?La felicidad es contagiosa?
Phap Dung, que abandon¨® su carrera de arquitecto para hacerse monje budista zen, explica en esta entrevista c¨®mo disfrutar m¨¢s y sufrir menos.
En Plum Village, el monasterio cerca de Burdeos (Francia) donde vive Phap Dung, suenan campanas a cada rato. Y, cuando lo hacen, todo se detiene, en una peculiar versi¨®n del escondite ingl¨¦s. El objetivo es cultivar ¡°mindfulness¡± o atenci¨®n plena, lo que ¨¦l define como ¡°la energ¨ªa que nos ayuda a estar completamente presentes en la vida¡±.
Entre otras cosas, esto significa romper la arraigada tendencia de darlo todo por hecho. Abres el grifo y sale agua caliente, por ejemplo, pero el d¨ªa que se produce una aver¨ªa, muchos de nosotros nos subimos por las paredes. ¡°La atenci¨®n plena te ayuda a romper con esa manera de ver tan rutinaria, a apreciar el agua caliente cada vez que abres el grifo. As¨ª puedes disfrutar de cada acto, por sencillo que sea, hasta de atarte los zapatos. Piensa que llegar¨¢ el d¨ªa en que no podr¨¢s agacharte con tanta agilidad¡±, se?ala Phap Dung.
El monje de 42 a?os, que en su otra vida trabajaba como arquitecto en Los ?ngeles (California, EEUU), participa en el retiro sobre atenci¨®n plena y educaci¨®n que acaba de concluir en Plum Village, cuartel general del maestro Zen, escritor y activista nominado para el Nobel de la Paz Thich Nhat Hanh.
Acaba de participar en el retiro con una presentaci¨®n sobre las relaciones personales. ?Qu¨¦ tiene que ver la meditaci¨®n con las relaciones?
La mayor¨ªa de nosotros no disponemos de herramientas apropiadas para solucionar los conflictos familiares, de donde surgen luego todos los dem¨¢s. Puedes vivir con tu familia sin estar realmente ah¨ª. La meditaci¨®n no es s¨®lo mirar a una pared; tambi¨¦n consiste en ser capaz de sentarte a hablar con tu familia con la concentraci¨®n, compasi¨®n y energ¨ªa necesarias para solucionar conflictos sin herir a nadie. La meditaci¨®n es una herramienta que permite frenar, estar presente y observar las cosas con m¨¢s profundidad, en lugar de correr detr¨¢s de todo tipo de est¨ªmulos. Alguien que medita est¨¢ en calma, concentrado¡ puede convertirse en un refugio para la otra persona.
Usted es un monje c¨¦libe. No parece la persona m¨¢s apropiada para hablar de relaciones.
Convivo con otros monjes y monjas. No importa que se trate de un matrimonio, de relaciones familiares o de amistad. Es siempre lo mismo. Por otro lado, la gente cree que los monjes estamos aislados del mundo. Pero es al contrario: antes estaba tan ocupado que no ten¨ªa tiempo de observar c¨®mo actuaba. Pero ahora s¨¦ que para relacionarme con mis semejantes tengo que aprender a estar en calma, compartir, estar presente¡ los ingredientes b¨¢sicos con los que construyes una relaci¨®n.
Ah¨ª fuera est¨¢ lleno de estresados con grandes dificultades para escuchar.
Tenemos mucha tensi¨®n en el cuerpo y en la mente. Las prisas y el parloteo incesante en la cabeza traen estr¨¦s. Se trata de volver una y otra vez a la respiraci¨®n, identificar cada inhalaci¨®n como inhalaci¨®n, cada exhalaci¨®n como exhalaci¨®n. Si la mente est¨¢ ah¨ª, en la respiraci¨®n, deja de dar vueltas alrededor de otras cosas de fuera. En la sociedad hacemos lo contrario. Los j¨®venes no son capaces de estarse quietos ni un momento. Quieren chequear su m¨®vil o su e-mail constantemente. Les digo: ?rel¨¢jate, no te est¨¢s perdiendo nada. Todo continuar¨¢ ah¨ª cuando vuelvas a encenderlo?. Est¨¢n constantemente pensando en lo siguiente. Pero la vida s¨®lo transcurre en el presente.
Incluso cuando estamos esperando, sin hacer nada, estamos estresados. Lo veo en el aeropuerto, por ejemplo. Est¨¢s rodeado de gente ansiosa, pegada a su tel¨¦fono y su ordenador. Pero si es un tiempo de espera, ?por qu¨¦ no te relajas? Pero en nuestra sociedad eso se vive como lo normal. Estar constantemente corriendo es lo normal.
Supongo que era de los que corr¨ªa, de los ansiosos, antes de hacerse monje.
Desde luego. Los ?ngeles es una ciudad muy dura, y yo llevaba una vida social intensa. Si te quedabas en casa un s¨¢bado por la noche, eras un pringado.
Recuerdo bien la primera vez que acud¨ª a una charla de Thich Nhat Hanh. Nunca hab¨ªa experimentado nada parecido: un hombrecillo capaz de transformar la energ¨ªa de un auditorio de 6.000 personas con el simple sonido de una campana. Todo se qued¨® en silencio. Fue la primera vez que me sent¨ª verdaderamente en paz.
Y abandon¨® su trabajo de arquitecto.
Cuando estudiaba, era de los que quer¨ªa cambiar el mundo. Pero eso se fue quedando atr¨¢s. Me di cuenta de que estaba tratando de tener ¨¦xito y de conseguir m¨¢s y m¨¢s a costa de perder mi humanidad. Trabaj¨¦ con muchos arquitectos famosos y vi que no eran felices. Entonces supe que ten¨ªa que hacer algo; todav¨ªa no sab¨ªa qu¨¦, pero algo.
?Pero c¨®mo se cambia el mundo desde un monasterio? ?Y si todos hici¨¦semos lo mismo?
Entonces ¨Cde estudiante¨C ten¨ªa esa ambici¨®n de conseguir grandes cambios. Ahora s¨¦ que uno tiene que empezar por uno mismo. Ser amable, ser buena gente. Eso es lo primero.
A todo esto, con tanto sosiego y deliberaci¨®n, ?se produce algo?
Tenemos muchas pruebas ya de que la multitarea no es buena. Las empresas no s¨®lo buscan cantidad; cada vez m¨¢s, buscan calidad, y eso no se consigue haciendo mil cosas a la vez.
Por otro lado, observa a los que producen mucho. ?Son felices? Hay que reevaluar la cultura del rendimiento y el ¨¦xito. El deseo de conseguir m¨¢s y m¨¢s con frecuencia hace que pierdas tu direcci¨®n y hagas da?o a otros. La meditaci¨®n te ayuda a mantener la direcci¨®n y concentraci¨®n sin perder tu humanidad. Cuando no eres feliz, no trabajas bien. La felicidad, por otro lado, es contagiosa.
?C¨®mo define esta felicidad?
Una persona feliz se conoce bien a s¨ª misma. Ama vivir. No est¨¢ atrapada por sus ideas y emociones. Sabe c¨®mo cuidarse. Esto no significa que tenga que estar contenta todo el tiempo, pero sabe lidiar con su sufrimiento.
Antes cre¨ªa que era feliz cuando recib¨ªa cosas de fuera: fiestas, est¨ªmulos interesantes. Pero mira: observa este instante. Este es un momento feliz. Estoy vivo. Estoy hablando con alguien que quiere ayudar a otros. Puedo alimentar mi felicidad. Esto no es una constante, no hay que darlo por hecho; es una pr¨¢ctica que puedo cultivar.
Felicidad, disfrute¡ poco que ver con las palabras que una asocia con un monasterio: renuncia, oscuridad, sufrimiento.
En otras tradiciones, quiz¨¢s uno acuda a un monasterio para obtener la felicidad en el futuro. Pero mira la vida. Como si fu¨¦ramos una flor: floreces, disfrutas del sol, de la lluvia, y despu¨¦s vuelves a la tierra. Como seres humanos, hemos salido de la tierra, estamos vivos, tenemos el regalo de la conciencia. Quiz¨¢ vayamos al cielo, no s¨¦; para m¨ª esto es suficiente. ?Quejarse? ?Querer ir a otro sitio? Observa con atenci¨®n lo que hay detr¨¢s de ese deseo, de esos pensamientos.
Hay gente que cree que vivir en un monasterio es salir corriendo de algo, pero eso es una mala interpretaci¨®n. En esta tradici¨®n, estamos motivados por el deseo de vivir la vida intensamente y ayudar a que otros tambi¨¦n lo hagan. Y a quien diga que esto no es normal, le invito a que examine su vida: correr, tratar de acumular m¨¢s y m¨¢s, esperar a los 65 a?os para retirarte y disfrutar de la vida¡ Aqu¨ª, en el monasterio, vivo intensamente todos los d¨ªas. No tengo que esperar a jubilarme.
La felicidad es contagiosa s¨ª, pero tambi¨¦n lo es el miedo. Y de eso sabemos un rato en Espa?a, donde en los ¨²ltimos tiempos se esparce como un virus¡
Los medios de comunicaci¨®n propagan miedo y negatividad. Se cuelan dentro de nosotros. Por eso hay que protegerse, no regar la semilla del miedo que todos llevamos dentro. Es un estado mental que puedes cuidar con lo que lees, con las conversaciones que mantienes, los programas que ves.
En sus charlas habla de la necesidad de no huir del sufrimiento. ?Qu¨¦ quiere decir con eso, exactamente?
Huimos de nuestro sufrimiento porque no tenemos suficiente solidez para confrontarlo. Alguien que es s¨®lido es capaz de afrontar la adversidad y los desaf¨ªos de forma saludable. Es como en las artes marciales: si te entrenas y contin¨²as practicando, no tienes miedo. Para conseguir fuerza necesitas alimentar tu capacidad de disfrutar de la vida, tu atenci¨®n, gratitud por lo que tienes¡ con todo ello construyes claridad y fortaleza. Esto no significa que no padezcas dolor, sino que no huyes: no enciendes la tele, coges un libro, vas al cine, comes comida basura o te drogas para no esquivar tu sufrimiento.
Escapar no es posible, no funciona nunca. M¨¢s tarde o temprano te perseguir¨¢. Quiz¨¢ por la noche, cuando no consigues dormir. Cada sufrimiento que hayas superado te har¨¢ ganar en sabidur¨ªa, conocimiento, compasi¨®n por otra persona. De hecho, no quieres liberarte de todo el sufrimiento, porque una parte de ¨¦l te hace comprender a la humanidad.
?Es lo que pretende, desde aqu¨ª?
Para m¨ª es suficiente con que sea capaz de ayudar a una sola persona a ser m¨¢s feliz. Cuando me muera, no me morir¨¦ amargado. No contribuir¨¦ a propagar el miedo y amargura en este mundo. Esto no es budismo, es humanismo: dejemos de lado la cuesti¨®n religiosa, el monasterio. Los humanos sufren; quieren ser felices¡ s¨®lo se trata de esto.
Natalia Mart¨ªn Cantero es periodista. Si quieres ponerte en contacto con ella, escribe a natalia@vidasencilla.es
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