La boda como c¨¢rcel: la teor¨ªa de ¡®Como anillo al dedo¡¯ y otros libros que defienden la solter¨ªa como arma pol¨ªtica
Purificaci¨®n Mascarell encabeza una oleada de ensayos que se cuestionan el papel de la mujer dentro de la instituci¨®n del matrimonio
?El matrimonio me hab¨ªa encerrado de por vida?, proclama Maria, la protagonista de la novela inacabada, de nombre hom¨®nimo, de Mary Wollstonecraft. La autora de Vindicaci¨®n de los derechos de la mujer plasm¨® a finales del siglo XVIII una brutal cr¨ªtica a la desigualdad legal de la poblaci¨®n femenina. ¡°La mujer, siendo tan propiedad del hombre como su caballo o su asno, no tiene nada que pueda llamar suyo¡±. Ni una casa. Ni un negocio. Ni siquiera sus criaturas. Probablemente, tampoco sus ideas.
Un siglo despu¨¦s, V¨ªctor Catal¨¢, seud¨®nimo tras el que se escond¨ªa Caterina Albert, public¨® Solitud. Aquella ficci¨®n que Montserrat Roig definir¨ªa como ¡°una de las pocas novelas actuales escritas por mujeres donde un hombre sea retratado con tanto desprecio y asco¡±, en la que el personaje principal, probablemente embarazada despu¨¦s de haber sido violada, opta por continuar su vida al margen de los hombres, de su marido. M¨¢s tarde llegar¨ªa La malcasada, donde Dolores, trasunto de Carmen de Burgos se atrevi¨® a escribir que ?su matrimonio estaba anulado, porque se hab¨ªa realizado sobre la base de un enga?o?.
Antes, durante y despu¨¦s, hubo otras. No muchas. Algunas privilegiadas ¨Cpor su clase, raza o condici¨®n¨C que consiguieron ?perforar el manto de silencio que oprime y amordaza por raz¨®n de sexo?. Como Emilia Pardo Baz¨¢n, Merc¨¨ Rodoreda, Edith Wharton, Louisa May Alcott o Sibilla Aleramo. ¡°Las mujeres han escrito mucho sobre opresi¨®n en el seno del matrimonio, pero se las ha le¨ªdo poco y estudiado acad¨¦micamente menos¡±, lamenta la escritora y fil¨®loga Purificaci¨® Mascarell (X¨¤tiva, 1985). Para ponerle remedio, ha escrito Como anillo al cuello, con el prop¨®sito de ¡°escuchar la voz autorial de la figura oprimida en el binomio marido-esposa, y no la voz del que ocupa la posici¨®n tradicional de poder y dominio. Una posici¨®n amparada por las leyes, tanto humanas como divinas¡±.
¡°Aparte de la recuperaci¨®n de las voces de esas mujeres que han escrito, me apetec¨ªa vincular a esas escritoras y sus vidas con las vidas de cualquiera de nosotras y las vidas de nuestras antepasadas. Quer¨ªa que las lectoras rascasen en su ¨¢rbol geneal¨®gico y descubrieran historias de opresi¨®n matrimonial, que no solo est¨¢n en las novelas o en las vidas de grandes autoras, sino que tambi¨¦n est¨¢n en cada una de nuestras madres, abuelas, t¨ªas¡±, explica a S Moda Mascarell. El ejercicio de revisi¨®n comienza por sus propias predecesoras. La abuela de Mascarell repet¨ªa por las noches, mientras acostaba a sus hijas en el lecho compartido, una misma frase: ?I que encara em quede a mi esta faena, Senyor!? (Y que todav¨ªa me quede a m¨ª esta ¨²ltima tarea, ?Se?or!). Extenuada tras horas de trabajo en las que combinaba la atenci¨®n detr¨¢s del mostrador de la carnicer¨ªa familiar y las tareas dom¨¦sticas, sin otra voluntad que dormir, deb¨ªa atender entonces la demanda sexual del marido. Su madre vivi¨® toda su vida de casada en un tercero sin ascensor, al cargo de cuatro ni?os peque?os y un marido que rara vez invirti¨® su tiempo en hacer la compra. Nunca tuvo un sill¨®n propio y se resign¨® a cenar la ¨²ltima ?de pie, o entrando y saliendo, o ya fr¨ªo, o lo que a nadie le gustaba?. De su boca nunca se escuch¨® una queja. Hoy su cuerpo delata el tiempo de ¨ªmprobo esfuerzo pret¨¦rito.
Quiz¨¢s, las realidades de las mujeres que la rodeaban marcaron la decisi¨®n de Purificaci¨® Mascarell de rebelarse, desde bien peque?a, contra el destino fijado durante siglos para las de su mismo g¨¦nero. Ella siempre dese¨® vivir una historia de amor, pero nunca se imagin¨® esposa. ¡°?Qu¨¦ necesidad hay de asumir una instituci¨®n que ha oprimido a tantas de mis antepasadas? Es como zambullirse en una piscina donde sabes que se han ahogado miles de personas antes de tu pirueta en el trampol¨ªn¡±, escribe ahora, muchos a?os despu¨¦s.
¡°Soy consciente de que ahora mismo el matrimonio ya no significa lo mismo para las mujeres. Pero mi pregunta es: ?qu¨¦ sentido tiene que yo asuma una instituci¨®n que durante tantos siglos ha sido utilizada como un arma opresiva para la mujer?, ?por qu¨¦ tengo que pasar por ese filtro, por mucho que se haya dulcificado y suavizado en las ¨²ltimas d¨¦cadas?¡±, argumenta en la actualidad, muchos a?os despu¨¦s.
Aquellas ideas iniciales comenzaron a tomar forma cuando la tambi¨¦n profesora de Literatura Comparada en la Universitat de Val¨¨ncia descubri¨® Oculto Sendero, la obra injustamente desconocida de Elena Fort¨²n. Mascarell hab¨ªa crecido con las aventuras de la incansable Celia, pero un d¨ªa, pasada la treintena, ley¨®: ¡°?Dios, Dios! ?Si yo no quiero ser una madre de familia! Si no me quiero casar, ni estudiar piano, ni coser, ni hacer cuentas... Solo quiero leer, leer todos los libros que hay en el mundo... Pero no se lo puedo decir a nadie porque todos se enfadan y me ri?en...¡±. Y las piezas comenzaron a encajar.
La escritura de Fort¨²n fue poniendo nombre a las experiencias femeninas que Mascarell hab¨ªa advertido desde su infancia. Despu¨¦s, aparecieron las voces de otras (y otras y otras) autoras ?arrumbadas en los m¨¢rgenes del canon o, directamente, invisibilizadas y excluidas por la cr¨ªtica literaria patriarcal? que hab¨ªan narrado la opresi¨®n en el seno del matrimonio y, a trav¨¦s de la literatura, hab¨ªan ?utilizado la literatura como un medio de denuncia, de cr¨ªtica social a la opresi¨®n matrimonial, como un exorcismo a sus propios matrimonios o como una forma de ofrecer alternativas al destino universal fijado para las mujeres?. V¨ªas de escapatoria. Mascarell es una firme defensora de que existe ?un cord¨®n umbilical de doble direcci¨®n? entre la literatura y la vida. Por ello, afirma que ?la escritura femenina nace demasiadas veces de la necesidad de reflexionar en torno al sufrimiento, la impotencia, la rabia y los traumas f¨ªsicos y mentales de la violencia patriarcal?. Bajo este pretexto, Como anillo al cuello explora el ?v¨ªnculo innegable entre pensamiento feminista y creaci¨®n literaria? para emprender un recorrido ¨C¡±necesariamente parcial¡±¨C por numerosas obras de autor¨ªa femenina que han cuestionado las cadenas conyugales impuestas a las mujeres.
¡°Anillos que son yugos; tinta indeleble para narrarlos. [...] Para que el dolor de tantas esposas sometidas por sus maridos -muchas de ellas, escritoras- no haya sido en vano y sirva a las mujeres del futuro. Y a los hombres. A toda la sociedad?, sentencia Mascarell. En el libro aborda desde el sexo sin consentimiento en el lecho nupcial (?como una violaci¨®n normalizada ¨Cterrible ox¨ªmoron¨C?), la imposibilidad de escapar del matrimonio, las torturas psicol¨®gicas y las palizas, hasta las presiones familiares derivadas del ?qu¨¦ dir¨¢n? o la interminable doble jornada que ha condenado a demasiadas mujeres a la servidumbre al marido y los hijos. Con el casamiento, ¡°el hombre se agenciaba un producto estrella para toda la vida, mano de obra gratuita y polivalente. Porque la esposa era criada, limpiadora, cocinera, enfermera, terapeuta, nodriza y, tambi¨¦n, sirvienta sexual¡±, argumenta la profesora.
Cuidadoras de los otros
Frente al concepto ¡®madresposa¡¯, acu?ado por la antrop¨®loga Marcela Lagarde, las mujeres solteras consolidan una identidad que supone la negaci¨®n del destino social impuesto y pone en duda la instituci¨®n matrimonial. Se crean, consiguientemente, ?dos identidades enfrentadas ¨Cser soltera o ser casada¨C que condensan de manera opuesta aquello naturalizado por la sociedad. Por una parte, ser soltera se asocia de forma polarizada tanto a la marginaci¨®n y la soledad como a la libertad y la independencia. Mientras que, por otra, ser casada se vincula igualmente de forma dicot¨®mica con la sumisi¨®n y el cautiverio, pero tambi¨¦n con la inclusi¨®n y el acompa?amiento?, sostienen Raquel Ferrero y Clara Colomina, autoras de Fadrines. El proc¨¦s de no casar-se en la societat tradicional valenciana.
Dispuestas a ir m¨¢s all¨¢ del se?alamiento y la simplificaci¨®n que ha caracterizado la solter¨ªa femenina, Ferrero y Colomina han escrito una investigaci¨®n antropol¨®gica que presenta a sus entrevistadas ?m¨¢s all¨¢ de la triple marginaci¨®n que han sufrido por mujeres, por viejas y por solteras?. Su objetivo (cumplido, por cierto): demostrar que ?existen diversidad de pr¨¢cticas de solter¨ªa que, frente a la monocrom¨ªa del estereotipo o de las representaciones asociadas, hacen que no pueda ser entendida en gen¨¦rico, al contrario, tiene que ser abordada de forma heterog¨¦nea y plural?. El libro se complementa con un documental interactivo y una exposici¨®n, que puede visitarse hasta el pr¨®ximo mes de septiembre en l¡¯ETNO de Val¨¨ncia.
En el transcurso de su investigaci¨®n, las antrop¨®logas conocieron a Romina (nombre ficticio). Tuvo tres novios, pero nunca pas¨® por el altar. ¡°No me dejaron casarme porque quer¨ªan que los cuidara. Y no me he casado por eso. Se pensaban que si me hubiera casado, los hubiera abandonado...¡±, les cont¨® sobre su familia. Como ella, muchas otras mujeres solteras que ¨Cvoluntariamente o no¨C han renunciado a la maternidad han sido abocadas igualmente a un rol de cuidadoras. De cuidadoras de los otros. Esta imposici¨®n, remarcan Ferrero y Colomina, responde a la intenci¨®n de integrar a las figuras transgresoras en el orden. ¡°La domesticidad act¨²a [...] con la intenci¨®n instrumental de igualaci¨®n de las solteras con las casadas en funciones, tareas y dedicaciones: en ser para otros sin distinci¨®n y con abnegaci¨®n¡±, aseveran.
Pero, y aqu¨ª es donde el sistema identifica el peligro, siempre han existido formas de escapar de los designios patriarcales. Los testimonios aportados evidencian que los motivos del celibato tambi¨¦n responden a la viabilidad econ¨®mica (¡±pasamos de la solter¨ªa como obligaci¨®n a la solter¨ªa como lujo¡±); el miedo a los hombres, al matrimonio, al sexo, al parto y a la muerte; o la decisi¨®n propia. ¡°No est¨¢s ligada a ning¨²n sitio. No manda nadie sobre ti. T¨² t¨² y t¨². Una se casa, mandan los hijos, manda el hombre y menos la mujer¡ Y t¨² [soltera] haces lo que quieres¡±, cuenta otra de las entrevistadas.
El estigma de la solterona
La solter¨ªa, se?alada como la desviaci¨®n de la norma conyugal, se convierte en una amenaza que ¡°debilita la asunci¨®n de los imperativos de g¨¦nero, por lo que [las solteras] tienen que ser abiertamente estigmatizadas para evitar que se conviertan en referentes¡±, se?alan las autoras de Fadrines. ¡°Las solteras se alejaban por completo de ese perfecto modelo femenino y supon¨ªan una nota discordante [...] mujer y sola siempre han despertado la desconfianza, la sospecha¡±, agrega Manuel Jim¨¦nez N¨²?ez, art¨ªfice del proyecto Solteronas, que consta de un documental y un libro, con entrevistas a veinte mujeres de ¨¢mbitos rurales y urbanos, con y sin estudios, de distintos niveles socioecon¨®micos (recuerden, la heterogeneidad de la solter¨ªa) de Andaluc¨ªa y Castilla-La Mancha.
El autor toma como m¨¢xima la afirmaci¨®n de Carmen Mart¨ªn Gaite, que asegur¨® que una de las conclusiones a las que hab¨ªa llegado, ¡°despu¨¦s de estudiarlo mucho y darle muchas vueltas, es que a las solteras que no van a encontrar marido se las margina o se las caricaturiza, pero nunca se habla con ellas realmente¡±. Y ¨¦l se dedic¨® a escucharlas. ¡°Todav¨ªa queda ese¡ ese concepto negativo. No se ha casado porque es una reprimida, o porque es una siesa, o tiene mal car¨¢cter, o es una amargada. Todo eso est¨¢ metido en ese puzle, en ese concepto de solterona¡±, le dijo Genoveva.
As¨ª, Jim¨¦nez N¨²?ez emprendi¨® un periplo por los distintos estereotipos con los que se ha representado a las solteras, a aquellas mujeres que ?quedaron para vestir santos? o a las que ?se les pas¨® el arroz?: raras, neur¨®ticas, amargadas, poco agraciadas, fracasadas, incompletas, pat¨¦ticas, con la ¨²nica compa?¨ªa de los animales¡ ?La solterona tiene que verse como el antimodelo de la mujer ideal. [...] Est¨¢n cargadas de connotaciones peyorativas en todos los ¨¢mbitos de su vida e impregnan toda nuestra cultura. Y la construcci¨®n de este estereotipo, que llega hasta nuestros d¨ªas, es consciente?, subraya.
El proyecto transita por las revistas femeninas del franquismo, los seriales radiof¨®nicos y los consultorios sentimentales (Elena Francis bien merecer¨ªa un art¨ªculo aparte), los tebeos, cupl¨¦s, coplas y zarzuelas, novelas, pel¨ªculas o incluso el refranero y ejemplos tan mis¨®ginos como ?mujer sin var¨®n y nav¨ªo sin tim¨®n nada son?. En palabras de Jim¨¦nez N¨²?ez, el estigma asociado a las mujeres que han tenido la osad¨ªa de existir sin un marido ?forma parte de una pedagog¨ªa invisible que nos afecta a todos, de nuestra socializaci¨®n, de todas esas cosas que vamos aprendiendo por el entorno sin darnos cuenta, de ese inconsciente colectivo que establece las normas y act¨²a como juez, como jurado y como verdugo?.
Afirma Rachel Cusk que ¡°una feminista no deber¨ªa casarse. No deber¨ªa tener una cuenta conjunta o una casa escriturada a nombre de dos¡±. La solter¨ªa ¨Celegida o no¨C no est¨¢ exenta de cadenas impuestas por el patriarcado. Pero, ante el dicho de ¡°madre, ?qu¨¦ cosa es casar? Hija, hilar, parir y llorar¡±, puede empezarse por reivindicar el legado de aquellas mujeres, muchas de ellas solteras, que, como se?ala Jim¨¦nez N¨²?ez, tuvieron que sufrir para que hoy podamos disfrutar de los derechos de los que hoy disponemos. Delhy tejero, Maruja Mallo, Clara Campoamor, Victorina Dur¨¢n, Victoria Kent, Mar¨ªa Luz Morales, Menchu Gal, Marisa Ro?sset, Mar¨ªa Montessori, Amalia Goyri o Gabriela Mistral, son solo algunas de las muchas mujeres que nunca se casaron.
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