Lee un cap¨ªtulo de ¡®Feminismo para torpes¡¯, de Nerea P¨¦rez de las Heras
?El feminismo no es inofensivo. Va a ser la palanca que lo transforme todo?. Ad¨¦ntrate en uno de los libros claves para entender el movimiento feminista en nuestro pa¨ªs.
El siguiente texto de Nerea P¨¦rez de las Heras es uno de los cap¨ªtulos de? ¡®Feminismo para torpes¡¯, publicado por Editorial Mr.
PARA LA LIBERTAD
Mi madre naci¨® en Madrid, en el verano de 1939. Soy la peque?a de dos hermanos y tres hermanas. Ella, Rosa, y mi padre, Ernesto, quer¨ªan una familia grande, muchos ni?os con infancias felices, libres, llenas de seguridad y amor para curar sus infancias de posguerra y dictadura.
Con poco m¨¢s de veinte a?os, mi madre decidi¨® irse a Londres sola. Algo inaudito para una chica joven en la Espa?a de los sesenta. Quer¨ªa aprender ingl¨¦s, tratar de mejorar su futuro, ver mundo, salir del irrespirable Madrid franquista. Cuando se lo comunic¨® a su padre, ¨¦l le dijo que si se iba a Londres, la mataba. Ella le contest¨® que fuera preparando la escopeta, hizo la maleta y se march¨®. Mi abuelo era un republicano manso y lo de la escopeta era pura chuler¨ªa, ella se fue y ¨¦l se resign¨®. R¨¢pidamente empez¨® a contestarle las cartas y la recibi¨® con abrazos desarmados cuando volvi¨® de Inglaterra, a?os despu¨¦s m¨¢s preparada, m¨¢s libre y bastante nerviosa porque tra¨ªa un libro de Orwell prohibido por Franco en la maleta. Trabaj¨® en el Hammersmith Hospital limpiando salas de operaciones, era tan menuda que se ten¨ªa que dar dos vueltas a la bata m¨¢s peque?a que hab¨ªa; tambi¨¦n estuvo empleada en la embajada de Cuba y, por ¨²ltimo, hizo de chica para todo en la casa de una familia burguesa, los Wolf, que la trataron como a una hija y le ense?aron todo el ingl¨¦s que a¨²n hoy, con ochenta a?os, habla exquisitamente. Anduvo con exiliados, conserva una foto que se hizo con Marcos Ana y otra en la gran manifestaci¨®n contra la bomba H en Trafalgar Square. Con su ingl¨¦s fluido, le result¨® mucho m¨¢s f¨¢cil encontrar trabajo en una agencia de viajes y gracias a ese empleo pudo recorrer Italia, ver las pir¨¢mides o alojarse en el hotel Negresco de Niza. Logr¨® vivir, al menos en parte, una juventud acorde con sus inquietudes, algo que hoy para nosotras es tan natural como respirar y que su generaci¨®n se gan¨® dej¨¢ndose la piel.
No he sido realmente consciente de lo excepcional que fue la experiencia de mi madre hasta que empec¨¦ a leer sobre los derechos de las mujeres en Espa?a. El adulterio se despenaliz¨® en 1978, hasta 1981 las mujeres deb¨ªan pedir permiso a su marido para poder trabajar, cobrar su salario, abrir una cuenta bancaria, el marido pod¨ªa disponer de sus bienes sin su consentimiento, la mujer soltera se equiparaba a una menor. Algunos derechos adquiridos durante la Rep¨²blica, como el divorcio, se perdieron con la dictadura. Lo que ped¨ªan las feministas de la Transici¨®n en primera instancia era la amnist¨ªa de aquellas que estaban en la c¨¢rcel por haber abortado o usado anticonceptivos. Solo dos semanas despu¨¦s de la muerte de Franco, y sin ninguna formaci¨®n pol¨ªtica, las feministas espa?olas se organizaron y celebraron las Primeras Jornadas por la Liberaci¨®n de la Mujer. Desde ah¨ª empezaron a avanzar paso a paso en la conquista de sus derechos. Siempre conviene mirar el paso anterior, siempre hay que preguntarse de d¨®nde vienen las que se movilizan, hasta qu¨¦ punto es complicado hablar de libertad y de derechos cuando son palabras completamente ajenas para ti. La libertad no aparece de un d¨ªa para otro, puede que en el exterior s¨ª, en la Constituci¨®n, en las leyes, pero no dentro de las personas que han vivido en la represi¨®n, eso requiere mucho m¨¢s tiempo. Aquellas mujeres se hab¨ªan criado en la Espa?a de la Secci¨®n Femenina y sus dictados de sumisi¨®n absoluta, del consultorio radiof¨®nico de Elena Francis, un personaje que recib¨ªa las cartas, a menudo desesperadas de las espa?olas33 y que tambi¨¦n les dictaba sometimiento total a los hombres y tolerancia a cualquier tipo de maltrato, incluidas las violaciones dentro del matrimonio.
Me contaba el poeta Benjam¨ªn Prado que, en las presentaciones de su novela sobre el franquismo Mala gente que camina, sol¨ªa leer fragmentos de los textos de la prensa y los consultorios de la ¨¦poca con consejos para ser una buena esposa. ?Si tu marido sugiere pr¨¢cticas sexuales inusuales, accede humildemente, despu¨¦s caer¨¢ en un profundo sue?o?, me recitaba de memoria, ?aprovecha para aplicarte tus productos para el cabello y aseg¨²rate de levantarte antes que ¨¦l para que tenga un caf¨¦ caliente?. Me cont¨® que la gente se re¨ªa por lo inveros¨ªmil de aquellas normas, por lo lejanas que parec¨ªan, hasta que un d¨ªa una mujer del p¨²blico levant¨® la mano muy seria y dijo: ?Le puedo asegurar que, cuando estabas ah¨ª, esto no ten¨ªa ninguna gracia?. A Prado le sorprendi¨® sobre todo que aquella mujer que congel¨® las risas del auditorio no fuera ninguna anciana.
Las mujeres que vivieron la opresi¨®n expl¨ªcita, las que fueron ciudadanas de segunda y no pod¨ªan ser due?as ni de sus cuerpos ni de sus destinos, no solo son parte de la historia, est¨¢n entre nosotras. Son nuestras madres y abuelas, nos mandamos whatsapps con ellas, escriben los libros que leemos, se cruzan con nosotras en el metro, votan a nuestro lado. Me pregunto cu¨¢ntas de la edad de mi madre o m¨¢s j¨®venes se encontraron con el cerrojo en las narices cuando fueron a salir, cuantas no pudieron moverse, ya no del pa¨ªs sino del quicio de su puerta, y pasaron de la tutela del padre a la del marido. A cu¨¢ntas s¨ª les sacaron la escopeta.
Conviene tener muy presentes lo j¨®venes que son los derechos de las mujeres, en Espa?a y en todas partes, y no darlos por sentado ni un solo d¨ªa. No es un ejercicio de nostalgia ni de sentimentalismo, es pragmatismo puro, gesti¨®n inteligente de los avances que hemos hecho y no queremos perder bajo ning¨²n concepto. Incluso mi generaci¨®n, la de las feminazis irritantes que lo tenemos todo y nos quejamos por nada, llegamos a ver el famoso ?mi marido me pega lo normal? de Martes y Trece en la televisi¨®n y hoy estamos a merced de jueces machistas en los tribunales, tambi¨¦n herederos de aquella Espa?a gris, que nos ha dejado a las luchadoras y luchadores, pero tambi¨¦n muchas r¨¦moras miserables. Las conquistas feministas y los m¨¢s rancios lenguajes machistas nos pisan los talones.
Soy una mujer soltera que se administra su vida sola, viajo, tomo el sol desnuda, manifiesto mis opiniones pol¨ªticas a chillido limpio y frecuentemente lo hago en manifestaciones o en bares hasta altas horas de la madrugada; tambi¨¦n las escribo y me las publican a cambio de dinero. Me dedico a lo que me gusta, pude estudiar lo que me interesaba. He elegido libremente a qui¨¦n amar, hombres y mujeres, soy due?a de mi cuerpo, mi tiempo y mi destino. Lo que yo hago con naturalidad solo una generaci¨®n antes habr¨ªa mandado mis huesos a la c¨¢rcel. Una generaci¨®n, solo una.
Por eso me escandaliza el ?ya hay igualdad?. La libertad no se logra de un d¨ªa para otro porque la opresi¨®n sobrevive dentro de las oprimidas, en las ideas y en las costumbres, mucho tiempo despu¨¦s de que se hayan cambiado las leyes. Solo ha pasado una generaci¨®n y a¨²n hay que cuidar y alimentar esa libertad. Y sobre todo pensar muy bien para qu¨¦ la vamos a usar. No querr¨ªa ponerme de cara a la historia, de cara a estas mujeres tan duras y tan valientes, las de todas partes del mundo que lucharon para que nosotras podamos ser lo que somos y decirles que voy a ejercer una libertad de jard¨ªn de infancia.
Ser feminista no es hacer lo que te d¨¦ la gana, es precisamente no hacer casi nada de lo que te da la gana. Es reflexionarlo todo, contener el ego¨ªsmo, cuestionar lo establecido, incomodarte t¨² e incomodar a los que te rodean, ser la aguafiestas que corta la broma machista, la que nunca comprar¨ªa lo que se fabrica en las trituradoras de personas del mundo, la que denuncia los privilegios de otros sobre ella a la vez que reflexiona sobre sus propios privilegios sobre otras. La que no descansa porque le corre prisa el cambio. Hay que pensar y hay que hacer. Esto es una revoluci¨®n, no una fiesta de pijamas. El feminismo no es un m¨¦todo de autoayuda para ayudarte a ascender en el trabajo, no es un manual de estilo para reprender a quien te llama ?m¨¦dico? en lugar de ?m¨¦dica?, tampoco es un arma arrojadiza que lanzar a la cabeza a quienes no est¨¦n de acuerdo contigo y ahorrarte la discusi¨®n. Es mucho m¨¢s que eso.
Oigo demasiadas veces la palabra ?libertad? aplicada a las mujeres y colocada en contextos que no entiendo, hasta nuestra libertad la quieren usar en nuestra contra, convertirla en un chiste. Que tengamos libertad para operarnos las tetas siendo adolescentes. Libertad para llevar un burka. Se atreven a vincular la libertad a la prostituci¨®n, un negocio que se nutre de la trata de seres humanos, la m¨¢quina de opresi¨®n patriarcal m¨¢s antigua del mundo34. Insisten en el mito de la libre elecci¨®n para poner nuestros cuerpos en el mercado desde las situaciones m¨¢s desesperadas. La libertad de las mujeres para alquilar sus ¨²teros como si fueran cuartos trasteros. Es una broma pesada hablar de libre elecci¨®n en un mundo lleno de mujeres encogidas a¨²n por los mandatos de una sociedad que no est¨¢ hecha para ellas. Hagamos honor a la libertad que nos estamos ganando, que ganaron para nosotras y us¨¦mosla para avanzar; si podemos elegir, no elijamos lo de siempre.
El feminismo como palanca
En estas p¨¢ginas he hablado mucho de cu¨¢nto se menosprecia el car¨¢cter transformador del feminismo, este error tambi¨¦n tiene que ver con la desmemoria, pero cada una de las oleadas feministas ha recibido una reacci¨®n contraria para devolvernos al redil. Para que di¨¦ramos un paso atr¨¢s por cada dos hacia delante. Incluso movimientos supuestamente emancipadores han dejado de lado la lucha de las mujeres por secundaria, por aplazable.
Hoy, desde lugares supuestamente progresistas, se culpa al feminismo del auge de la extrema derecha en toda Europa, en Brasil, en Estados Unidos. Ahora nos dicen que hemos hablado demasiado alto y hemos despertado a los monstruos, pues ya era hora. Mala se?al si los monstruos estaban retozando a gusto disfrazados de dem¨®cratas en un mundo que no les molestaba. Las feministas siempre hemos estado en el lado opuesto al autoritarismo, el fascismo, la injusticia.
Pues claro que la culpa ha sido de las feministas. ?Qu¨¦ pensabais que era esto? ?Una broma? ?Un lema de camiseta? Estamos hablando de violencia estructural, de justicia social, estamos operando cambios en los parlamentos, en las casas y en las mentalidades. Estamos poniendo muchas muertas encima de la mesa. Claro que la respuesta rancia y reaccionaria es culpa de las feministas. Es una culpa compartida con los y las antirracistas, con quienes luchan por los derechos de las personas LGTBI, con quienes defienden que lo que hay que proteger son las vidas humanas, no las fronteras, con los inc¨®modos, con las inc¨®modas, con esos chavales que se pintan los labios y reclaman su diferencia, su belleza interior y exterior en YouTube. La culpa es de tu prima lesbiana que, por fin, contesta a las bromas del t¨ªo Pelayo. Ella, nosotras, tenemos la culpa de reclamar nuestra dignidad.
Pues claro que la culpa es nuestra. Es culpa de la lluvia que crezca el bosque y llene la atm¨®sfera de ox¨ªgeno renovado. Esto de la igualdad iba en serio, la comodidad estaba muy mal repartida. Por supuesto la reacci¨®n de quienes quieren mantener las cosas tal y como est¨¢n es y ser¨¢ feroz. Nos encontrar¨¢n de frente. El camino no es sentarse a negociar con los defensores de la tradici¨®n, quienes defienden el continuismo para pulir las aristas de nuestra libertad que les molestan, no. Es no dar ni un paso atr¨¢s. El feminismo no es inofensivo. Va a ser la palanca que lo transforme todo. El feminismo nos ha cambiado tanto a nosotras que nosotras vamos a cambiar el mundo.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.