Es la hora del ¡®detox¡¯ digital
Los m¨®viles, las redes sociales e Internet nos conectan y permiten ahorrar tiempo. Pero tambi¨¦n esclavizan. La soluci¨®n: reducir su uso.
Vivimos en un mundo virtual de relaciones construidas a golpe de foto en Instagram, charlas en WhatsApp y comentarios en Twitter. Las pantallas ganan terreno en detrimento del cara a cara. Este nuevo orden digital tiene sus ventajas: la oxitocina, la hormona social, aumenta cada vez que alguien le da al me gusta en nuestro Facebook, y la dopamina se multiplica cuando googleamos algo; adem¨¢s, ganamos en inmediatez y nos comunicamos con amigos de la infancia y conocidos repartidos por medio mundo. La desventaja: Internet esclaviza.
?Cuando me llevaron al hospital, ten¨ªa un desgarre en el es¨®fago. Los m¨¦dicos me dijeron que llevaba m¨¢s de tres d¨ªas sangrando internamente. No me hab¨ªa dado cuenta. El trabajo y las pantallas me hab¨ªan distra¨ªdo de la salud?, explica Levi Felix, cofundador de Digital Detox. Su empresa celebra campamentos anal¨®gicos: los gadgets est¨¢n prohibidos. Felix era el vicepresidente de una start up. ?Pasaba 11 horas delante del ordenador y viv¨ªa online con la BlackBerry y el iPhone. La Red no es mala, pero estar siempre conectado s¨ª?, plantea.
Su empresa es la punta del iceberg de un fen¨®meno mundial: la adicci¨®n digital. Un anuncio de Vodafone defiende no usar el m¨®vil en eventos familiares, varios bares celebran en el Reino Unido, Australia y EE?UU fiestas sin tel¨¦fonos inteligentes (Device Free Drinks Party) y Selfridges (Londres) solicitar¨¢ a los clientes que se descalcen y dejen sus m¨®viles en la puerta hasta finales de febrero. Los hoteles se suman a la tendencia: el Cockatoo Hill Retreat no tiene cobertura ni Internet y el Post Ranch Inn sustituye las pantallas por naturaleza. ?La hiperconexi¨®n acarrea beneficios y p¨¦rdidas. Casi no existen lugares donde no ser encontrado?, plantea Roberto Balaguer, asesor en Educaci¨®n en St. Patrick¡¯s College y experto en Internet. ?Estuve en un campamento hace poco. Fue en una caba?a en el bosque, estaba prohibido hablar de trabajo. Llev¨¦ libros, pero acab¨¦ relacion¨¢ndome con otros asistentes¡?, explica Lara Long, de Cisco Systems, que ha participado en el ¨²ltimo campamento de Digital Detox. ?Los 20 primeros minutos equivalen a las primeras horas del exalcoh¨®lico. Son duros. Pero al desconectar, otros par¨¢metros (anal¨®gicos) empiezan a aparecer y la cosa mejora?, se?ala Balaguer.
En los campamentos de Digital Detox, una organizaci¨®n de EE?UU, se desconecta en estas caba?as.
D.R.
Los datos son elocuentes: visitamos una media de 40 webs diarias y el 60% actualiza regularmente Facebook; adem¨¢s, el 75% de la poblaci¨®n mundial usa un smartphone (seg¨²n el Banco Mundial) y el 67% comprueba el m¨®vil aunque no haya sonado (seg¨²n Per Research). ?El iPhone es prot¨¦sico, es parte del cuerpo cultural del siglo XXI. Chequearlo genera un estado de alerta y estresa?, a?ade Balaguer. M¨¢s cifras inquietantes: en Corea se trata la adicci¨®n a la Red de 2,5 millones personas, el 60% de los estadounidenses admite ser adicto a Internet y los heavy users sufren una reducci¨®n de la masa gris cerebral y se deprimen m¨¢s, seg¨²n la plataforma Forensic Psychology. ?Parafraseando a Thoreau, somos las herramientas de nuestras herramientas?, cuenta la escritora Susan Maushart. Su familia desconect¨® toda pantalla durante seis meses. ?No perd¨ª mis amistades, se fortalecieron; y empezamos a hablar, leer y dormir m¨¢s?. ?No existe una netiqueta que evite el abuso de estos dispositivos, ese es el problema. Otro: tardamos mucho en definir unas normas para el tel¨¦fono fijo, es de esperar que nos cueste en este?, augura Carles Feix¨¤, catedr¨¢tico de Antropolog¨ªa Social.
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