Cuando las redes pintaban bien
Internet fue un espacio fundamental para el feminismo de cuarta ola, hasta que llegaron los ¡®trolls¡¯.
La cosa pintaba bien aunque ahora no lo parezca. Durante el estallido de la cuarta ola feminista, una mujer ten¨ªa una opini¨®n, la expresaba en una red social y pod¨ªa ser replicada con alegr¨ªa, comprensi¨®n, disenso. B¨¢sicamente obten¨ªa un amplio abanico de emociones o respuestas racionales. ?Pod¨ªa incluso ligar por redes! Es m¨¢s, en esa ¨¦poca las redes sociales resultaban incluso constructivas a la hora de entender movimientos c¨ªvicos, elaboraban una respuesta ante las injusticias colectivas. Prueba de ello fue la organizaci¨®n en red con #MeToo, #Cu¨¦ntalo o #BlacksLivesMatter, todos encabezados por mujeres, todos parte de una elaboraci¨®n colectiva de que lo que te pasa a ti, a m¨ª y a las dem¨¢s no era una mera casualidad, sino parte de un problema sist¨¦mico, que necesitaba de una buena reforma ¨Ccuando no una reestructuraci¨®n completa, o su m¨¢s absoluta demolici¨®n¨C.
Pero algo ocurri¨®, como reacci¨®n al movimiento feminista contempor¨¢neo. Primero pareci¨® casual e incluso risible. Un enjambre de trolls muy agresivos y activos la tomaban con una consigna primero, con una activista despu¨¦s, y eran inasequibles al desaliento. Se utilizaban mensajes cortos, funcionales y muy destructivos. Tardamos tiempo en prestarle la atenci¨®n debida. Despu¨¦s nos enteramos de que era una pr¨¢ctica antifeminista que ganaba popularidad con los nuevos l¨ªderes mundiales ultraconservadores ¨CBolsonaro, Trump, Erdogan¨C y ten¨ªa un nombre, gendertrolling, acu?ado por la soci¨®loga estadounidense Karla Mantilla en 2015.
De ah¨ª se pas¨® a la manipulaci¨®n de fotos en foros privados, y a la divulgaci¨®n de informaci¨®n personal de activistas y periodistas que hac¨ªan su vida irrespirable. El se?alamiento p¨²blico por parte de tertulianos afines. Otro paso. La humillaci¨®n, el uso de im¨¢genes pornogr¨¢ficas manipuladas, d¨ªa tras d¨ªa, una y otra vez, para el ejercicio de la tortura sistem¨¢tica, para amedrentar a las mujeres que usan las redes. La cronolog¨ªa nos dio la pista de que se trataba de acorralarlas: primero sucedi¨® en YouTube y dejamos de leer los comentarios en YouTube. Despu¨¦s aparecieron en Facebook y dejamos de usar Facebook. Pasaron entonces a Twitter y dejamos Twitter. Ahora se habla de la manipulaci¨®n de las p¨¢ginas de Wikipedia por parte de trolls, lo cual genera muchos quebraderos de cabeza a los moderadores y, podemos prever, dentro de poco har¨¢ irrespirable la atm¨®sfera tambi¨¦n all¨ª.
Aun as¨ª, hasta hace poco, parec¨ªamos habernos acostumbrado. Algunos datos que nos hac¨ªan pensar, a veces: seg¨²n la ONG Lobby Europeo de Mujeres, estas sufren 27 veces m¨¢s acoso en las redes que los hombres. Recientemente, el director general de Disney, Bob Iger, revel¨® que su empresa consider¨® comprar Twitter en el 2017 y decidi¨® no hacerlo. Declar¨® a The New York Times: ¡°La maldad que hay ah¨ª es extraordinaria. Me gusta leer mi timeline de noticias de Twitter porque quiero seguir 15 o 20 temas distintos. Luego estudias tus notificaciones e inmediatamente dices: ¡®?Por qu¨¦ estoy haciendo esto? ?Por qu¨¦ soporto este dolor?¡±. Cuando el directivo millonario de una multinacional sufre en redes, ?qu¨¦ no
sufrir¨¢n las mujeres?
Quiz¨¢ se trate del signo de los tiempos y esta sea una gran ¨¦poca para ser un psic¨®pata, como dec¨ªa la autora de Fleabag, Phoebe Waller-Bridge, o quiz¨¢ estemos demasiado inmersas en soportar esta violencia para poder salir del circo romano en el que se lapida, m¨¢s que se comparte. Recuerdo esa escena en la que la familia feliz de Don Draper, en la primera temporada de Mad Men, est¨¢ disfrutando de un p¨ªcnic en un hermoso paisaje. Cuando terminan, tiran todos los restos, incluidas botellas de cristal, al agua transparente del lago y el espectador siente un escalofr¨ªo. ??C¨®mo pueden hacer algo tan espantoso?! El gesto forma parte de la cultura de la ¨¦poca. Quiz¨¢ pronto echemos la vista atr¨¢s y pensemos ?c¨®mo soportamos eso?, sin nostalgia alguna. Porque al principio la cosa pintaba bien. Y ya no.
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