Por qu¨¦ Susan Sontag dej¨® que su exmarido robase parte de su trabajo y obra
Una nueva biograf¨ªa confirma que fue ella quien escribi¨®, al menos en gran parte, una de las obras cumbre del soci¨®logo Philip Rieff. Si renunci¨® a la autor¨ªa fue por un acuerdo de divorcio que se vio obligada a firmar para tener la custodia del hijo que compart¨ªan.
Todo lo que se ha escrito sobre Susan Sontag ¨Co sobre quien se supone que fue Susan Sontag¨C parece haber relegado a un segundo lugar sus propios escritos. Desde el principio, su personalidad y su aspecto se sometieron a debate igual o m¨¢s que su obra. Y lo que es peor: en muchos intentos por descalificarla la estrategia se bas¨® en combinar ambos aspectos. ¡°Si hubiera justicia en este mundo, Susan Sontag ser¨ªa fea, o al menos poco atractiva¡±, comentaba una cr¨ªtica en The Washington Post de 1967. ¡°Ninguna mujer tan atractiva tiene derecho a tanto cerebro¡±. Esta misma fijaci¨®n por el icono Sontag se traslad¨® despu¨¦s de su muerte a las descripciones que se hicieron de ella. Sin embargo, entre tanto ruido ha pasado casi desapercibido uno de los supuestos episodios m¨¢s dolorosos en la vida de Sontag: que fue ella quien escribi¨®, al menos en gran parte, Freud: The Mind of The Moralist, una de las obras cumbre de su ex marido, el soci¨®logo Philip Rieff. As¨ª parece confirmarse en una nueva biograf¨ªa de Sontag escrita por Benjamin Moser ¨Cse publicar¨¢ en septiembre con el nombre Sontag Her life and Work?(Harper Collins)¨C, si la escritora renunci¨® a la autor¨ªa del libro fue por un un acuerdo de divorcio que se vio obligada a firmar para poder quedarse con la custodia del hijo que compart¨ªan.
La historia se remonta a 1949. Sontag ten¨ªa tan solo 17 a?os cuando recibi¨® una beca para estudiar en la prestigiosa Universidad de Chicago, donde empezaba a destacar el profesor Philip Rieff, una joven estrella interesada en Sigmund Freud y las nuevas teor¨ªas sociol¨®gicas de la cultura. Lo que hoy podemos leer es que un d¨ªa, al finalizar la clase, Rieff se acerc¨® a la joven y, atra¨ªdo tanto por su timidez como por su belleza, la invit¨® a salir. Disfrutaron de una velada juntos y, al d¨ªa siguiente, ¨¦l le propuso matrimonio durante el desayuno: a los diez d¨ªas estaban casados y, unos meses despu¨¦s, Sontag dar¨ªa a luz a su primer hijo, David Rieff. Con 19 a?os, Susan Sontag parec¨ªa haber cumplido ya con la mayor¨ªa de exigencias de la vida adulta, y lo cierto es que nunca se arrepinti¨® de estas decisiones. Para ella fueron una forma de demostrar que no era, ni quer¨ªa volver a ser nunca, una ni?a.
Tal y como cuenta el libro Agudas?(Turner, 2019)?de Michelle Dean, en esta etapa la pareja vivi¨® en una especie de delirio acad¨¦mico: ¡°Sontag nunca cont¨® gran cosa sobre la atracci¨®n f¨ªsica entre los dos, pero el v¨ªnculo intelectual fue transformador¡±. Sin que podamos juzgar si la boda con Rieff fue una decisi¨®n pr¨¢ctica o motivada por el enamoramiento -los escasos ingresos de Sontag apuntan a lo primero- lo cierto es que ella siempre admiti¨® que exist¨ªa una enorme complicidad entre ambos. En un cuento autobiogr¨¢fico describe la euforia y felicidad que sinti¨® durante su matrimonio: ¡°nos pasamos siete a?os hablando¡±; y lo confirm¨® tambi¨¦n en sus cuadernos: ¡°me caso con Philip con plena consciencia y por el miedo a mi tendencia a la autodestrucci¨®n¡±.
Fue tambi¨¦n durante este tiempo, seg¨²n se?ala ahora Moser, cuando escribieron a cuatro manos Freud: The Mind of The Moralist. Si hasta ahora la mayor¨ªa de sus bi¨®grafos, amigos y conocidos reconoc¨ªan que Sontag deb¨ªa haber influido y revisado la escritura del libro, lo que se denuncia ahora es que la historia se ha contado con los papeles invertidos: la mayor¨ªa de ideas fueron de Sontag, mientras que Rieff sirvi¨® ¨²nicamente como apoyo. Para probarlo, Benjamin Moser se basa en distintas declaraciones de personas cercanas a la pareja, como las de una amiga de Sontag -¡°Susan se pasaba todas las tardes reescribiendo todo desde cero¡±¨C o las de una carta que le escribi¨® a su madre- ¡°estoy trabajando unas 10 horas cada d¨ªa en este libro, voy por la tercera parte¡±-. Pero lo que resulta m¨¢s revelador son las acciones del propio Philip Rieff, quien debi¨® de ser incapaz de asumir que su mujer, m¨¢s inteligente y aguda que ¨¦l, quer¨ªa el divorcio para poder desarrollar su carrera en solitario. En una extensa entrevista con el periodista Jonathan Cott para Rolling Stone?¨Ctraducida y editada recientemente por Alpha Decay¨C, Sontag explicaba los motivos de esta decisi¨®n: ¡°Es muy duro tener varias vidas y tener un marido, o al menos el tipo de marido que tuve yo, que fue incre¨ªblemente intenso. Est¨¢bamos juntos todo el tiempo. Y es imposible vivir con alguien las veinticuatro horas del d¨ªa, a?os y a?os, sin separarse nunca, y tener la libertad para crecer y cambiar y volar a Hong Kong si uno tiene ganas. Por eso digo que en alg¨²n punto del camino hay que elegir entre la Vida y el Proyecto¡±. Lo que parec¨ªa el enlace entre dos almas gemelas se convirti¨® para ella en una prisi¨®n.
En una biograf¨ªa anterior escrita por Daniel Schreiber se cuenta que entre los acuerdos de un divorcio (que ¨¦l nunca dese¨®) se estipulaba que Rieff ser¨ªa siempre nombrado como el ¨²nico autor de Freud: The Mind of The Moralist. La contribuci¨®n de Sontag al libro qued¨® reducida as¨ª a un ¡°agradecimiento especial a Susan Rieff¡± en el prefacio de la primera edici¨®n. Se trataba de un detalle envenenado de paternalismo, puesto que Susan nunca quiso cambiar su apellido por el de su marido.
El enfrentamiento no qued¨® aqu¨ª. A pesar de que en el mismo acuerdo se establec¨ªa que ella se har¨ªa cargo de David sin recibir, por petici¨®n de la propia Sontag, ninguna pensi¨®n de su ex marido, Rieff trat¨® de obtener la custodia del ni?o por demanda judicial. La alegaci¨®n argumentaba que Sontag, debido a sus relaciones lesbianas, no pod¨ªa seguir ejerciendo de madre. Nunca lleg¨® a conseguir su objetivo, pero este proceso la dej¨® marcada el resto de su vida. A Rieff, por su parte, le cost¨® 40 a?os mostrar su arrepentimiento en una carta: ?Susan, amor de mi vida, madre de mi hijo. Coautora de este libro: perd¨®name. Por favor. Philip¡±.
En un intento por rebajar el da?o, los art¨ªculos que abordan la obra y biograf¨ªa de Philip Rieff se afanan en se?alar que, m¨¢s tarde, Susan Sontag se convirti¨® en una figura mucho m¨¢s reconocida. Y es cierto. Solo hace falta pisar una librer¨ªa ¨Cen la que ser¨ªa imposible encontrar ning¨²n libro de Rieff traducido al castellano¨C para entender que Sontag ¨Ccelebrada incluso por las hermanas Kardashian, Katy Perry o Lady Gaga en la Met Gala¨C es hoy una escritora mucho m¨¢s evocada que su ex marido. Sin embargo, si descendemos a la sala de m¨¢quinas de la cultura acad¨¦mica de la ¨²ltima mitad del siglo XX, descubriremos que Philip Rieff es considerado para muchos el mejor soci¨®logo del siglo pasado, y que su notoriedad se fundamenta principalmente en dos obras: Freud: The Mind of The Moralist y The Triumph of The Therapeutic: Uses of Faith After Freud?¨Cque son, en cierto modo, el mismo libro escrito desde perspectivas diferentes¨C.
¡°Para el diagn¨®stico cultural de rango medio con un toque de teor¨ªa social, se le¨ªa a Foucault o a Bauman¡±, explica Charles Turner. ¡°Rieff muri¨® casi como un hombre olvidado¡±. Pero no es del todo cierto: aunque estuvo casi 30 a?os sin publicar, su interpretaci¨®n de la obra de Freud marc¨® un antes y un despu¨¦s, especialmente porque su diagn¨®stico sobre el nacimiento de la ¡°sociedad terap¨¦utica¡± est¨¢ en el origen de casi todas las teor¨ªas contempor¨¢neas que asumen que el capitalismo tard¨ªo se ha aliado con el discurso de la psicolog¨ªa y la salud para conquistar el alma humana. Recurrentemente, Rieff aparece citado como una de las fuentes primarias sobre cultura de la autoayuda, ideolog¨ªa del bienestar obligatorio o nuevas industrias de la felicidad. Llegando hasta hoy, su interpretaci¨®n de Freud -y de las consecuencias culturales de su pensamiento- se ha convertido en un referente para las nuevas corrientes de conservadores estadounidenses. En otras palabras: aunque el nombre de Philip Rieff no se haya filtrado a la cultura mainstream m¨¢s all¨¢ de EEUU, su obra ha tenido una enorme influencia para el pensamiento contempor¨¢neo.
La pregunta, entonces, es qu¨¦ hubiera ocurrido si Sontag figurara como autora de este libro. Probablemente nada, m¨¢s all¨¢ de que su nombre estuviera en las biograf¨ªas de otros tantos trabajos acad¨¦micos. Sin embargo, lo que constata esta historia, una vez m¨¢s, son las enormes trabas que deb¨ªa superar una mujer, m¨¢s si era madre, para tener ¨¦xito; y que cuando lo consegu¨ªa deb¨ªa enfrentarse a las voces que la se?alaban por desviarse del camino. Que Susan Sontag fue unas de las mentes m¨¢s espl¨¦ndidas del s.XX ya lo sab¨ªamos, pero que tuviera que renunciar a sus ideas para poder cuidar de su hijo, y demostrar despu¨¦s que ser lesbiana no le quitaba el derecho a su custodia, puede explicar por qu¨¦ siempre se la recuerda como una mujer narcisista -¡±pocas autoras provocaban tanta admiraci¨®n por su trabajo, pocas tanta decepci¨®n y amargura en la escena privada¡±. Deber¨ªamos pensar ahora c¨®mo de agotador debe ser que tu mente explique y calibre la realidad de una forma extraordinaria y adem¨¢s, tener que demostrarlo a diario.
Un ejemplo que suele utilizarse para evidenciar este fuerte car¨¢cter es la elecci¨®n que hizo meses antes de morir. Una vez diagnosticada con leucemia, una enfermedad que probablemente se origin¨® por la radioterapia que tuvo que aplicarse tras su primer c¨¢ncer, se le ofrecieron dos opciones: recibir un tratamiento que le hiciera pasar los ¨²ltimos meses de su vida de forma confortable o bien someterse a un trasplante de m¨¦dula y agotar las pocas posibilidades de seguir con vida. A pesar de la dificultad del tratamiento, la tortura f¨ªsica que se le dijo que sufrir¨ªa y las pocas perspectivas de ¨¦xito, Sontag, entre la muerte y el dolor, prefiri¨® el dolor. Pero es posible que no fuera tanto por la importancia que se daba a s¨ª misma, como tantas veces se ha dicho despu¨¦s, sino porque la muerte significaba dejar de escribir, dejar de pensar.
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