Diario de una ¡®runner¡¯ inexperta: las aventuras y desventuras del teleentrenamiento
La segunda carrera fue un eco de la primera. Mismo ritmo, mismo patr¨®n. Me empe?¨¦ en terminarla porque me hab¨ªa fijado su duraci¨®n en 50 minutos (aunque me permit¨ª un par de paradas para capturar el paisaje con el m¨®vil). Al final, recuper¨¦ memoria ling¨¹¨ªstica: balbuce¨¦ el verbo afonar. No, no tienen por qu¨¦ conocerlo. Los alicantinos lo usamos cuando hablamos en castellano. Significa quedarse sin aliento.
Otro verbo, forzar, empez¨® a tomar forma. Al terminar me dol¨ªan varias articulaciones y me costaba subir las escaleras. Parec¨ªa un perrete de tanto arrastrar la pierna. La perra de mi amigo Richard (mi anfitri¨®n en Par¨ªs) observaba mis movimientos confundida. Escrib¨ª un email a Antonio L¨®pez, entrenador de Saludando. ¡°Ayer, s¨¢bado, corr¨ª 40 minutos; hoy, 50. Me duele todo; sobre todo, la rodilla derecha, las caderas y los gemelos¡±. Fue un mensaje pla?idero. Su respuesta: excederse me proporcionar¨ªa un billete a la casilla de salida. ¡°Una de las razones para no terminar la medio marat¨®n es que te lesiones. Por ahora, es mejor que no sobrepases los 30 minutos. Tu musculatura y articulaciones no est¨¢n adaptadas para este deporte porque hace un a?o que no lo practicas y montar en bicicleta no es lo mismo. Hay cuatro zonas peligrosas: las caderas, las rodillas, el pie y las lumbares. Por ejemplo, podr¨ªas desarrollar una fascitis plantar [una inflamaci¨®n en la planta del pie]. Ma?ana lunes, reposo¡±, me recet¨®. De todos modos, no pod¨ªa salir corriendo, a no ser que fuera para ir al aeropuerto. Hab¨ªa viajado a Par¨ªs para entrevistar a una actriz; el encuentro ten¨ªa lugar el lunes y despu¨¦s, avi¨®n y a casa, de vuelta a Madrid. La gira period¨ªstica no terminar¨ªa as¨ª. El reto me hab¨ªa pillado en medio de una (marat¨®n) de viajes.
Antonio L¨®pez lo resumi¨® perfectamente; este hombre es la personificaci¨®n del optimismo: ¡°?Bueno, ya tienes la primera entrada para la web, no? Las aventuras y desventuras del teleentrenamiento¡±. Entonces a¨²n no conoc¨ªa a mi coach. Me lo imaginaba alto, fornido, musculoso y atractivo. Brad Pitt en Quemar antes de leer. Todav¨ªa me quedaban semanas de echarle imaginaci¨®n. Mientras escribo esto sigo sin haberlo visto. Permanezco en modo Willy Fog. Ahora estoy sentada en un avi¨®n de camino a Los ?ngeles para entrevistar a una cantante, queda 18% de bater¨ªa, 4 horas de vuelo y no tengo d¨®nde cargar el ordenador. ?C¨®mo me motivar¨ªa Antonio ahora? Me conminar¨ªa a inmortalizar el ¡°exabrupto¡± de esta ma?ana. Como despegaba a las 11.45, he madrugado para retomar mi dosis quemacalor¨ªas de 30 minutos por el parque del Retiro. Tras la breve pausa recetada, ya no duele (tanto) la rodilla.
No obstante, Antonio no escribe esto, as¨ª que aqu¨ª va el pero: he parado a los 25 minutos. Y se me ha escapado el improperio: ¡°Mierda¡±. Se me agot¨® la bater¨ªa del m¨®vil y, por lo tanto, la m¨²sica. No logr¨® ejercitarme sin ella. Necesito la gasolina de un buen riff, esa frase r¨ªtmica que se repite a lo largo de una canci¨®n; la cabezoner¨ªa machacona de un bajo o el empuje de una bater¨ªa cadente. El mundo est¨¢ dividido en dos: los atletas que se concentran en su respiraci¨®n y movimientos y ?los que necesitan est¨ªmulos externos para evadirse¡±. Los segundo somos unos amateurs. Y nos ahogamos en la carrera cuando escuchamos nuestras pisadas. Porque se nos atraganta el futuro.
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