Boutique Dior: media hora de puro lujo
?Por qu¨¦ alguien espera tres horas en una cola para ver c¨®mo se crea un vestido de alta costura? Porque no es solo una prenda: es una experiencia que merece ser vivida en directo.
Son las nueve de la ma?ana de un s¨¢bado y la cola de curiosos que espera para entrar en la boutique de Dior en el n¨²mero 30 de la avenue Montaigne en Par¨ªs ya da la vuelta a la manzana. Es la prueba de que el misticismo que rodea al lujo y la alta costura es una fuerza de atracci¨®n poderosa: en solo dos d¨ªas, m¨¢s de 140.000 personas se han acercado a los talleres de firmas como Dior, Herm¨¨s, Kenzo o Louis Vuitton. La ocasi¨®n lo merec¨ªa. Bajo el nombre de Les Journ¨¦es Particuli¨¦res ¨Cque literalmente se traduce por ?los d¨ªas especiales? y quiere transmitir el sentido de excepcionalidad que rodea a esta iniciativa¨C, las firmas del grupo LVMH han permitido que el p¨²blico pasee entre sus bambalinas para poder descubrir su trabajo artesanal y vivir la experiencia del lujo en primera persona. El de Dior ha sido uno de los m¨¢s concurridos.
Para la ocasi¨®n, los salones de costura de la maison ¨Clos mismos donde, en 1947, Christian Dior present¨® su primer desfile, en el que su famosa silueta New Look vio la luz¨C se han convertido en una r¨¦plica, a peque?a escala, de sus ateliers. Las paredes pintadas de blanco y gris perla, las fotograf¨ªas de Irving Penn y los sillones de estilo Luis XVI nos transportan al universo Dior nada m¨¢s cruzar la puerta. Claro que los maniqu¨ªs que flanquean la escalinata de la entrada, vestidos con las creaciones de alta costura de Raf Simons ¨Cincluida la que llev¨® Jennifer Lawrence al recoger el Oscar¨C tambi¨¦n ayudan.?
Javier Tom¨¢s Biosca
Un recorrido lleno de sorpresas.?La visita dura apenas 30 minutos, el tiempo suficiente para comenzar a comprender por qu¨¦ un par de?stilettos?de Dior cuesta lo que cuesta. Con 12 horas de trabajo detr¨¢s, y un proceso de m¨¢s de 150 pasos, es la primera de las piezas que descubrimos. En la mesa del experto artesano se amontonan clavos, alicates y muestras de tejidos: cocodrilo, piel de pit¨®n te?ida de rosa y amarillo, sat¨¦n¡ Pero la clave es la horma de madera. Sobre ella se lleva a cabo todo el proceso de fabricaci¨®n. Partiendo del boceto en una hoja de papel, se interpreta el dise?o, se crea el patr¨®n y se cortan las trozos de piel, que luego se ensamblan, desde la suela hasta la etiqueta interior, a mano. Un proceso parecido al de la fabricaci¨®n de los bolsos de la casa. Siete artesanos ¨Cnada m¨¢s y nada menos¨C son necesarios para dar forma al modelo insignia, Lady Dior. Los 43 remaches de metal y las 140 piezas de piel que lo componen se ti?en, pulen, cosen y encajan manualmente, usando, tambi¨¦n, un molde de madera que le da su particular formato cuadrado.
Hasta el momento, si algo deja claro la visita, es que sin esa mano de obra cualificada no hay Dior. Una premisa que reafirmamos al llegar a la secci¨®n de sastrer¨ªa masculina. Aguja en mano, el experto muestra c¨®mo los trajes toman forma, llegando a superponer tres capas de lino y crin de caballo entre el forro y la tela para darle la rigidez necesaria. En todo el proceso ¨Cque comprende nueve pasos, con seis horas de trabajo cada uno¨C no intervienen m¨¢quinas. Ni siquiera para coser bajos u ojales.?
El respeto a la obra hecha a mano tambi¨¦n se muestra en el oficio de la perfumer¨ªa. Declar¨¢ndose, con visible orgullo, ?guardianes del saber hacer que es tan esencial en el mundo del lujo?, Marie-Christine de Sayn-Wittgenstein, directora de desarrollo de Dior Perfumes, nos habla de su af¨¢n por conservar tradiciones como la del?baudruchage, una t¨¦cnica de sellado ancestral que evita que el perfume se evapore.?
Para crear las joyas, se usan dos t¨¦cnicas con una larga historia: el grabado a cincel y el moldeo a la cera perdida.
Javier Tom¨¢s Biosca
Pero a¨²n est¨¢ por llegar el plato fuerte: los talleres de costura y bordado. Primero en papel, despu¨¦s en algod¨®n y, por ¨²ltimo, en el tejido final, cada vestido se hace en tres formatos diferentes antes de obtener el modelo definitivo. Una obra de ingenier¨ªa (y paciencia) que requiere 150 horas de trabajo. Sin contar los bordados, que llegan a sumar otras 550 horas. El primer prototipo se realiza en tarlat¨¢n ¨Cun algod¨®n especial, m¨¢s grueso¨C, y se monta directamente sobre el maniqu¨ª. ?Cada clienta tiene el suyo propio?, explica la?premi¨¨re main d¡¯atelier?(la primera oficiala en la jerarqu¨ªa del taller) desde su mesa de trabajo, custodiada por una hilera de bustos a sus espaldas, ?y se guarda junto con todos los patrones en los salones de la?maison?.?
Por mucho que los mit¨®manos presentes en la sala pregunten, las modistas no desvelan si el busto de alguna celebridad est¨¢ entre ellos (el secreto profesional obliga). Una vez acabado el prototipo, llega la prueba con la clienta. El cuidado milim¨¦trico con el que se elaboran las piezas es lo que diferencia la costura del?pr¨ºt-¨¤-porter, que sigue un tallaje est¨¢ndar. ?Debe ajustarse perfectamente, aunque eso implique hacer tres, cuatro o cinco cambios?, explica la experta. Un cent¨ªmetro m¨¢s o menos, y hay que volver a empezar. Aprobado el prototipo, empieza la creaci¨®n del vestido definitivo, el que se llevar¨¢ la consumidora final (y por el que podr¨¢ llegar a pagar entre 60.000 y 100.000 euros).?
Desde que se corta la tela siguiendo el patr¨®n de papel hasta que se cosen los bajos (tambi¨¦n a mano), el proceso de creaci¨®n de un vestido de costura corre, por entero, a cargo de la misma persona.
Javier Tom¨¢s Biosca
Pero el objetivo de las jornadas va m¨¢s all¨¢ de justificar el precio en la etiqueta. ?La gente ha vuelto a buscar los valores reales?, afirma Sidney Toleado, director ejecutivo de Dior. ?No quieren comprar solo una marca, quieren la historia y el saber hacer que hay detr¨¢s de ella?. Con su iniciativa de puertas abiertas, la firma exhibe ese ADN. Es una forma de acercar el lujo a la calle, de acabar con ese pudor que siente el comprador de a pie a la hora de atreverse a entrar en sus tiendas, de invitarlo a visitar su universo, comprenderlo y, por qu¨¦ no, so?ar con que alg¨²n d¨ªa quiz¨¢ pueda tener un pedazo de ¨¦l.
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