunos t¨ªtulos que podr¨ªan consultarse en una biblioteca humana: Historia de una prostituta, Veterano de la Guerra de Irak, Memorias de un ex alcoh¨®lico o La vida desde una talla XXL. ¡°Real people, real conversations¡±, es el lema de algunos de estos proyectos. Pero, aunque se priorice la marginaci¨®n para poder integrarla dentro de la comunidad, cualquiera es libre de contar su historia. Esta experiencia la inici¨® la ONG Stop the Violence en la ciudad danesa de Copenhague en el a?o 2000. Su objetivo era disminuir la discriminaci¨®n entre los j¨®venes celebrando la diferencia y promoviendo el di¨¢logo y la tolerancia. En ese momento hab¨ªa en Dinamarca una enorme confluencia de personas de distintos pa¨ªses, religiones y razas y se extendi¨® en la sociedad danesa una especie de sentimiento de invasi¨®n. Precisamente para contrarrestar esta creencia naci¨® la biblioteca humana.
Los caf¨¦s filos¨®ficos hace tiempo que viene aplicando esta regla de hablar de temas trascendentales. Estas tertulias, que generalmente se organizan en bares, empiezan a ser habituales en Espa?a, aunque donde m¨¢s florecen es en el pa¨ªs galo, donde el fil¨®sofo chileno Daniel Ram¨ªrez capitanea una en el famoso Caf¨¦ des Phares, en la parisina plaza de la Bastilla. Seg¨²n Ram¨ªrez, ¡°Francia es el pa¨ªs que lidera esta nueva corriente porque tiene una gran tradici¨®n de debate. En la Revoluci¨®n Francesa los intelectuales conversaban de pol¨ªtica en los espacios p¨²blicos y luego, en mayo del 68, se retom¨® esta costumbre en los caf¨¦s de Saint-Germaine-des-Pr¨¦s, con Jean Paul Sartre¡±. Esta necesidad de debatir responde, seg¨²n Daniel, ¡°a que las democracias modernas no permiten la participaci¨®n al ciudadano, ¨¦ste ya no tiene palabra y entonces busca otros espacios. La filosof¨ªa da herramientas intelectuales para saber lo que pasa. Cuando no se entiende lo que ocurre se tiende a seguir al l¨ªder sin cuestionarse nada y eso puede ser peligroso¡±.
¡°La conversaci¨®n es algo fundamental en los di¨¢logos filos¨®ficos. Es la forma en que naci¨® la filosof¨ªa y el modo m¨¢s adecuado y accesible para abordar esta materia¡±, afirma Juan Arnau, fil¨®sofo, profesor de la Universidad Europea de Valencia y autor de varios libros, entre los que est¨¢ Manual de filosof¨ªa port¨¢til (Atalanta). El auge de la filosof¨ªa en la calle -aunque no en las aulas con los nuevos planes de estudio-, lo explica Arnau por esa necesidad de llenar nuestra dimensi¨®n espiritual que ha quedado vac¨ªa sin las religiones o la idea de dios. ¡°La filosof¨ªa ense?a que pensar bien hace que el mundo sea mejor. Es una idea budista que entronca con la visi¨®n del universo como una estrategia mental. Todo lo que hagamos tiene sus consecuencias, nada se pierde. Pero, adem¨¢s, la filosof¨ªa te ense?a a ver tus sue?os con cierta iron¨ªa, que no es lo mismo que re¨ªrte de ellos o darles la espalda. La teor¨ªa del follow your dream, a cualquier precio, no importa a quien te lleves por delante es un disparate absoluto¡±, comenta este profesor. Su ¨²ltimo libro, La invenci¨®n de la libertad (Atalanta) es un canto al humanismo frente al entusiasmo tecnol¨®gico o cient¨ªfico; a las sensaciones, que como apunta en su pr¨®logo y como dijo Berkeley ¡°no son duplicados de las cosas sino cosas en si mismas¡± y a la consciencia del saberse ser.
Jorge Garc¨ªa Mar¨ªn, soci¨®logo y profesor de la Universidad de Santiago de Compostela, se muestra, sin embargo, m¨¢s esc¨¦ptico respecto al impulso motivador de esta corriente. ¡°?Es verdaderamente un s¨ªntoma de que la gente busca respuestas o es m¨¢s bien una pose hipster o vintage con fecha de caducidad, como cualquier moda? Lo que veo cada d¨ªa en la universidad son estudiantes enganchados a sus iPhones y a las redes sociales y con pocas ganas de interactuar con el que est¨¢ al lado. Claro que lo que suben a sus muros de Facebook o Twitter puede que sean contenidos m¨¢s comprometidos, que hable del cambio clim¨¢tico o de la crisis de los refugiados pero, ?es realmente una preocupaci¨®n genuina o solo un cierto pudor que les impide publicar un selfie cuando los norteamericanos acaban de elegir a Donald Trump como presidente?¡±.
Lo pol¨ªticamente correcto en materia de conversaciones puede ser socialmente inconveniente, aburrido y una p¨¦rdida de tiempo. ¡°En otros pa¨ªses como EEUU son m¨¢s pr¨¢cticos y aprovechan cualquier reuni¨®n para darse a conocer o hacer networking¡±, apunta Garc¨ªa. La gente no duda en dar su tarjeta a alguien que cree que puede ser interesante para su carrera. Aqu¨ª en Espa?a dividimos mucho los ¨¢mbitos y si estamos en una fiesta muchos consideran mal visto hablar de trabajo¡±. Otra tarea pendiente en la idiosincrasia nacional es la aprender a discutir sin tomarse las opiniones ajenas como algo personal. ¡°En las tertulias televisivas es patente la falta de respeto a las ideas contrarias, el escaso discurso y la ausencia de una argumentaci¨®n consistente¡±, apunta este soci¨®logo.
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