Iman, la top model con una vida de pel¨ªcula
La antigua supermodelo ¨Cy esposa de David Bowie¨C se moja ahora contra el racismo en el mundo de la moda con su asociaci¨®n Diversity Coalition.
La cita tiene lugar en un di¨¢fano despacho de su agencia, unas cuantas calles m¨¢s arriba de la neoyorquina Houston Street. Desde este lado de la pared de cristal, Iman Abdulmajid observa el hervidero formado por un grupo de modelos adolescentes que aguardan su turno para pasar un casting. ?No me despiertan ninguna nostalgia. No me apetecer¨ªa nada volver a esos d¨ªas?, asegura la exmodelo de 58 a?os. ?Siempre que veo a una de estas chicas, me gustar¨ªa cogerla de la mano y decirle que todo ir¨¢ bien. Pero tambi¨¦n que se busque un plan B, por si eso no ocurre?, a?ade con sorna. La antigua supermodelo siempre tuvo uno: Iman Cosmetics, su empresa de productos de belleza para mujeres afroamericanas, asi¨¢ticas y latinas, que fund¨® hace 20 a?os y que sigue generando beneficios millonarios. Pocos minutos antes de su llegada, su agente ha entrado en la sala para advertir que Iman no aceptar¨¢ preguntas sobre su marido, David Bowie, con quien se cas¨® en 1992. Tal vez porque esta mujer de car¨¢cter arrollador ha venido a hablar de sus propios proyectos. El principal es la plataforma contra el racismo en la moda, Diversity Coalition, que lidera junto a Naomi Campbell y la activista y exmodelo Bethann Hardison.
?Qu¨¦ la ha impulsado a denunciar este problema?
Bethann es una de mis mejores amigas. Durante 30 a?os, he comido con ella cada semana en la misma mesa del mismo restaurante de Manhattan. Un d¨ªa lleg¨® y me dijo que las j¨®venes modelos negras se estaban quejando porque los directores de casting no les daban trabajo. Yo no ten¨ªa ni idea de lo que suced¨ªa porque no he ido a un solo desfile desde que me retir¨¦ en 1989, pero decid¨ª investigar un poco. Al observar las cifras, descubr¨ª que la situaci¨®n no solo era peor que en los a?os 80, sino la peor en t¨¦rminos hist¨®ricos. Nunca ha habido tan pocas chicas de color en la pasarela como hoy.
Mandaron una larga lista de dise?adores que no contratan a modelos negras a los sindicatos de la moda de Par¨ªs, Londres, Mil¨¢n y Nueva York para que tomaran medidas. ?Cu¨¢l fue su reacci¨®n?
Algunos se sintieron repudiados. Dijeron que los trat¨¢bamos de racistas. Yo no digo que lo sean. He trabajado con la mayor¨ªa y s¨¦ que no lo son. Lo que es racista es el resultado de su acci¨®n. No queremos apuntar contra nadie en concreto, pero s¨ª denunciar un problema general. No es normal que una marca como C¨¦line no haya empleado ni a una sola modelo negra en toda su historia.
Camisa y falda estampadas de Givenchy by Riccardo Tisci, pendientes y colgante en forma de cuerno de Aur¨¦lie Bidermann y collares dorados de Viveka Bergstr?m.
Max Abadian
De las 1.000 mujeres que desfilaron en las semanas de la moda de la pasada primavera, el 87,6% eran blancas. En Nueva York, la ¨²ltima fashion week solo emple¨® a un 8% de negras. ?Cu¨¢l ser¨ªa, para usted, el porcentaje adecuado?
Me niego a entrar en el juego de las cifras. Eso ser¨ªa una regresi¨®n a lo que suced¨ªa a principios de los 70, cuando se nos daba trabajo solo para cumplir con una cuota. No se trata de alcanzar un porcentaje, sino una diversidad constante. Yo no ten¨ªa ninguna necesidad de meterme en esto. Lo he hecho por las j¨®venes de hoy, como Joan Smalls. Esas chicas no pueden opinar porque se quedar¨ªan sin trabajo. En cambio, yo ya no debo nada a los dise?adores, as¨ª que puedo decir lo que me parezca. S¨¦ que Naomi tambi¨¦n piensa lo mismo.
Es decir, lo contrario a su imagen p¨²blica. La gente las ve como divas enemistadas entre s¨ª.
Es solo porque somos mujeres y esas historias siempre venden. En los 80 todo el mundo cre¨ªa que odiaba a Beverly Johnson, la primera mujer negra que apareci¨® en la portada de Vogue, pero en realidad era una muy buena amiga. Si le soy sincera, tambi¨¦n lo he hecho por mi hija Lexi, quien tiene 13 a?os. No quiero que sienta que no es suficientemente guapa porque esta industria ha decidido que ella no entra en el canon.
Lleva dos d¨¦cadas trabajando en proyectos humanitarios. ?En qu¨¦ momento nace su compromiso contra la injusticia?
Procedo de una familia muy comprometida. Mi padre fue embajador y mi t¨ªo estuvo muy metido en pol¨ªtica, as¨ª que siempre ha sido cosa de familia. Tras la revoluci¨®n de 1969 en Somalia, pas¨¦ de ser una hija de diplom¨¢tico que iba a la escuela con ch¨®fer a encontrarme en un campo de refugiados. Cuando has vivido las dos cosas, tu perspectiva sobre la vida cambia.
?Fue en ese campo de refugiados donde apareci¨® la activista?
Supongo que s¨ª. No me encontrar¨ªa aqu¨ª hablando con usted sin la ayuda de los cooperantes que se dejaron la piel para que pudiera seguir yendo a la escuela. Los trabajadores de las ONG son personas que lo sacrifican todo, que obran sin remuneraci¨®n alguna y que arriesgan sus vidas para trabajar en zonas de conflicto. Fueron mis ¨¢ngeles. Cuando alguien ha hecho todo eso por ti, te das cuenta de que puede que t¨² tambi¨¦n debas hacer algo por otra persona.
Vestido de Herv¨¦ L¨¦ger, pendientes de Aristocrazy, brazaletes Caftan Moon de Aur¨¦lie Bidermann y pulseras de resina en forma de cuerno de Ben Amun by Isaac Manevitz.
Max Abadian
?Cu¨¢l fue su primer contacto con la moda? ?Fue cuando estudiaba en Egipto? ?O en sus viajes universitarios al Beirut de los 70?
Nada de eso. Estudiaba Ciencias Pol¨ªticas. Estaba muy comprometida con eso y la moda no exist¨ªa para m¨ª. No significaba nada. Ni siquiera me consideraba guapa. La mayor¨ªa de las chicas somal¨ªes, que son muy bellas, me daban mil vueltas. Nunca llevaba maquillaje, porque entre mis amigos estaba mal visto.
?Consideraba que la moda era algo superficial?
Desde luego. No sabe la decepci¨®n que se llevaron mis padres cuando se enteraron de que me iba a ganar la vida con esto. Les cost¨® 15 a?os superarlo. Para ellos, la moda era la mayor p¨¦rdida de tiempo.
?Le sigue interesando la pol¨ªtica?
Cre¨ªa que era mi vocaci¨®n, pero me equivoqu¨¦. Ahora ser¨ªa lo ¨²ltimo que me apetecer¨ªa hacer. En los partidos no se acepta la menor disidencia, y ya ve que a m¨ª me cuesta callarme. Adem¨¢s, la mayor¨ªa de los pol¨ªticos son ladrones. Suerte que no tom¨¦ ese camino.
?Cu¨¢ndo se dio cuenta de que exist¨ªa una aut¨¦ntica industria detr¨¢s de la moda?
Va a sonar est¨²pido, pero jam¨¢s se me pas¨® por la cabeza hasta que llegu¨¦ a Nueva York. Nunca hab¨ªa visto una revista de moda en mi vida y nunca hab¨ªa calzado tac¨®n. Estaba aterrada. Recuerdo que el primer fot¨®grafo con el que trabaj¨¦ me pregunt¨®: ??Sabes caminar, darling??. Ni siquiera entend¨ª de qu¨¦ me hablaba. Con Richard Avedon fue todav¨ªa peor. Me pidieron que no la fastidiara porque era un tipo importante. Cuando llegu¨¦ a su estudio, vi que todo el mundo lo llamaba Dick o Mr. Avedon. Intent¨¦ actuar con mucha naturalidad, pero me hice un l¨ªo: ??Quiere que sonr¨ªa para usted, Mr. Dick??. Par¨® la sesi¨®n, me llev¨® a un rinc¨®n y me dijo que no volviera a llamarlo as¨ª [risas].
Vestido de A.F Vandevorst, anillo de Eddie Borgo y brazaletes negros de resina con cabezas dobles de le¨®n en oro de Mallarino.
Max Abadian
Ya entonces exigi¨® que le pagaran el mismo cach¨¦ que a sus compa?eras blancas.
La gente me trat¨® de loca, pero lo consegu¨ª. A veces, si las cosas no cambian, es porque nadie se atreve a decir en voz alta que tienen que cambiar. Piense que yo ven¨ªa de ?frica, as¨ª que no entend¨ªa la diferencia racial en este pa¨ªs. Hasta que llegu¨¦ a los Estados Unidos, nunca me vi a m¨ª misma como una ?mujer negra?.
?Por qu¨¦ la obligaron a desprenderse de su nombre completo, Iman Mohamed Abdulmajid? ?Sonaba poco estadounidense?
Que la gente aprendiera a decir Iman ya fue lo suficientemente complicado. No les pod¨ªa pedir que tambi¨¦n aprendieran a pronunciar Abdulmajid [risas]. Era demasiado largo, o eso dijeron mis agentes.
Fue una especie de branding de su persona, una forma f¨¢cil de recordar su nombre.
Supongo que s¨ª. En el fondo esto es un negocio.
Y usted siempre fue, desde el principio, una especie de empresaria de s¨ª misma.
Es verdad que siempre he sido un poco empresaria. Siempre me lo tom¨¦ como un negocio, tambi¨¦n porque ten¨ªa una familia de la que cuidar; hermanas y hermanos que deb¨ªan terminar sus estudios.
A los 13 a?os, escap¨® a un matrimonio de conveniencia con un hombre de 60 a?os. Tiempo despu¨¦s, sali¨® del campo de refugiados. ?Toda su vida ha sido una especie de escapatoria de espacios donde estaba atrapada?
En circunstancias normales, hoy estar¨ªa muerta. ?Por qu¨¦ logr¨¦ salir de ese campo y miles de personas no? No tengo la menor idea. ?Por qu¨¦ mis amigos murieron por consumir drogas y yo no? Durante mucho tiempo me puse a m¨ª misma en situaciones muy peligrosas porque era joven y alocada. Y, sin embargo, aqu¨ª estoy. He sobrevivido. Es como si el universo hubiera conspirado siempre a mi favor. Cuando miro atr¨¢s, me digo que tal vez existe una fuerza superior que me ha ido se?alando el buen camino.
?Es religiosa?
En realidad, no. Pero cada vez que digo que no existe nada ah¨ª afuera, sucede algo que me demuestra que me equivoco. No s¨¦ si es Dios. Ahora es cuando la gente se dir¨¢: ??Oh, cielos! ?No es musulmana!? [risas]. Pues no, ?y qu¨¦ pasa? Siempre me fascina esa gente que me dice: ?Vas a ir al infierno por no ser una buena musulmana?. ?Y a ellos qu¨¦ les importa? ?Es mi problema y no el suyo! Soy yo quien ir¨¢ al infierno, y no ellos. De verdad, dejen de preocuparse por m¨ª. El infierno no me supone ning¨²n problema.
Abrigo con cuello de coyote de Ungaro, sujetador de Dolce?& Gabbana, collares Panth¨¨re de oro amarillo, diamantes, ¨®nix y laca negra, ambos de Cartier.
Max Abadian
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