Miedo a una misma: cuando la peor pel¨ªcula de terror es el espejo
Para muchas mujeres enfrentarse al propio reflejo puede ser un g¨¦nero espec¨ªfico de terror.
Hace un a?o publiqu¨¦ Reina del grito, un libro en primera persona sobre los miedos femeninos (aunque la mayor¨ªa no tienen g¨¦nero). Para contar esos miedos us¨¦ como espejo las pel¨ªculas de terror que me hab¨ªan marcado. Al escribirlo, nunca tuve dudas de que quer¨ªa hablar de determinados miedos, como a volver sola de noche a casa, a enfermar, a la p¨¦rdida, a la muerte o a fracasar. Sin embargo, aunque los llevo incrustados desde ni?a, no acababa de ver claro si era buena idea hablar de los miedos en torno a mi cuerpo, del que siempre he sido demasiado consciente. En realidad, ve¨ªa claro hablar de algunos, como los que experiment¨¦ en mis embarazos: los cambios en el cuerpo durante la gestaci¨®n me parec¨ªan lo bastante llamativos para incluirlos y hablar del desconcierto que provocan. Sin embargo, pese a estar muy presentes en mi vida, no estaba tan segura de poder incluir otros miedos relacionados con el cuerpo, entre ellos el miedo a engordar, a envejecer o a alejarme poco a poco de un ideal de belleza. Sent¨ªa que no pod¨ªa igualar esos miedos a los otros, que no ten¨ªa derecho: ?con qu¨¦ desfachatez met¨ªa en el mismo libro el miedo a la p¨¦rdida y el miedo a no entrar en un pantal¨®n? Los esquiv¨¦ de inicio por superficiales. Los negu¨¦. Los ridiculic¨¦. Pero reaparec¨ªan todo el tiempo. No solo se colaban en mis recuerdos, sino que me demostraban lo ligados que estaban a miedos que consideraba m¨¢s importantes. El miedo a no gustarme era parte de mi miedo a no ser aceptada en distintas facetas de mi vida, como la profesional: ?si engordo me seguir¨¢n llamando para hacer tele? Y el miedo a verme mayor, a no reconocerme en los recuerdos que me sugiere el iPhone o en las fotos que me sacan otros (en los selfis que compartimos, no en los que borramos, somos quien nos gustar¨ªa ser), era parte de mi miedo a lo r¨¢pido que pasa el tiempo y, por extensi¨®n, a la muerte.
Esos miedos que, de inicio, hab¨ªa descartado por superficiales tambi¨¦n me revelaban poco a poco sus razones, y la mayor¨ªa ten¨ªan que ver con un exterior obsesionado con la belleza y la juventud. No es f¨¢cil crecer con esa presi¨®n que siempre se ha cebado m¨¢s con nosotras que con ellos, ni siquiera cuando eres una persona adulta que entiende y asume. Ni siquiera cuando entiendes y asumes lo profundo (no vas a ser siempre joven) y lo aparentemente superficial: cuando llegas a cierta edad, mantenerte guapa y delgada es car¨ªsimo. Las secuelas de tantos a?os bajo el doble yugo de la belleza y la juventud, m¨¢s a¨²n si en determinados momentos ese yugo apret¨® o aprieta m¨¢s de lo normal (en mi caso, una relaci¨®n complicada con la comida), no desaparecen as¨ª como as¨ª. Y no es f¨¢cil crecer con esa presi¨®n cuando el exterior, aunque cambie poco a poco, sigue obsesionado con detener el tiempo y embellecerlo todo. Por mi trabajo, vivo rodeada de im¨¢genes y detecto todo eso en las pel¨ªculas, en las series, en la cultura. Y, pese a peque?os milagros, seguimos siendo esclavas de esa doble dictadura, de una imagen distorsionada de la realidad, de una representaci¨®n ¨²nica, embellecida y rejuvenecida del mundo que nos cala hasta los huesos. Los personajes femeninos en la cuarentena suelen ser interpretados por mujeres de 30; las actrices empiezan a tener dificultades para conseguir papeles al cumplir los 40; la decisi¨®n de cualquier mujer conocida de someterse a un cambio est¨¦tico es noticia, cuando no motivo de comentarios desafortunados; el drama en la ficci¨®n de los personajes con sobrepeso suele ser que tienen sobrepeso; el rejuvenecimiento de algunas actrices en las pel¨ªculas empieza a ser terror¨ªfico (lo de Nicole Kidman en Ser los Ricardo no tiene sentido), como lo es el retoque en los p¨®steres, en los que todas las actrices son la misma mujer negada de expresi¨®n porque les han quitado las arrugas y, de paso, el alma; y los cambios de peso pueden llegar a ser m¨¢s importantes que el talento. Se habla m¨¢s de Lena Dunham por su sobrepeso que, precisamente, por ser una de las mujeres que mejor ha hablado de la relaci¨®n que tenemos con nuestros cuerpos.
No tengo duda de que el cuerpo es uno de los grandes temas del presente. Estoy fascinada con eso, recibo con entusiasmo toda pel¨ªcula, serie o libro que hable del cuerpo de manera distinta, que reflexione sobre ¨¦l en otros t¨¦rminos, cuanto m¨¢s intuitivos y arriesgados mejor. De ah¨ª mi obsesi¨®n por Titane (2021), donde Julia Ducournau experimenta con la representaci¨®n del cuerpo y dispara as¨ª un arsenal de ideas, reflexiones y dudas renovadas y fascinantes. Sin embargo, me preocupa que esos nuevos discursos sean minoritarios y no trasciendan. Por eso me agarro a ellos con fiereza, porque estoy convencida de que los miedos sobre el cuerpo que arrastramos (y cometemos el error de considerar superficiales) se desvanecer¨¢n cuando la realidad se represente como tiene que ser, de la forma m¨¢s abierta, plural, integradora, cambiante y mutante posible.
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