Del low cost al ¡®fast fashion¡¯. ?Por qu¨¦ no nos cuestionamos la moda a bajo precio?
Un libro disecciona por qu¨¦ compramos tan barato y no reflexionamos sobre las consecuencias del sistema de dise?o m¨¢s r¨¢pido y accesible de la historia.
![Primark](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/RVW3RXKGV5IBHNXAWILCJOISMI.jpg?auth=6a7861f859062c136b1848c478b00c2ed515d25cd64ebeec48d73d8c414dbed0&width=414)
En 1929, en plena depresi¨®n econ¨®mica, una americana de clase media guardaba como oro en pa?o los nueve outfits que pose¨ªa. Hoy d¨ªa, con los mercados burs¨¢tiles azotando los bolsillos, la frase ¡°tengo ropa como para abrir una tienda¡± se repite con demasiada facilidad. Si pagamos m¨¢s por la alimentaci¨®n ecol¨®gica, la venta de coches h¨ªbridos se dispara y no dudamos en desembolsar casi dos mil euros por un port¨¢til de dise?o, ?por qu¨¦ presumimos de la ¨²ltima ganga que hemos encontrado en la cadena low cost de turno? Eso mismo se pregunt¨® la escritora y blogger Elisabeth L. Cline, que acaba de publicar Overdressed: The shockingly high cost of cheap fashion (Portfolio/Penguin). Una cruda investigaci¨®n sobre la ropa a bajo precio, reconvertida ahora en fast fashion, que pone en jaque a la ¡°democratizaci¨®n de la moda¡± y desgrana c¨®mo el consumo de ropa se ha vuelto m¨¢s r¨¢pido, accesible y barato. Un revulsivo para los que creen que ser un ¡°buen consumidor¡± significa comprar zapatos a nueve euros el par. Tal y como narra la autora, ¡°no es que no podamos invertir m¨¢s dinero en comprar ropa, simplemente no encontramos alguna raz¨®n para hacerlo¡±.
Asidua durante m¨¢s de una d¨¦cada a cadenas como Target, Fovever21 o H&M, Cline decidi¨® que para escribir su libro, y abrumada por la falta de espacio en su armario, deb¨ªa reunir todas sus prendas de ropa y apilarlas en su cuarto. Las clasific¨® por marca, pa¨ªs de origen, de f¨¢brica y, si pod¨ªa recordarlo, el a?o en el que compr¨® la prenda y cu¨¢nto le cost¨®. Tras casi una semana de trabajo, cont¨® 354 piezas a repartir entre 61 tops, 60 camisetas, 34 tank tops, 21 faldas, 24 vestidos, 20 pares de zapatos, 20 jers¨¦is, 18 cinturones, 15 c¨¢rdigans y sudaderas, 14 chaquetas y suma y sigue hasta la cifra final. ¡°Hab¨ªa pagado menos de 30 d¨®lares por cada prenda, el precio de la mayor¨ªa de mis zapatos estaba por debajo de los 15 d¨®lares. Poder tener toda esa ropa por tan poco dinero era algo hist¨®rico y sin precedentes¡±, afirma. Y es aqu¨ª donde Asia gana peso. La producci¨®n a gran escala en pa¨ªses como China o Bangladesh -algunas cadenas americanas fabrican en el extranjero a bajo coste gracias a sobreproducir millones de prendas- se lleva buena parte de la f¨®rmula de ¨¦xito del fast fashion. De acuerdo, el precio es un gran atractivo pero, ?por qu¨¦ acabamos paseando por H&M a la hora del almuerzo? Si en el pasado las temporadas se reduc¨ªan a cuatro colecciones, las cadenas low cost han transformado el sistema gracias a ofrecer en sus estanter¨ªas nuevos dise?os dos veces a la semana. Ropa ¡°insustancial¡±, seg¨²n la autora, que acabar¨¢ en la basura o escondida en el fondo del armario tras seis o siete lavados. Es el proceso que Es¨¢u Yori, dise?ador y jefe de estudios de Moda en Idep Barcelona, califica como ¡°anestesia¡± del consumidor. ¡°Se pierde la genialidad de sorprender cada seis meses, con productos de caducidad pronta, jugando con una estrategia de necesidad por satisfacer puramente la vanidad¡±.
La autora de Overdressed se?ala a Inditex como ¡°pionero¡± del fast fashion y remite a un art¨ªculo del Harvard Business Review de 2004, en el que se descubre ¡°la magia del retailer¡± y un sistema que se copiar¨ªa en adelante: el suministro depende de una constante computarizaci¨®n de informaci¨®n y llamadas entre las tiendas, f¨¢bricas y la sede en La Coru?a, que permite hacer cambios de ¨²ltima hora en funci¨®n de las tendencias del mercado y h¨¢bitos de los compradores. Los dise?adores del fast fashion no solo se ven obligados a crear tendencias continuamente, sino que adem¨¢s, deben abaratar costes con materiales de peor calidad. El sistema triunfa gracias a la fibra dominante del mercado, el poli¨¦ster, mucho m¨¢s barato en la producci¨®n.
Aunque las leyes del mercado aprietan, el imperio de Amancio Ortega ha sido la cantera de muchos dise?adores espa?oles. Nadia Mediavilla, creadora de su propia marca, Sietedelonce, tuvo su primer trabajo en una empresa proveedora de Inditex. ¡°Tuve mucha suerte y aprend¨ª much¨ªsimo, me empap¨¦ de todo lo que pude visitando a estampadores y trabajando con proveedores de primero mano. El ritmo es brutal, si est¨¢s dentro no te das cuenta del estr¨¦s que llevas, s¨®lo lo haces cuando paras. Yo lo hice por un tema personal, y cre¨¦ mi propia marca¡±. Para Mediavilla, que produce toda su colecci¨®n en la provincia de Barcelona -y asegura que ¡°mentir¨ªa si digo que no compro nada en cadenas low cost¡±-, el problema no es que nos hayamos convertido en peores consumidores, sino que ¡°hemos normalizado que el precio de una camiseta, con un estampado, un lazo y un bot¨®n brillante cueste 6 euros. Es imposible ofrecer esos precios sin que no se haya pagado un dinero digno a cada uno de sus trabajadores¡±.
Con todo, Cline (que ha criticado que se aplauda a Michelle Obama por vestir con moda low cost) vaticin¨® recientemente en un art¨ªculo del New York Magazine la supervivencia del modelo: fabricar en pa¨ªses que paguen salarios m¨¢s bajos y utilicen materiales de peor calidad. En Bangladesh, que se est¨¢ especializando en el negocio de las camisetas y los shorts, algunos fabricantes ya reniegan de usar algod¨®n importado y ofrecen a cambio una fibra sint¨¦tica de tacto arenoso en contacto con la piel, bautizada como "cashmerelike". Neologismos para un nuevo orden de producci¨®n que, al fin y al cabo, se traduce en un simple ?cantidad o calidad?
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